Los vigilantes de seguridad también corren riesgo de contagio, aunque no reciban aplausos como los sanitarios
Están en la entrada del súper vigilando que los clientes cumplan las distancias de seguridad, están en los hospitales protegiendo a los sanitarios y en las residencias de mayores controlando que no se cuelen visitantes.
La crisis del coronavirus colocó a los vigilantes de seguridad en la zona cero, corriendo el mismo riesgo de contagio que los profesionales de la salud o las cajeras del supermercado, y sin embargo, ellos no reciben aplausos a las ocho de la tarde. «Nosotros siempre vamos a estar en segundo plano y somos los que tenemos que poner la cara cuando hay que decirle a un familiar que no puede pasar a ver a un paciente, por eso nuestro sector no cae bien», asegura Gustavo Pulleiros, jefe del equipo de seguridad del hospital Povisa de Vigo.
Asumen que se les asocia con la figura del matón de discoteca, a menudo injustamente. Pese a ello, Roberto Lage, presidente de la Asociación de expertos y empresas de seguridad privada de Galicia (Aesga), asegura que en tiempos de crisis su trabajo se hace más necesario que nunca. «Foi así no 11M, no atentado de Atocha e no Alvia. E esta crise, como as outras, está a dignificar e poñer en valor o traballo da seguridade privada».
En situaciones límite Son 7.000 en Galicia. Y aunque parezca que con la crisis del coronavirus ganaron trabajo, no siempre es así. Hubo que reforzar su presencia en hospitales, supermercados y polígonos industriales, pero en otros campos, como la venta de alarmas o el transporte de fondos bancarios, perdió fuelle y se vio afectado por los expedientes de regulación de empleo. Y los que tienen trabajo, sufren en su propia piel la tensión que conlleva esta tragedia sanitaria.
Gustavo Pulleiros, que coordina un equipo de nueve vigilantes en Povisa, subraya que la tensión se palpa en cualquier época del año. «En un hospital entran todo tipo de personas y la agresividad de la gente está, a veces, a flor de piel». Él tiene claro que su labor es proteger a los pacientes y a los sanitarios, que son a veces objeto de las iras de los usuarios. «Yo mismo he sido agredido en alguna ocasión». Lleva más de tres años en el hospital vigués, y solo tiene palabras de agradecimiento hacia los responsables de seguridad, que confiaron siempre en él, desde el primer día.
Ahora, son ellos los que tienen que vigilar que todo funcione según las normas de seguridad implantadas por el covid-19, y no siempre es fácil. Controlar las entradas, impedir el acceso a los familiares y extremar la vigilancia en las ucis son algunas de sus tareas. «Convivimos con situaciones de dolor, y solo tenemos como arma la pericia para poner calma, porque no somos policías. Se aprende con el tiempo y con la carrera profesional. El vigilante de seguridad se va haciendo con los años». El coronavirus los está enfrentando a situaciones límite. «Solo el que trabaja en un hospital sabe lo que supone esto. Esta crisis trajo un goteo constante de casos que te pasan factura y te superan; al personal sanitario y a nosotros». Quizás no esperan aplausos, pero sí se reconocen apoyados por la policía, que en más de una ocasión los condecoró por una labor inevitable pero no siempre entendida ni reconocida.
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