La falta de efectivos, innovación y recursos desborda a la policía catalana en su lucha contra los ladrones del suburbano, donde la seguridad privada no puede actuar como se hacía antaño.
Martes, seis de la tarde. Una pareja de agentes de paisano de los Mossos d'Esquadra detienen a cuatro carteristas mientras éstos realizaban su trabajo diario en el Metro de Barcelona: desvalijar a turistas despistados, en este caso, en la parada de Diagonal de la línea azul. No es algo nuevo, pero sí que es una práctica que va en aumento debido, en parte, a la menor presión policial contra estos ladrones.
La batalla es diaria y de momento la ganan, de calle, los carteristas. Quienes se ocupan de cazarlos in fraganti en el suburbano son los agentes de paisano de los Mossos del Área de Seguridad del Transporte Metropolitano (Asmet). Por motivos de seguridad, la policía catalana no puede facilitar el número total de agentes que trabajan en el metro, aunque fuentes cercanas aseguran que aproximadamente tan sólo operan diez agentes divididos en dos turnos. Una decena de Mossos contra los casi 200 carteristas que se dedican a robar en el metro de Barcelona.
FALTA DE INNOVACIÓN El factor numérico no es el único en que los ladrones aventajan a los cuerpos de seguridad. Según fuentes del sector de la vigilancia, los Mossos "no están preparados para hacer frente a los carteristas", entre otras cosas porque no hay innovación en los métodos que se aplican para atraparlos. Por contra, los cacos cambian constantemente de técnicas a la hora de perpetrar los robos, y tienen en cuenta todos los factores de vigilancia a la hora de mejorar sus robos. Se las saben todas, o al menos eso intentan, explican quienes conocen su actividad diaria. En este juego del gato y el ratón, uno de los aspectos que deja fuera de combate a los agentes del Asmet es la ausencia del factor sorpresa. Los ladrones, en muchos casos, ya saben quiénes son, y si no es así, los detectan con facilidad.
IMPUNIDAD Un agente de seguridad privada, con años de experiencia combatiendo a los carteristas en el Metro de Barcelona, acompaña a Metrópoli Abierta en una ruta por las líneas y andenes más frecuentados por los ladrones. Pasada la media hora, aparecen en escena dos agentes de paisano a los que es fácil identificar. A uno de ellos le sobresale parte del walkie que lleva colocado en el bolsillo trasero del pantalón. Por contra, en las dos horas que dura el trayecto, este medio comprueba la gran cantidad de carteristas que operan en la misma zona, sin apenas control ni persecución por parte de las fuerzas de seguridad. Suben y bajan de los vagones, esperan en los pasillos, se colocan en las escaleras mecánicas... Cualquier rincón es bueno para llevar a cabo sus fechorías. Su sensación de impunidad es total: cuando son identificados, cambian su ruta y sonríen con aquella complicidad de quien ha sido descubierto.
Una veterana carterista, de origen rumano, explica a este medio que apenas tiene dificultades para llevar a cabo sus robos. De hecho, se ríe cuando se le pregunta por la presencia policial: "Casi no hay", afirma. Según ella, en el transcurso de un día puede llegar a amasar un botín superior a los 800 euros. Sus víctimas favoritas: rusos, chinos y japoneses, los más despistados y los que suelen llevar una mayor cantidad de bienes de valor consigo. Tras una breve conversación, recibe una llamada de una de sus compañeras que le indica que vaya hacia la zona del Camp Nou, aprovechando que hay partido del Barça. La mujer desaparece entre la masa, como una más, como cada día, y sin levantar sospecha alguna entre el resto de viajeros.
LA SEGURIDAD PRIVADA, SIN PODER ACTUAR Un asesor de ADN Sindical, sindicato con una fuerte penetración en el sector de la seguridad privada y los servicios de vigilancia, contrasta la situación actual con la vivida hace unos años en Transports Metropolitans de Barcelona (TMB). Previo al despliegue de los Mossos, cuando la competencia en el suburbano recaía sobre la Policía Nacional, existían equipos de seguridad privada dedicados casi de forma exclusiva a atrapar carteristas, en colaboración con los cuerpos policiales, explica. Ahora, los 500 agentes de seguridad privada que operan en el conjunto del metro --pertenecientes a Securitas y Prosegur-- ya no se dedican a perseguirlos. Según él, una de las claves para avanzar en la lucha contra los carteristas antaño era que las empresas de seguridad debían presentar resultados a la hora de avalar su trabajo en seguridad. Este hecho les obligaba a ser más vehementes en la lucha contra los ladrones, aprendiendo a base de ensayo y error e innovando constantemente.
En los últimos años, en cambio, existe un cierto desánimo entre los trabajadores de seguridad privada que operan en el suburbano porque, dicen, ven como los carteristas "se ríen de ellos en su cara" al tener una impunidad total. Y es que, según denuncian, apenas tienen margen de actuación para actuar contra los carteristas. "No se hace más porque no se quiere", sentencian.
ESTADÍSTICAS También creen que los hurtos en el metro han aumentado mucho más de lo que reflejan las estadísticas porque los números que presenta la administración "no contabiliza las tentativas o los robos no denunciados". Aunque no existe un recuento oficial sobre el número de robos cometidos en el Transporte Metropolitano de Barcelona, el aumento de hurtos en general en la capital catalana puede extrapolarse tanto al metro como al bus, según indican fuentes oficiales de los Mossos d'Esquadra. Hay que tener en cuenta que del total de delitos en Barcelona, el 60% de ellos son hurtos y de éstos, el 20% tienen lugar en el metro y bus, según las mismas fuentes.
¿DÓNDE ACTÚAN? Un veterano en la lucha contra los robos en el metro detalla los lugares preferidos de los carteristas para efectuar las sustracciones. "Se sienten cómodos en las escaleras mecánicas y físicas, sobre todo las largas, porque les da más tiempo para robar". La existencia de cámaras de seguridad en muchas de ellas no les disuade, ya que muchos turistas no denuncian, por lo que sus robos no tienen consecuencias, asegura. En lo que se refiere a las líneas de metro preferidas de los carteristas, en la jerga policial y de los vigilantes existe lo que denominan "el triángulo de las bermudas", que abarca a la línea azul, verde y amarilla. En concreto, los carteristas recorren las estaciones y vagones de Maria Cristina a Vallcarca (Park Güell), de Collblanc hasta Sant Pau y de Joanic a Bogatell, las líneas con mayor afluencia de turistas.
También hay franjas horarias preferentes para los malhechores del suelo subterráneo. Según fuentes cercanas a la seguridad privada, las horas en las que acentúan su actuación son al mediodía y a las diez de la noche, cuando los agentes de los Mossos d'Esquadra realizan el cambio de turno. En cambio, según la policía catalana, destacan las horas punta, en torno a a las siete de la mañana, cuando hay mayor afluencia de personas.
¿QUIÉNES SON? Otra de las claves en esta lucha contra los robos menores es la mayor cantidad de carteristas que circulan desde el último año en el metro. A las personas de origen rumano, búlgaro y bosnio, se les suman los provenientes de Latinoamérica, cada vez superiores en número. Según fuentes cercanas, éstos últimos "se están especializando en las líneas ferroviarias que llevan a los asistentes a festivales musicales, como el Primavera Sound, aprovechando la intensa afluencia de turistas, muchos de ellos ebrios, lo que facilita el hurto". Existe una cierta división por zonas, pero aun así se han producido peleas entre ellos por el territorio. Por ejemplo, se han dado trifulcas entre clanes rumanos contra bosnios y búlgaros, entre los que destaca la alta presencia de mujeres. Ahora también hay que sumar a un colectivo de Menas (menores no acompañados), que frecuentan la zona de la Vila Olímpica y mejoran concienzudamente sus métodos de robo.
Frente a este escenario, desde ADN sindical señalan que la lucha contra los carteristas podría ser mucho más efectiva si existiera una fuerte colaboración entre Mossos d'Esquadra y los agentes de seguridad privada que vigilan las instalaciones del metro. Entre otras propuestas, piden recuperar los operativos conjuntos entre policía y vigilantes, además de otorgar mayores funciones a estos últimos. Por su parte, TMB asegura que los recursos económicos destinados a la seguridad "han aumentado continuamente en los últimos cuatro años, hasta alcanzar los 25,6 millones de euros en 2018".
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