Unos usuarios comunicaron el inaudito hecho y en menos de cinco minutos el joven fue desalojado por un vigilante
La jornada del pasado martes transcurría con normalidad para María Emilia y su marido, dos jubilados granadinos que habían decidido pasar la tarde en el centro comercial Nevada donde aprovecharían «para hacer algunas comprillas». Sobre las siete y media de la tarde terminaron y salieron del gran almacén para dirigirse a la cercana parada del metropolitano. Es en esta parada del metro donde la jornada empezó a complicarse, recuerda María Emilia. «Ahí mismo, en el andén, justo delante de nosotros, había un joven con su ciclomotor. Llamaba mucho la atención porque además de estar con la moto, el vehículo era de color rojo chillón».
El matrimonio, como tantos otros viajeros –la parada del centro comercial Nevada es una de las que más tránsito tiene–, pensaron de buenas a primeras que el chaval o se había equivocado o había venido a buscar a alguien y, por la razón que fuera, no quería dejar la moto aparcada o lejos de su vista. Nada más lejos de la realidad. Cuando llegó el metropolitano, el joven, ni corto ni perezoso, dirigió su moto dentro del vagón como si tal cosa. «Primero pasamos nosotros», relata María Emilia. «Entramos en el último vagón y giramos a la derecha, donde encontramos sitio para sentarnos, que ya estamos mayorcitos». Y, por supuesto, se quedaron pasmados cuando el joven «entró con su moto en el vagón». Simplemente, detalla María Emilia, «la empujaba suavemente con una mano en el manillar y con los dedos sobre el freno, como por si las moscas. Pero estaba de lo más tranquilo porque en la otra mano llevaba el móvil y hablaba como si tal cosa».
Con caras de sorpresa «Las caras del resto de los viajeros del vagón eran de completa sorpresa», recuerda María Emilia. «Pero nadie le dijo nada de nada». El joven había colocado su motocicleta justo nada más traspasar las puertas del vagón,y la asía con una mano por el manillar al mismo tiempo que la apoyaba en una de las barras de seguridad del vagón. «Pero yo iba muerta de miedo», reprocha María Emilia. «Cualquier frenazo o despiste del joven y la moto se hubiera caído encima de nosotros». Un portavoz del metro de Granada confirmó todos los hechos relatados por María Emilia:«Lo hemos verificado con las cámaras de la estación de Sierra Nevada, aunque a las 19.32h no se ve la motocicleta porque hay mucha ocupación de trenes. El tipo entró de forma que era imposible de ver que metía una moto».
Explica el portavoz que «lo que tienes en el puesto de control es una selección de imágenes fijas sobre los puntos críticos. Son trenes y andenes, los sistemas de energía, las subestaciones, la señalización, la circulación de los trenes. Si sumas 23 paradas con dos andenes, ya son 46 cámaras con sus imágenes. Si sumas las estaciones subterráneas, puedes tener 80 cámaras a la vez, por eso nos fijamos sobre todo en puntos críticos». Ypor eso pasó desapercibida la moto. En definitiva, «la cámara de la parada de Sierra Nevada no logra divisar al tipo con la moto porque está tapado por la gente que baja y que sube del vagón. Y además, la cámara es cenital. El tipo lo hizo muy bien, porque se escondió entre la gente».
Cuando salta la alarma por la denuncia de la usuaria en la parada de Recogidas, «son las 19.50h. El técnico de operaciones avisa y al minuto se activa el protocolo de seguridad. A los dos minutos, el vigilante en la estación de Méndez Núñez se sube al metro. Yen la siguiente parada, Universidad, se le obliga a bajar al usuario y a su moto, porque está prohibido por el reglamento». Se le ha abierto un expediente que terminará en multa. No es todo. «El joven discutió que no había logos ni carteles que lo prohibieran, pero el reglamento del viajero lo prohíbe. Dice que no se pueden llevar bultos de esas dimensiones». Pero insistió:««Es que pone no fumar, no beber, no cruzar la vía y no pone que no se puede subir con la moto». Ni con elefantes.
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