Un década después de que se aprobara la norma, hay más parlamentarias pero pocas mujeres mandan, cobran menos y siguen asumiendo las tareas domésticas
La idea quedó claramente reflejada en una frase de John Stuart Mill recogida en el prólogo. Aludía a aquella “perfecta igualdad que no admitiera poder ni privilegio para unos ni incapacidad para otros”. Era la base de La Ley para la Igualdad Efectiva entre Hombres y Mujeres, publicada hace hoy 10 años por el Gobierno que presidía José Luis Rodríguez Zapatero. La norma esbozó cifras y compromisos para equiparar a más de la mitad de la población con el resto. Una década más tarde, y tras atravesar una profunda crisis económica, se puede decir que ha servido de potente escaparate para colocar a las mujeres en el centro de la política y para empezar a plantear que el cuidado de los hijos es cosa de dos. Pero ellas siguen cobrando menos y su representación en los consejos de administración de las empresas queda lejos de lo previsto.
“No se ha aplicado porque no ha habido voluntad política para hacerlo”, resume su principal impulsora, Soledad Murillo, que era secretaria general de Políticas de Igualdad cuando se aprobó la ley. El PP, ahora en el Gobierno, se abstuvo en su aprobación. Estas son las luces y las sombras de los 10 años de una normativa pionera:
El ejemplo de sus señorías El efecto más claro de la ley se ha visto en los parlamentos españoles, según todas las fuentes consultadas. Según los datos del Instituto de la Mujer, se ha pasado de un 36% a un 39,4% de diputadas (el 45% de diputadas autonómicas) y hay cuatro presidentas autonómicas de 17. Pero en el Gobierno estatal de 2017 hay menos ministras que en 2007. En la legislatura más igualitaria eran 9 representantes de 18 (contando presidente y vicepresidenta) y ahora son 5 de 14 (con la misma estimación).Y España todavía no ha tenido una presidenta del Gobierno. Soledad Murillo asegura que el paso para que hubiera más mujeres en la primera fila de la política “fue importantísimo pero se desfiguró”. “Se entendió que el 40% fijado era para la presencia de mujeres, pero la realidad es que estaba recogido como un porcentaje mínimo para ambos sexos. Buscábamos el equilibrio, pero se quedó en cuota”.
“Cuando se propusieron las listas electorales paritarias parecía que se iba a abrir el cielo y romper el mundo, pero la ley ha demostrado la normalidad en la aplicación de criterios de igualdad. Esa aplicación ha demostrado también que la gente se acomoda y cumple con los límites mínimos”, añade Marisa Soleto, de la Fundación Mujeres, que asegura que en su asociación siguen reivindicando las listas cremallera.
El doble de mujeres en paro en una década Desde que se aprobó la ley, se ha multiplicado por dos el porcentaje de mujeres en paro (21,4%) y se ha triplicado el de hombres (18,1%). La distancia ahora es más corta pero básicamente porque ha empeorado la situación para todos. Sara de la Rica, catedrática de Economía de la Universidad del País Vasco, recomienda revisar con cuidado estos datos: “En los momentos más agudos de la crisis, se han llegado a perder el 25% de puestos masculinos frente al 10% de puestos femeninos. Pero la recuperación también está llegando más rápidamente a los hombres”. El motivo, añade, es que ellos y ellas ocupan sectores muy diferentes. “Los hombres en general están más concentrados en ocupaciones y sectores más volátiles al ciclo económico y, por tanto, más afectados por contrataciones y despidos que las mujeres”.
A igual trabajo, un 15% menos de sueldo La ley ya fijaba hace 10 años una revisión de la discriminación salarial que sigue vigente, si bien es cierto que la diferencia se ha acortado, según los datos empleados para este balance, extraídos de las estadísticas del Instituto de la Mujer. Pese a todo, cobran un 15% menos que ellos (en 2007 era el 20%). “Debemos reforzar las inspecciones y que las empresas hagan público el salario de los trabajadores, para ver los incentivos a los que no acceden las mujeres. Hay brecha en la medida en que no hay promociones”, reclama la diputada socialista Ángeles Álvarez. El Congreso en pleno apoyó el pasado 21 de febrero que se promueva una Ley de Igualdad Salarial. El Gobierno, por su parte, propone impulsar un plan de lucha contra la brecha salarial sin rango de ley.
Con pocos planes para ser iguales Todas las empresas con más de 250 trabajadores debían poner en marcha planes de igualdad, según preveía la ley. Son útiles para promocionar a las mujeres a puestos directivos, revisar sus sueldos, dejar de preguntar en las entrevistas si tienen previsto quedarse embarazadas o impedir que las despidan si eso ocurre. Sin embargo, la norma no incluía la obligación de registrar esos planes y su vigilancia ha sido laxa, a tenor de los datos. “Tras la ley, no se desarrollaron los decretos y reglamentos necesarios para ponerla en marcha. Hubo muy buenas intenciones que se han quedado en el tintero”, considera Cristina Antoñanzas, de UGT. En España hay 5.223 empresas con más de 200 trabajadores, según el INE. De ellas, 167 han registrado esos planes, tal como recogen los datos del Ministerio de Empleo, que en 2015 impuso solo 19 sanciones por este asunto por un importe de 75.233 euros y con 16.660 trabajadores afectados. El Gobierno dejó de financiar además el pasado 27 de enero los planes de igualdad en las pequeñas y medianas empresas, las pymes, mayoritarias en el tejido empresarial español.
A mitad de camino en los consejos de administración Junto con la imagen de los parlamentos, la presencia de las mujeres en las grandes empresas españolas era otro de los escaparates que la ley de igualdad pretendía mostrar. “Queremos que en los consejos de administración de las empresas importantes haya más mujeres paulatinamente”, decía el entonces ministro de Trabajo, Jesús Caldera. La meta era alcanzar un 40% en cuatro años. La presencia femenina se ha triplicado hasta casi el 20%, lejos del objetivo previsto. Y solo el 11,8% están en órganos de dirección. La norma preveía estimular la presencia femenina a través de los contratos de las Administraciones públicas. “Las empresas deben identificar los obstáculos por los que las mujeres no ascienden, pero muchas lo han concebido como algo burocrático”, considera Ángeles Álvarez. “Si te pongo un sello de igualdad, necesitamos mecanismos que vigilen que se cumple. El valor no es tenerlo, sino ponerlo en marcha. Mientras las empresas no tomen conciencia de que mutilan el talento, tenemos un problema las mujeres, el país y las empresas”.