Hace mucho calor, es verano, y lo que hasta hace unos años se consideraba como una falacia, el cambio climático parece que va en serio. Las altas temperaturas no dan tregua y salir a la calle, incluso para dar un paseo, se torna desagradable. Imaginen lo que supone trabajar a pleno sol… con temperaturas que superan los 40 grados centígrados hasta picos donde las condiciones no son compatibles para la vida. Hasta ahora, y transcurrido apenas un mes de verano, ya han fallecido tres trabajadores durante su jornada laboral, sólo en la Comunidad de Madrid. El jueves se confirmaba la muerte del último, un hombre de 56 años que repartía folletos en la localidad madrileña de Paracuellos de Jarama.
Eran las 15:45 horas cuando el repartidor caía desmayado en mitad de la calle Sol. Los viandantes llamaron al 112, que tras media hora de reanimaciones, no pudo hacer nada. El hombre marcaba una temperatura corporal de 42 ºC. Un golpe de calor había acabado con su vida, al igual que terminó, días antes, con la de un operario de limpieza municipal y con la de un trabajador de una nave industrial. Esta revista ha hablado con alguno de los miles de trabajadores -todos mileuristas raspados; no pasan del salario mínimo- que se ganan el pan de cada día bajo el implacable sol mientras sudan como pollos recalentados. En la Puerta del Sol de Madrid, donde el astro rey no puede ser más inclemente en conjunción con el cemento, el metal y la multitud, se concentran decenas de ellos.
“El lunes se me quemó el brazo, me han salido ampollas”, comenta Jhoan, un repartidor de comida a domicilio que está sentado en un banco, descansando, sorbiendo las pocas gotas que caen de una botella de agua congelada. Al ser preguntado por qué no se compra crema solar protectora, responde: “Porque me han dicho que cuesta casi 20 euros el bote. O como, o me me compro crema”. Con el negro horizonte con el que se presenta lo que queda de verano y con el reciente antecedente de los tres muertos por calor extremo se encuentra Eduardo. Este conductor de 'tuk-tuk' afirma que “la ola de calor ha sido horrorosa”. Tanto que ha tenido que parar algún 'tour' porque sus clientes no aguantaban la temperatura. “La semana pasada, un austriaco me pidió que ‘abortara la misión’ porque se estaba quedando dormido y se encontraba mal”.
Según la web de la Comunidad de Madrid, “las olas de calor son episodios de temperaturas extremas que pueden tener consecuencias sobre la salud: dermatitis, edemas, quemaduras, insolación, calambres, síncope por calor, etc. y en algunos casos consecuencias más graves como el agotamiento o el golpe de calor, que puede llegar a ser mortal o dejar importantes secuelas”. Justamente un edema es lo que padeció hace un par de días De jesús, uno de los 'hombres-cartel' que informan sobre la compra y venta de oro. “Mira, el martes llegué a casa y se me habían hinchado los pies de estar todo el día aquí, de pie. Voy a mandarle esta foto a mi jefe para que lo vea. Yo soy de Venezuela, y no aguanto este calor tan seco”, explica.
A su lado se encuentra Jaime, vendedor de cupones de la ONCE. Dice saber cómo lidiar con la canícula: “Para contrarrestar la deshidratación me bebo hasta tres litros de agua y de bebidas isotónicas solo por la tarde. Además no llevo ni silla ni sombrilla porque me pesan mucho y tengo la espalda hecha polvo, así que trato de ponerme siempre a la sombra”.
Lo tienen más complicado sus amigos los 'muñecos'. Con sus pesados y coloridos trajes de algodón sintético animan la tarde de los transeúntes. Pueden ganar hasta 50 euros al día. “No hablar español”, comentan los felices Mario Bros. 1 y Mario Bros. 2. ¿Cómo pueden llevar semejantes trajes y no desfallecer? A pocos metros, un panda gigante reconoce que tiene "un par de ventiladores dentro del traje conectados a una batería". "Cuando el bochorno aprieta no sirven de mucho”, lamenta. Camilo, el hombre que se esconde bajo el traje, ha llegado al límite de casi perder la conciencia en más de una ocasión, momentos en los que se quita el traje y descansa para refrescarse.
Juan, encargado de una obra, admite que "el secreto para no sentirse mal es empezar a trabajar lo más temprano posible. Nosotros entramos a las siete de la mañana, justo después del amanecer. A las tres, cuando termina nuestra jornada, no hay quién haga nada. De momento en esta obra no ha habido ningún problema, toquemos madera”.
Ojalá nadie más muera por el calor extremo. De momento, el Sistema de Monitorización de la Mortalidad Diaria (MoMo), perteneciente al Instituto de Salud Carlos III, se muestra categórico: “las muertes atribuibles a las altas temperaturas registradas hasta el pasado martes (19 de julio), cuando ya había finalizado la ola de calor, ascienden a 1.047 fallecidos en toda España, con el lunes y el martes como los días con más defunciones estimadas, 184”.
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