El vagón más veterano de los que conserva el Metro de Madrid, un coche de 1919 con el que el rey Alfonso XIII inauguró el suburbano, se ha convertido en objetivo codiciado de los grafiteros, según fuentes del área de seguridad de la empresa pública de transportes. Sus integrantes recibieron aviso a finales de la pasada semana de que circula en redes sociales restringidas un reto entre "escritores" de grafitti (así se hacen llamar), por el que ganará 18.000 euros el primero que consiga llegar con su spray al vagón histórico.
A lo largo de esta semana, la apuesta ha subido, indican las mismas fuentes: el 'premio' está ya en 22.000 euros. El reto se comparte entre grupos organizados de Madrid, Barcelona y Valencia como si mantuvieran una competición entre sí. El metro madrileño ha reforzado la vigilancia en torno al coche, la pieza más valiosa de una exposición especial montada por este servicio público en la estación de Chamartín para conmemorar el año de su primer centenario. Seis vigilantes de la división de seguridad privada de la empresa Ilunión recorren constantemente el espacio de la estación en el que está aparcado. Dos de ellos vigilan en la salida de los túneles, y los otros cuatro recorren los andenes. A lo largo de la pasada semana, los vigilantes han detectado a grafiteros rondando y tomando fotos de los posibles accesos al andén. "Los hemos visto ya cuatro veces", confirmaba uno de los guardas el pasado viernes, tenso ante la proximidad del fin de semana. En la vías donde se muestra el vagón está parada la circulación de otros trenes.
La exposición tiene un horario limitado ya a cuatro horas las mañanas de los viernes, sábados y domingos. Los visitantes pueden ver un vagón de hierro pintado en un hermoso cadmio rojo oscuro por fuera, y en brillante laca blanca por dentro. El vagón, que luce escudos de plomo en sus flancos y una maquinaria impoluta, se conserva tras una laboriosa restauración tal cual era a comienzos del siglo XX, con sus asientos claveteados de madera y tela, sus barras de sujección de tubo metálico y sus tulipas blancas de cristal. El 17 de octubre de 1919, Alfonso XIII recorrió los cinco kilómetros que distan entre las estaciones de Cuatro Caminos y Sol. Su descendiente y actual monarca, Felipe VI, salió en un tren moderno de la estación de Sol el pasado 17 de octubre para llegar hasta Chamartín e inaugurar la exposición. Hoy, la mayor parte de la semana la exposición permanece vacía de público y con cintas que impiden el acceso. Algunos curiosos hacen fotos con sus móviles desde los bordes, sin poder acercarse a los vagones en días laborables.
Audacia y violencia Los responsables de la seguridad del Metro de Madrid tienen razones para concederle credibilidad al envite que comparten en móviles y ordenadores los grafiteros, dada a audacia que vienen mostrando. Desde el pasado 1 de noviembre, grupos de hasta 46 han tomado andenes y cocheras para pintar los trenes, agrediendo en una ocasión a dos policías y provocando una crisis nerviosa a un maquinista. "Exigimos que se les aplique el Código Penal –explica el sindicalista de CCOO Alfonso Blanco, miembro de la Comisión de Seguridad del Comité de Empresa del suburbano madrileño–, porque desde verano les hemos visto portar barras de hierro y bates de béisbol y no dudan en emplear la violencia o en retener a compañeros en auténticos secuestros. Ante eso no se pueden imponer pequeñas multas y castigos ridículos”.
Los tiempos han cambiado. Hace unos años se ponían a prueba en el metro famosos grafiteros como El Muelle, autores singulares. Ahora acuden en grupos organizados. Las fuentes de la seguridad del Metro explican que, en cada una de esas bandadas, al menos dos miembros se encargan de la seguridad, distrayendo, amenazando o incluso agrediendo a los vigilantes. "Hacerles cara es inútil y peligroso. Nosotros ni nos acercamos", explica un técnico de los trenes que les lleva viendo un año.
De noche, a las cocheras En Madrid son los mecánicos del metro los que más saben de este fenómeno, pues los "escritores" eligen más las cocheras que las estaciones para sus "intervenciones", porque allí los trenes están parados. De los 13 depósitos con que cuenta la empresa, los de Cuatro Vientos, Cuatro Caminos, Vicálvaro y Canillejas son los más visitados. Las bandas prefieren la noche al día y los festivos a los laborables "porque un lunes puede haber más de un centenar de trabajadores en los talleres, y un domingo solo cinco personas por turno". Para técnicos y guardas de seguridad, las actuales circunstancias han convertido en maldito el turno de fin de semana. Las victorias de los gamberros son efímeras, pues Metro de Madrid destina al lavado en el mismo día a los vagones que son pintados. Pero los autores de los ataques logran eternizar sus obras colgándolas en YouTube, con vídeos cada vez más elaborados. Uno de los más seguidos es de un grupo que se hace llamar Hated Crew (equipo odiado) y de una de sus "operaciones" en agosto pasado en la línea 5.
Los mecánicos del metro han observado que los grafiteros no solo asaltan las cocheras para pintar: buscan llevarse cazadoras de los trabajadores, monos y uniformes, para disfrazarse en futuros asaltos. También intentan conseguir llaves de cuadradillo. Con una de esas se abre la puerta de la cabina del maquinista. Los sindicatos del Metro han pedido que se sustituyan esas cerraduras por cierres de clave electrónica. Igualmente, Alfonso Blanco cree que la empresa debería hacer un seguimiento en internet y redes sociales para que se retiren todo tipo de vídeos que muestran cómo conducir un tren del metro. CCOO quiere que se someta a la revisión de las centrales sindicales un videojuego promocional cuya elaboración Metro de Madrid lanzó a contrata pública en enero pasado.
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