Atraídos por el reto de burlar los controles de seguridad y superar a sus rivales pintando en vagones, en Cataluña están activos actualmente una treintena de grupos de grafiteros, en un fenómeno en que los episodios violentos de una minoría son esporádicos pero van al alza.
Así lo ha apuntado en una entrevista a Efe el jefe de la División de Transporte de los Mossos d'Esquadra, el intendente Joaquim Bayarri, que ha destacado que la mayoría de grupos de grafiteros rechazan los casos puntuales de enfrentamientos con vigilantes de seguridad e incluso pasajeros protagonizados por una minoría agresiva.
Los grupos mayoritarios reivindican en este sentido que su misión es infiltrarse en la infraestructura del metro o las cocheras de ferrocarriles para plasmar sus dibujos en los vagones sin que ningún vigilante se percate de ello y sin enfrentarse a nadie, por lo que critican que una minoría violenta actúe al amparo de lo que consideran un arte urbano ya consagrado. Pese a que la cifra fluctúa, y algunas bandas están meses inactivas, en Cataluña los Mossos calculan que actualmente están activos una treintena de grupos de grafiteros, conocidos como "crews" en su argot, que cuentan cada uno con un "núcleo duro" de entre tres y cuatro miembros, que son los que preparan y organizan sus incursiones.
Una vez decidido dónde actuarán, por dónde entrarán a la estación y qué día, los cabecillas logran reunir a través de las redes sociales a entre diez o veinte acompañantes, que son integrantes del grupo o "crew".
A ellos se les añade en ocasiones gente de su entorno, simpatizantes que no son del grupo pero que se suman a un golpe concreto, la mayoría de las veces llegados de otros puntos de Europa, en una especie de "Erasmus" de grafiteros. Los grafiteros, que actúan con el rostro tapado, han dejado en los últimos meses de poner su firma ("tag"), en sus pinturas, para evitar ser identificados, y han optado por rubricar sus obras con el logo de su grupo. Estos grupos compiten entre ellos para tener "más prestigio", para ver quién es capaz de superar el reto más difícil, en una "rivalidad competitiva" que se libra en las redes sociales y que no sólo valora que una pintura sea espectacular y creativa, sino sobre todo la dificultad para sortear la vigilancia y acceder al lugar.
Pese a que el fenómeno nació como una creación artística, con el paso de los años los grafiteros se dejaron llevar por la adrenalina de "el más difícil todavía", buscando acceder a los puestos del suburbano más complicados -por tubos de ventilación, salidas de emergencia-, pese al incremento de las medidas de seguridad para evitar sus actos. El fenómeno de los grafitis en el transporte público creció de la mano del incremento del uso de las redes sociales en el inicio de esta década, aunque las medidas de seguridad de las operadoras ferroviarias, que incrementaron la presencia de cámaras y agentes de seguridad para evitar estas intrusiones, los redujeron ostensiblemente. Sin embargo, la reforma del Código Penal de 2015, que dejó de castigar este tipo de deslucimiento como delito, ya que pasó a falta administrativa, dio un nuevo impulso a los grafiteros, que a partir del año 2017 experimentaron un auge.
Según Bayarri, pese a que los episodios violentos siguen siendo minoritarios, en los últimos meses han detectado un aumento de los casos de amenazas, coacciones e incluso agresiones a vigilantes de seguridad, como reacción a la presencia cada vez mayor de controles para evitar sus incursiones en las vías, especialmente de noche. De esta forma, el incremento de las medidas de seguridad ha venido acompañado de una "escalada" de coacciones a los vigilantes, que han sido amenazados con palos o a los que han arrojado piedras. "Por volumen son pocos casos, pero son los más preocupantes", ha advertido Bayarri. De hecho, la semana pasada un grupo de 34 grafiteros que actuó cuando el servicio de metro aún estaba en marcha atacó a varios pasajeros que les recriminaron su actuación, en uno de los primeros casos en que hay constancia de este tipo de enfrentamientos.
Durante el pasado año, los Mossos d'Esquadra abrieron un centenar de investigaciones por la actuación de grafiteros, por las que finalmente pudieron denunciar o detener a 35 miembros de estos grupos, una cifra que se prevé que este año se mantenga en los mismos parámetros, pese al aumento de investigaciones abiertas. Bayarri ha destacado que la reciente sentencia que atribuye un delito de daños en bienes de uso público -y no una falta administrativa- a un grafitero y le impone un año de cárcel y la prohibición de acudir al metro durante seis mesesabre las puertas a que la labor de investigación pueda ser "más eficiente" en el futuro.
Los Mossos no han detectado por el momento que los grupos de grafiteros busquen fechas concretas para actuar, por ejemplo en Halloween, sino que consideran que la mayoría de ocasiones lo hacen motivados por un reto para superar a sus rivales. Sin embargo, tras el suicidio en verano pasado de un grafitero, por motivos que no tienen relación con este fenómeno, se produjo un repunte de las pintadas en su honor, todas ellas firmadas con su nombre artístico, "lobos".
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