La Policía detecta que los grupos organizados comienzan a actuar a pesar de los controles. Ya se han atrevido con algún golpe y ahora se centran en los únicos negocios sin vigilancia que hacen algo de caja estos días
El confinamiento comienza a hacer efecto en los ánimos de todos pero los que dependen de delinquir para ingresar algo de efectivo cada semana ya han considerado que va siendo hora de empezar a moverse. Esta semana, los grupos policiales dedicados a detectar robos por el método del butrón, el alunizaje o reventar escaparates con mazas han comenzado a encontrarse con algunos de los habituales. El lunes, una patrulla de la Policía Municipal de Madrid, que se encontraba realizando labores de vigilancia en desvíos de núcleos urbanos a autovías para detectar a quienes pretendan sortear lo establecido en el Real Decreto durante el estado de alarma, observó cómo un vehículo decidió detenerse nada más verles, todavía lejos del control policial.
Ocurrió en uno de los accesos del distrito de Carabanchel a la A-42. En cuanto se percataron de la presencia policial, decidieron bajarse del coche, dejarlo allí tirado en el arcén y tratar de huir. Los ocupantes venían de dar un «palo» de una tienda de motos de Móstoles y, antes de escapar a la carrera, trataron de llevarse algo del botín. Tuvieron la mala suerte de que los agentes apostados en el control se dieron cuenta y fueron hacia ellos. El tiempo se les echó encima, se pusieron nerviosos y, si querían huir a la carrera, no tenían otra que dejarlo todo allí. Los agentes no daban crédito cuando se acercaron al lugar. Dos minimotos a estrenar y un extenso surtido de material de trabajo necesario para forzar cierres; es decir, sus herramientas de trabajo: una maza, cizañas, llaves de grifa y alguna ganzúa. El vehículo abandonado era un Range Rover matrícula terminada en 8BJ con el que ya habían actuado unos días antes. Según fuentes policiales, el vehículo había estado implicado en el robo de una tienda Orange en Villaviciosa de Odón. Durante esa huida no dudaron en embestir a una patrulla de la Policía Local: dos golpes, dos huidas. Y es que los controles policiales están dificultando mucho el «trabajo» de estas bandas, que enseguida llaman la atención.
Las mismas fuentes aseguran que este mismo vehículo había sido utilizado para robos de salas de apuestas, la predilección de estas bandas durante mucho tiempo. Pero ahora, con todos los establecimientos cerrados y con vigilancia en la mayoría de ellos, los grupos criminales han tenido que cambiar de objetivo y, aunque no recauden cuantías elevadas, las farmacias son ahora mismo los locales más accesibles para ellos: son de los pocos que tienen algo de recaudación estos días (tampoco demasiada por el uso de la tarjeta sanitaria para los mayores) y no suelen tener vigilantes de seguridad. Porque, aunque los supermercados sean quienes están haciendo más caja estos días, las cadenas de hipermercados suelen contar con un camión especial que se lleva la recaudación diaria, además de sistemas de seguridad más sofisticados que cualquier farmacia de barrio. Fuentes policiales aseguran que las denuncias por robos en éstas han subido de forma considerable. «Al principio porque querían hacerse con mascarillas, guantes o gel desinfectante para revenderlo», explican. Ahora, aprovechan los horarios de cierre para «intimidar a los empleados y exigirles la recaudación» o, directamente, acuden por la noche para acceder al interior. «Algunos son toxicómanos que solo buscan algo para poder pagarse la dosis; otros, bandas organizadas», sostienen las mismas fuentes.
Las organizaciones criminales que se dedican a este tipo de actividad han visto interrumpida su actividad desde el pasado 14 de marzo. Su principal hándicap es que cada vez que organizan un robo (últimamente se habían centrado muchos en bares y pequeñas tiendas de barrio que no tengan alarma ni cámaras) necesitan antes hacer trabajo previo que requiere una gran exposición: elegir un vehículo para robar y huir con él. Tienen que escoger un modelo determinado para poder desbloquear el sistema electrónico con la máquina OBD que hayan comprado para ello. Tras hacerse con él, vuelven al barrio, lo cargan con las herramientas necesarias para acceder al establecimiento y se van de ruta. «Dan por terminada la jornada cuando tienen unos 2.000 para cada uno», explica un experto.
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