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28 de julio de 2021

El vigilante que encauzó mi vida

Dicen que un vigilante es un policía frustrado y es totalmente falso, lo que si es cierto es que hay policías que antes han sido vigilantes como es mi caso

Comencé a trabajar de vigilante de seguridad por el año 2002, cuando el número de vigilante no superaba aún el 100.000 y tras sacarme el título de vigilante comencé a trabajar en lo que para mí era un trabajo de fines de semana que compatibilizar con mis estudios. Tenía contrato de fines de semana. El primer año estuve en todo tipo de servicios, deambulando por toda la Comunidad de Madrid. Vigilancias por las noches en obras alejadas de toda civilización, establecimientos donde habían entrado a robar la noche anterior mediante un butrón y todavía no había sido tapado el agujero, centros comerciales, estación sur de autobuses de Madrid, donde las doce horas de punto fijo se hacían interminables, control de accesos en el metro de Madrid y un largo etc. Un trabajo en general donde sueles estar solo sin compañeros con los que hablar.

Pero uno de los trabajos donde sí tuve un compañero fue en el servicio de búhos, en los que íbamos cerrando las estaciones de metro por la noche. Y fue uno de estos servicios el que iba sin yo saberlo a cambiar el rumbo de mi vida. Recuerdo vagamente esa noche, salvo que nos tocó la zona de Pan Bendito. Comenzó el turno y empezaron las preguntas obligadas entre dos personas que se acaban de conocer y que van a pasar juntos toda la noche trabajando. ¿Qué estudias? ¿Cuánto tiempo llevas trabajando? Familia, aficiones, etc.

En un momento de la conversación me dijo “no seas tonto y preséntate a la Policía Nacional que están saliendo ahora bastantes plazas”. Yo le contesté que ni si quiera me lo había planteado y que ni siquiera sabía cuántas plazas estaban sacando. Poco más se habló de ese tema. Finalizamos el turno y me fui a casa a dormir. Pero lo que me dijo despertó mi curiosidad y comencé a informarme de algo totalmente nuevo y desconocido para mí, como era la oposición a Policía Nacional. Número de plazas, temario, pruebas físicas, psicotécnicos, entrevista personal, reconocimiento médico… Algo que parecía muy difícil, pero no imposible y que comenzó a llamarme cada vez más la atención.

Compré un temario, un libro de psicotécnicos, una barra de dominadas y unos conos y palos de escoba con los que preparé el circuito y comencé a estudiar por mi cuenta y a entrenar. Dos años después me presenté por primera vez y conseguí mi apto, mi billete para ir a la Escuela Nacional de Policía de Ávila. Haber sido vigilante de seguridad durante tres años no ha hecho sino valorar a todas aquellas personas que desempeñan su trabajo con gran profesionalidad, en largos turnos, con escasos medios y poca seguridad jurídica.

No volví a ver a aquél vigilante que me aconsejó presentarme a Policía Nacional, que sin querer me abrió las puertas a lo que hoy es mi trabajo y ni tan siquiera recuerdo su nombre. Tampoco pude darle las gracias por su consejo y decirle que lo seguí. Si por casualidad leyeras esto, simplemente decirte, gracias. Gracias por haber encauzado mi vida con sólo una frase. Autor: Carlos Fernández

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