Mohamed tuvo que actuar en cuestión de segundos, y decidió hacer la maniobra Heimlich: «No podía hablar, solo se llevaba las manos al cuello».
Un hombre llega haciendo aspavientos, gestos de auxilio. Se asfixia. La primera persona a la que ve en el Centro de Salud de San Pedro de Alcántara es Mohamed Amezian El Harrak, el vigilante de seguridad encargado de los accesos y el aforo, que rápidamente entiende lo que está pasando. «Sin pensar», como luego recordará, lo coge del brazo y lo introduce en el edificio, dejando de lado todos los procesos de triaje. La cosa empeora, la adrenalina empieza a apoderarse del trabajador que, en cuestión de segundos, toma una decisión que bien valdrá una vida: hacer la maniobra de Heimlich.
Ocurrió el pasado día 21, a eso de las 13.30. El suceso duró menos de un minuto. Mohamed (33 años) explica a SUR que hizo la maniobra porque sentía que el tiempo jugaba en su contra, así que siguió el manual sin esperar a que llegase la ayuda. Primero, varias palmadas en la espalda, poniendo a la víctima ligeramente encorvada, en busca de que los pulmones hagan su trabajo. Acto seguido, con las vías respiratorias aún obstruidas, el vigilante agarró al hombre –unos 45 años y vestido con ropa de trabajo– por la espalda, lo rodeó con sus brazos y efectuó cinco compresiones abdominales, bajo el esternón, con el puño cerrado e inclinado hacia arriba. «Comenzó a toser y a respirar con dificultad». Llegó el alivio.
La primer enfermera en llegar observó la maniobra y se hizo cargo de la situación en cuanto Mohamed sintió que el aire llegaba a los pulmones del paciente, que expulsó algo de comida por la boca. La víctima fue introducida en la consulta de críticos, donde recibió la primera asistencia y fue derivado posteriormente al Hospital Costa del Sol. Fuentes hospitalarias confirman a SUR que le fue dada el alta hace pocos días, ya que tuvo que recibir tratamiento. El vigilante, ya relajado, volvió a su puesto mientras se recuperaba de lo sucedido. La vida de un hombre había pasado por sus manos sin previo aviso, pero reconoce que «todo fluyó» de forma natural, «gracias a la formación» que ha recibido en estas materias.
Mohamed nació en Tánger. Su padre es natural de allí, su madre, ceutí. Nació en la ciudad marroquí pero al poco tiempo se mudaron a la ciudad autónoma. Con trece años ya estaba en la Costa del Sol, donde estudió y ha ido forjando su carrera. Antes de ser profesional de la seguridad, Mohamed ha hecho «un poco de todo», especialmente en el sector servicios. Ha sido recepcionista y ha tocado la mayoría de los palos de la hostelería, pero su sector actual (en el que lleva un año ejerciendo), es el que más le llama. «Aquí me veo con futuro, me gusta el trabajo». Analizando la intervención, Mohamed cree que su experiencia como socorrista tuvo mucho que ver. «He tenido que asistir a un montón de gente durante los cuatro años que ejercí», explica. «Quieras o no, cuando te ves en una situación de este tipo, la experiencia ayuda a reaccionar rápido», apunta.
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