No debemos pensar en los robots como los típicos humanoides de la ciencia ficción, sino en sistemas más complejos y específicos. Por ejemplo, un drone puede encargarse de repartir paquetes eliminando la profesión de repartidor, y un pequeño vehículo con cámara ser vigilante de seguridad. De todas formas, la amenaza para el empleo no proviene solo de los robots mecánicos, sino de los sistemas de software que combinan sensores con aprendizaje automático, inteligencia artificial y visión por ordenador.
El taxi sin conductor de Google es claro ejemplo, pues millones de trabajadores de la carretera se quedarían sin trabajo (camioneros, transporte de pasajeros, taxi, distintos repartidores...). El coche autónomo es un reto pequeño a nivel mecánico, el verdadero objetivo es enseñar a conducir a un ordenador. La historia y la teoría económica dictan que cuando la evolución tecnológica elimina una profesión, el mercado encuentra otra necesidad que cubrir, así que el efecto sobre el paro no resultaría muy alto. En cambio, las tareas desempeñadas por los robots se realizan de manera más eficiente, con lo que la riqueza y el bienestar global crecen.
Sin embargo, son tantos los millones de puestos en peligro por los robots que hay dudas de que la economía los pueda absorber. Especialmente en países con tasas de paro elevadas podría generarse un grave crisis social, donde la economía siga avanzando, pero cada vez más personas vivan en la pobreza. A esto hay que añadir la perspectiva personal: si llevamos toda la vida trabajando de limpiador, y ahora un robot reduce a la mitad el personal necesario, nos será complicado adaptarnos a un nuevo sector.
Profesiones donde irrumpirán los robots El impacto de los avances técnicos será desigual, y en algunos casos sustituirá a los humanos de forma casi completa. En otros se mantendrán bastantes puestos, pero muchos serán eliminados por la mayor productividad obtenida. Algunos de los afectados serán:
Vendedores y dependientes en tiendas físicas.
Conductores.
Administración / análisis de datos.
Banca / finanzas.
Vigilantes de seguridad.
Hostelería.
Abogados.
Periodistas.
Medicina (ciertas áreas).
Los cajeros de las tiendas están amenazados por iniciativas como Amazon Go, una tienda sin cajeros donde el comprador se identifica con el móvil, coge lo que quiere y se marcha. Diversos sensores detectan lo que hemos elegido y nos lo cobran de forma automática. El impacto en el paro podría ser enorme, casi tan grande como si los coches autónomos se generalizan. Los robots también podrían hacer buena parte del trabajo de los vigilantes, y solo solicitar presencia humana cuando detecten un incidente. La idea de los robots cocineros y camareros suena chocante, pero los avances son rápidos. El éxito dependerá de si los consumidores los aceptan, no de la tecnología en sí, pues podrían generar un considerable rechazo.
Cuando la IA es más inteligente Los empleados de la banca serán eliminados por la popularidad de las aplicaciones de los bancos, pero muchos otros puestos similares se reducirán porque el software es capaz de hacer lo mismo por menos dinero. Por ejemplo, analistas de bolsa, personal administrativo o mandos intermedios, que se dedican a analizar datos, elaborar informes u otras tareas relacionadas con la información.
El software cada vez es más bueno analizando datos y, aunque diseñarlo es caro, una vez hecho supone que esas personas son prescindibles. Por ejemplo, un manager que elabora los informes de ventas trimestrales sería innecesario si el sistema de la empresa ya recoge los datos y los agrega para presentárselos a la dirección. Del mismo modo, el trabajo de bastantes abogados será prescindible gracias a herramientas capaces de buscar sentencias en la jurisprudencia, pues tardan mucho menos en leer y seleccionar aquellas de utilidad para un caso concreto.
También determinadas tareas relacionadas con el periodismo desaparecerán a manos de los robots. Algunos artículos no necesitan creatividad o un análisis profundo, solo exponer datos de manera escrita. Una inteligencia artificial es capaz de redactar un texto sobre resultados financieros o el resultado de un partido con naturalidad. Aunque no aporte nada adicional, en ciertos casos no es necesario. Otras profesiones se verán muy afectadas por la tecnología, aunque parece difícil pensar en que se eliminen en las próximas décadas. Ciertas tareas en medicina, especialmente revisar radiografías en busca de un posible cáncer, cada vez las hace mejor el software. Los robots también han entrado en la sala de operaciones, y muchas veces ofrecen mejores resultados, reducen los tiempos de la intervención y precisan de menos personal.
Neoludismo, ¿la amenaza es real? A principio del siglo XIX algunos artesanos británicos realizaron protestas destruyendo telares, máquinas mucho más eficientes para la industria textil, porque hacían peligrar sus puestos de trabajo y disminuían los salarios. El término ludita ha quedado asociado a quien se opone a la tecnología porque genera paro. Es innegable que sin los avances técnicos el bienestar de la población no sería tan alto hoy en día, y hubiera sido un error rechazarla. Tampoco todos los luditas, que también protestaban en la agricultura, estaban en contra de las máquinas. En algunos casos las destruían para forzar una negociación con los patrones, no para eliminarlas. Actualmente existe un movimiento neoludita, aún disperso y poco organizado, que protesta contra los efectos de la tecnología en el trabajo, pero también en la privacidad o en los derechos de los ciudadanos, como el derecho a reparar.
Renta básica como solución económica Del lado de la tecnología no hay una propuesta cuando una profesión es sustituida por los robots, esto ya cae en el ámbito de la ciencia económica, siempre interrelacionada con la política. A largo plazo, una idea habitual es pensar que los robots harán todo nuestro trabajo, y que el estado otorgará a los ciudadanos una renta mínima porque no habrá puestos disponibles para todos. Solo los más cualificados y motivados entrarán al mercado laboral y ganarán un extra.
Estas ideas parecen una quimera por ahora. John Maynard Keynes, uno de los economistas más influyentes del siglo XX, afirmó que en el año 2030 la jornada laboral media sería de 15 horas a la semana, gracias a los avances en la productividad y la riqueza, algo que está claro que no va a ocurrir. Lo más probable es que aquellos cuya profesión sea eliminada por los robots tengan que buscar otro trabajo. La posibilidad de que el capitalismo se reformule por completo gracias a los avances técnicos suena poco realista, y los cambios siempre son graduales.
Al final, deberemos convivir con los robots a nivel laboral, buscar una profesión que no sustituyan y comprobar en vivo si el mercado es capaz de absorber en otros puestos a quienes sean reemplazados por las máquinas, algo que probablemente resulte traumático a nivel personal y social.