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13 de febrero de 2023

«Me han roto la nariz y la mano y he estado unas cuantas veces de baja por otras lesiones»

Profesionales víctimas de agresiones cuentan cómo es trabajar con la incertidumbre de si van a ser atacados

Los vigilantes de seguridad de los hospitales reciben decenas de ataques en Almería al año. Son tantos que acaban normalizándolos: la espiral de violencia verbal y física es habitual. «Sabemos a qué hora acabas de trabajar, te esperamos fuera», es una de las amenazas de muerte que reciben comúnmente. Salvador, Omar y Víctor, tres profesionales que han resultado heridos en alguno de estos ataques, cuentan cómo es su día a día en un trabajo cargado de incertidumbre.

Salvador Pérez ocho años en el mismo hospital. Interviene prácticamente todos los días, bien en Urgencias o bien en la Unidad de Salud Mental. «El día a día es estresante, no sabes qué te va a venir. Estamos en el filo de la navaja», recalca. Tratando de reducir a personas agresivas le han roto la nariz, la mano y ha estado unas cuantas veces de baja por lesiones varias.

En la más reciente, un taxista que acompañaba a su familiar se lanzó hacia un médico para darle un puñetazo. «Omar y yo tratamos de reducirlo y salimos con dolores», cuenta Salvador, que cree que ahora los profesionales alzan más la voz y denuncian este tipo de actos. Omar, su compañero, lleva cinco años trabajando en hospitales. Detalla que los agresores suelen ser pacientes o acompañantes alterados –en muchos casos por los tiempos de espera– o personas que han consumido estupefacientes. Este último perfil suele darse desde el jueves por la noche en adelante. «Una reducción con una persona así es muy complicado. En una de esas me rompí la mano», cuenta.

Omar asegura que mientras trabaja no siente miedo, pero cuando llega a casa analiza lo vivido y se da cuenta del riesgo. «Le dije a un hombre que se pusiera la mascarilla, se levantó y le fisuró la nariz a mi compañero. Lo que sufrimos no compensa económicamente», manifiesta el profesional de seguridad, de 33 años, que cree que cada vez es más difícil que los pacientes alterados entren en razón.

Desbordados Víctor Rodríguez, por su parte, lleva doce años velando por la seguridad en hospitales. El trabajo, afirma, es «puro estrés e inseguridad». «Estamos desbordados, es todos los días. Hay muchos compañeros de baja», lamenta. Tres vigilantes suelen controlar todo el complejo y van rotando por zonas. A su juicio, es insuficiente. «Faltan medios, a veces no podemos evitar la agresión porque mientras nos llaman y llegamos ya es tarde», asegura.

Recuerda bien el momento en el que vivió más tensión. Acababa de fallecer un bebé y la familia, muy conflictiva, estaba amenazando a los sanitarios. «Yo me encontraba solo ante muchísimas personas. No pasó nada porque acudieron 27 policías», apostilla Víctor, que opina que los vigilantes están «desprotegidos».

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