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21 de octubre de 2019

Vestuario para trabajos de riesgo: pasado y presente

Resultado de imagen de prendas multinorma seguridad privadaPasado: la compleja hazaña de apagar un fuego Al hombre de la prehistoria los fenómenos meteorológicos le mostraron el fuego; mientras que la lluvia le dio pistas sobre cómo apagarlo. Tras milenios, el agua sigue siendo el principal medio para extinguir incendios, pese a los innumerables esfuerzos que ha hecho el hombre para encontrarle un sustituto. El origen de las primeras compañías de bomberos hay que buscarlo en el siglo XVIII y en los estamentos militares, con la creación de las unidades de tropa de zapadores-bomberos. Sin embargo, en la esplendorosa Roma imperial —un siglo después Cristo y tras la aventura pirómana de Nerón— la metrópoli contaba con 10.000 efectivos apaga fuegos reclutados entre los esclavos liberados y los ciudadanos.

En Londres, las compañías de seguros disponían de sus propios servicios para extinguir el fuego, siempre y cuando la propiedad fuera de uno de sus afiliados. En la ciudad de Madrid se difundió un modus operandi que se imponía en caso de incendio. Se dirigía a aguaciles, porteros, responsables de cuarteles… Se obligaba también a disponer de cubas llenas de agua a taberneros, carpinteros, propietarios de almacenes, herreros y a todo comerciante con establecimiento en la calle. Con la industrialización y el crecimiento de las ciudades, la sociedad burguesa instauró mecanismos de seguridad. La creación de las primeras compañías de bomberos fue paralela a la implantación de otros cuerpos, específicamente urbanos, para la vigilancia y la protección de las propiedades, tales como vigilantes nocturnos o serenos y las guardias urbanas.

Tras la Guerra Civil española (1936-1939) sobrevinieron tiempos de gran precariedad. Esta situación redujo los presupuestos para los parques de bomberos, que subsistieron con material obsoleto y con inflamables uniformes de pana. No fue hasta los años ochenta cuando se obligó a los municipios de más de 20.000 habitantes a disponer de una dotación de bomberos. En esta misma década, Aenor (la Asociación Española de Normalización y Certificación) elaboró unas normas de seguridad que deben cumplir los materiales usados por los bomberos como extintores, mangueras… Sin embargo, estas normas no abarcaban dotaciones como los camiones de bomberos. No fue hasta 1998 cuando aparece el estándar europeo (EN 1846) que se preocupa de la seguridad de los vehículos de los Servicios de Extinción de Incendios y Salvamentos. Parece agónica la trayectoria de los apaga fuegos que arriesgaron sus vidas sin equipos ni materiales durante tantos siglos. Todos tenemos en mente imágenes de westerns donde largas colas de vecinos se van pasando cubos. ¡Ah! Y si alguien te dice que tienes ideas de bombero, tómalo como un halago a tu versatilidad. En los tiempos en que no existían cuerpos de profesionales para cada actividad, la ciudadanía llamaba a los bomberos que, buenamente, ejercían de electricistas, fontaneros, rescatadores de gatos en tejados, se ocupaban de primeros auxilios o abrían cerraduras atascadas.

Presente: en pro de la seguridad los profesionales visten casi como cosmonautas En 1986 la Unión Europea estableció las disposiciones mínimas de seguridad y de salud para la utilización de los equipos adecuados para los trabajadores sujetos a riesgos. El Real Decreto 773/1997 define al equipo de protección individual, EPI, como sigue: “Cualquier equipo destinado a ser llevado o sujetado por el trabajador para que le proteja de uno o varios riesgos que puedan amenazar su seguridad o su salud, así como complementos o accesorios destinados a tal fin”. Existe una amplia línea de equipos de protección individual según el tipo de trabajo a realizar y los riesgos derivados de su exposición.

Si bien en principio fue lenta la aplicación de la normativa europea por parte de las empresas, en los últimos años el cambio ha sido vertiginoso. La concienciación del empresariado, las multas derivadas de las supervisiones que se efectúan en las compañías con riesgos y los altos costes que suponen los accidentes de trabajo confluyeron en que la demanda se disparara. Fue el trampolín para que muchas empresas de confección tradicionales organizaran departamentos de I+D+i para proveer al mercado de los productos que se exigían. Aunque grandes compañías internacionales tomaron la delantera o se crearon con el objetivo de desarrollar productos de protección, en nuestro país surgieron empresas competitivas, capaces de innovar y desarrollar artículos que obtuvieran las certificaciones de la UE de acuerdo a su normativa. En resumen, productos de calidad garantizados para suprimir los riesgos implícitos en tareas muy diversas. Asimismo, el calzado integró el cumplimiento de la normativa a su diseño y producción.

Un gran avance lo constituyeron las prendas multinorma. Una sintética solución al problema de que, en muchos puestos, el trabajador está expuesto a riesgos diversos. Lo que surgió como una obligación en pro de proteger al trabajador ha dado un vuelco a la industria. Se han descubierto un sinfín de tejidos técnicos, la investigación ha logrado que las prendas y el calzado antirriesgo resulten confortables, ligeros y funcionales, muy distintos de como eran en sus comienzos. Y parte de la comodidad corre a cargo de los tejidos transpirables, así como de los que evitan el frío y el calor manteniendo el cuerpo a una temperatura estable.

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