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16 de diciembre de 2019

El S.O.S. de los vigilantes de Metro: «Estamos sometidos a un nivel de estrés descomunal»

Vigilantes retienen, en agosto, a un hombre que intentó tirar a las vías del tren a varios usuariosLos empleados piden a las empresas mejores equipos de protección y recuperar la condición de agente de seguridad que les quitaron en 1992.

Salta la alarma. Tres grafiteros han accedido al depósito de trenes de Cuatro Vientos y empiezan a pintar con esprays los vagones de Metro. Tras ser detectados por las cámaras de seguridad, un grupo de vigilantes sale a su paso para intentar detener la acción. Una situación, cada vez más cotidiana, que pronto comprobarán el riesgo que conlleva. Lejos de desistir de sus intenciones, los vándalos atacan a los trabajadores con palos y una navaja, ocasionando a uno de ellos varios cortes en un brazo. El forcejeo, que se salda, además, con otro de los empleados golpeado, termina cuando los autores de la agresión huyen a la carrera. Estos hechos ocurrieron en septiembre y son solo un ejemplo de las cerca de 150 agresiones a personal de seguridad que se han producido este año en el suburbano madrileño.

El pasado mes de noviembre, otros cinco vigilantes fueron agredidos brutalmente en dos episodios acaecidos en las estaciones de Casa del Reloj (Metro Sur) y Alto de Extremadura (línea 6). En el primero, cuatro individuos la emprendieron a golpes al ser interceptados en los tornos de acceso por no validar el tique correspondiente. El resultado: cuatro guardas heridos, uno con siete puntos de sutura en la cabeza, otro con una costilla rota y los dos restantes con fuertes contusiones. Dos de los atacantes fueron arrestados. Al día siguiente, entre la medianoche y la una y media de la mañana –hora de cierre–, un sujeto le asestó un cabezazo a otro empleado de seguridad provocándole la rotura del tabique nasal y un pómulo. «Estamos sometidos a un nivel de estrés descomunal», inciden los afectados, conscientes de la peligrosidad que corren en el desempeño de sus funciones: «Problemas tenemos casi a diario, pero agresiones fuertes (con traslado hospitalario), de media, dos o tres al mes». La última, este fin de semana en Barcelona, ha terminado con la víctima hospitalizada tras recibir varios mordiscos.

Desde la Asociación Marea Negra de la Seguridad denuncian la falta de material de defensa, necesario para repeler este tipo de ataques. «El 29 de noviembre nos reunimos con los responsables de la compañía para pedirles que todos los profesionales vayan equipados con chalecos antipinchazos y guantes anticorte», señala su coordinador adjunto, que añade la buena disposición de Metro para que la demanda fructifique: «Tenemos que hablar con las empresas contratantes para que doten a los compañeros de estos utensilios».Un clan de carteristas intenta robar en Metro de Madrid

Precisamente, la externalización del servicio dificulta que las reivindicaciones lleguen a buen puerto. En algunas estaciones, relatan los vigilantes, sí que portan estos equipos: «Pero solo en momentos muy puntuales como grandes eventos deportivos, manifestaciones o acontecimientos de otra índole donde se prevé una afluencia masiva de gente». En temporada estival, dadas las altas temperaturas, piden que los chalecos sean sustituidos por camisetas con las mismas protecciones. Fuentes de Metro explican que son las compañías de vigilancia las que tienen la obligación de entregar a sus empleados el material necesario para llevar a cabo su labor. «Por nuestra parte no hay ninguna objeción para que lleven esta dotación, pero corresponde a las empresas y a la Inspección de Trabajo determinar tales extremos», informa el suburbano, que entre enero y octubre registró 139 agresiones, un 2,5% menos que en el mismo periodo del año anterior.

En 2018, Metro alcanzó los 657 millones de viajeros, con una media de 2,3 millones por día laborable. Dado el volumen de usuarios, los cerca de 1.500 profesionales encargados de controlar el metro solicitan medidas más allá del equipamiento. «Reivindicamos desde hace años que se nos devuelva el carácter de agentes de autoridad», reclama el portavoz de Marea Negra, una condición que el sector mantuvo hasta 1992, año en el que el Gobierno de Felipe González la revocó: «Con la entrada de la primera Ley de Seguridad Privada, se cambió la denominación de vigilante jurado a vigilante de seguridad, lo que se tradujo en la pérdida de esta protección jurídica». En ese sentido, asevera, solo poseen tal calificativo en situaciones de colaboración con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad o en cualquier intervención en la que estos efectivos estén presentes. «Si no acuden, estamos solos, sin que a los agresores se les pueda acusar de un delito de atentado a la autoridad», subraya.Un grafitero pinta un vagón de Metro - Efe

Respecto a los principales peligros que deben hacer frente en el suburbano, los profesionales apuntan en primer lugar a los grafiteros, cuyo nivel de agresividad ha crecido exponencialmente en los últimos tiempos. A finales del año pasado, las conocidas como «crews» –bandas, en el argot– sembraron el caos en una oleada de actos vandálicos con incursiones, «palancazos» y cientos de miles de euros de pérdidas por daños en las instalaciones. En muchos de los asaltos, desatados a partir de la noche de Halloween, los autores no dudaron en atacar a los vigilantes, rociándoles la cara con los aerosoles, e, incluso, forzar a un maquinista de la línea 12 a desviarse de la vía hasta llevar el tren a una zona con mayor luminosidad.

Los usuarios en estado de embriaguez o bajo los efectos de otras drogas, así como los carteristas también están señalados como riesgos potenciales. A ellos se suma el fenómeno de las bandas latinas, cuyos encontronazos ocasionales dentro del metro han derivado en graves disturbios en los andenes y vagones. «Se han dado casos de enfrentamientos multitudinarios o con armas donde algunos compañeros se han visto en medio para salvaguardar la integridad del resto de pasajeros», explica el coordinador de Marea Negra. Por estas razones, consideran que el patrullaje en pareja es imprescindible: «Aunque Metro está de acuerdo, vuelven a ser las empresas las que tienen la última palabra». La línea 1, desde Puente de Vallecas hasta Valdecarros; o estaciones centrales de la línea 3, como Lavapiés y Embajadores, son algunos de los tramos más conflictivos.

Los problemas se acentúan, más si cabe, en la red de Cercanías. Sobre todo, en las líneas que conectan con el extrarradio del este y sur de la región. «Estas personas viajan desde zonas conflictivas», justifican los vigilantes, que solicitan el mismo nivel de protección reclamado por sus homólogos de Metro: «El reglamento de Renfe sí que reconoce a los interventores de ruta la condición de agentes de la autoridad». Actualmente, el «kit» habitual que portan los profesionales consta de una defensa semirrígida de 50 centímetros y los grilletes denominados de manilla. Para infraestructuras críticas, como Metro, autobuses o aeropuertos, demandan la utilización de pistolas «táser». Estos dispositivos, de alto voltaje y baja intensidad, provocan que los músculos de quien reciba la descarga se contraigan mediante una parálisis temporal. Su uso en España está prohibido, a excepción de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad.

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