La compañía pide que se alerte solo si los vándalos no se dan cuenta usando, por ejemplo, el botón SOS del andén
La agresión a tres pasajeros en la estación de metro de Maragall en la madrugada del domingo 4 de noviembre ha llevado a Transports de Barcelona (TMB) a plantearse extender las medidas de protección para sus empleados a los clientes del suburbano. No en vano, de los 500 grandes pintadas que cada año se realizan ilegalmente en convoyes del metro, medio centenar tienen lugar con pasajeros dentro.
Es el sistema que los empleados del metro conocen como el palancazo: un grupo rodea el tren, un miembro aprovecha las puertas abiertas en la estación para tirar del freno de alarma y bloquear el convoy (solo se puede mover si el maquinista accede a esa misma palanca y la desbloquea con una llave maestra) y los demás gamberros cierran las puertas para poder pintar todo el tren de arriba abajo. Dentro quedan pasajeros asustados, oliendo a pintura y sin saber bien qué ocurre ni qué hacer.
Mejor pagar «Nosotros preferimos tener que despintar todo un tren antes de que un pasajero o un empleado de TMB resulte herido. Preferimos gastar 10.000 euros en mantenimiento a que un cliente reciba un bofetón que seguramente no olvidará nunca», así de claro se expresa Ricardo Ortega, el jefe de seguridad del Metro, que reconoce que los sabotajes con pintura al suburbano constituyen «un proceso vivo en el que continuamente estamos haciendo ajustes». Uno de los más importantes es fomentar las medidas de protección de los empleados, que ahora TMB se plantea hacer llegar a los usuarios. «En el caso de los empleados se trata de trabajadores que muchas veces van solos en el tren o en un pasillo o están en una cabina cuando aparecen los grafiteros. En esas condiciones es muy importante conservar la calma y saber cómo actuar», dice Ortega.
El botón SOS En un informe interno, TMB ya explicaba a sus trabajadores en el 2014: «Debido al aumento cuantitativo del número de intrusiones y vandalizaciones de los trenes, a la vez que un aumento cualitativo en la agresividad y la organización empleadas por los grupos de grafiteros, hay que tomar medidas que mitiguen las consecuencias y riesgos». Los responsables de seguridad de TMB recomiendan a empleados y usuarios que se vean sorprendidos por un ataque de jóvenes encapuchados con esprays de pintura en la mano «mantener la calma, evitar la interacción, alejarse de ellos con discreción y llamar a los responsables del metro, en el caso de los clientes pulsando el botón SOS que hay en medio de los andenes, aunque de forma disimulada». «No hay ni que hablar. Al apretar el botón el centro de control ya ve y oye lo que está pasando y puede tomar medidas como paralizar la circulación en esa línea», añade Ortega. «Como su objetivo es pintar trenes, no se habitual que actúen con agresividad», recuerda la empresa en la nota a sus trabajadores.
Enfrentamiento ¿Pero qué ocurrió en la madrugada del domingo 4 de noviembre para que tres viajeros , entre ellos una mujer embarazada, fueran agredidos? Marc García, artista urbano que pinta paredes de forma legal como expresión artística y dirige el proyecto Reboninart, critica las acciones de los grafiteros del metro, pero también la actitud de TMB cuando criminaliza al colectivo. El propio García asegura que, según las imágenes difundidas por los asaltantes de la estación de Maragall, los pasajeros agredidos también actúan contra los encapuchados. «Hay unas fotos en las que la mujer embarazada tira pintura con el espray contra ellos», afirma.
TMB ha admitido que en los vídeos se observa que los pasajeros mantienen una actitud activa en contra de los asaltantes. «Por eso pedimos a los viajeros que se abstengan de actuar, que ni siquieran les digan nada. Es humano querer protestar, pero no deben hacerlo», afirma el jefe de seguridad. Asumiendo que si los grafiteros quiere pintar un tren van a conseguirlo sí o sí, se les debe dejar actuar, según los expertos, para evitar males mayores. «Hemos detectado que a veces llevan, además de la pintura, sprays de pimienta que no dudan en utilizar para realizar su acción», alerta Ortega.
Evitar muertes De momento, para contrarrestar cualquier futura nueva acción de bandas de grafiteros, TMB dispone en el metro de un sofisticado Centro de Seguridad y Protección Civil, en una ubicación secreta, desde donde controla 8.000 cámaras de seguridad. Además, nueve operadores dirigen desde ahí los movimientos de 330 vigilantes de seguridad que se reparten en una red con más de 300 vestíbulos (cada estación tiene varios). «Pero el metro no puede ser un castillo. Aunque soldemos trampillas, ellos las rompen con radiales. Solo podemos actuar rápido para evitar accidentes. Parando los trenes y cortando el suministro eléctrico en los túneles. En otros países, como en Gran Bretaña, ya han muerto grafiteros arrollados por trenes», advierte Ortega.
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