Leyendo esta noticia, 'Detenido un hombre por agredir salvajemente a un vigilante del metro de Barcelona', tardo unos segundos en reaccionar. No es la primera agresión a vigilantes de seguridad en el metro de Barcelona, ni siquiera la primera vez que un, llamémosle desaprensivo, muerde a otro en las dependencias del metro.
Pero, ¿de verdad estos trabajadores tienen que sufrir las dentelladas al estilo Hannibal Lecter de unos desgraciados que se pasean por el metro? Esta última agresión sobre las 6 de la mañana en el vestíbulo del metro Urquinaona me hace sentir escalofríos cada vez que paso por allí para dar mis clases de inglés. Estas personas no son policías; pero su labor es la de ayudante de las fuerzas y cuerpos de seguridad, y tienen una labor tan necesaria y difícil en la sociedad como la de proteger la seguridad de los usuarios del metro. Además de los insultos y vejaciones que sufren muchas veces en el ejercicio de sus funciones, en muchos casos a manos de menores de edad, por lo visto tampoco están a salvo de las salvajadas más caníbales.
Llevan, para defenderse, material que no se actualiza desde 1978; y, además, al ser considerados como 'simples ciudadanos' en el ámbito judicial, están indefensos si realizan cualquier acción que se considere agresiva (aunque sea para defender su integridad o la de otros). Actualmente, han conseguido que se le adjudique espray de pimienta y bufandas anti-cortes. Por favor, no convirtamos el subsuelo de Barcelona en las catacumbas del horror; el metro es de todos y la cuestión de la seguridad también.
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