Los negocios son grandes si se hacen en fincas grandes. La dueña de Prosegur y sus hijos han construido un ejército de 170.000 agentes de seguridad de montería en montería.
En el edificio Lima de Madrid, en el 140 de la Castellana, no hay seguridad privada. Un portero de finca atiende si se le pregunta, pero casi nadie lo hace camino de sus despachos. Las casas de sus 19 plantas son oficinas, aunque el famoso arquitecto que las diseñó en los años 50 no les dio ese fin. Fuera, donde una placa en honor a Francisco Pizarro —“fundador de Lima”— y un cercado con una llama de piedra casi piden perdón por existir, el edificio se viste con trazas de amarillo, visible en los balcones y en la galería de plástico que lo señorea.
De amarillo hablamos, pues en el piso 11 tiene su domicilio el grueso de las empresas de la discreta, conservadora y argentina familia Gut Revoredo, dueña de Prosegur, ama y señora de la seguridad española, donde su hegemonía se parece cada día más a un monopolio. Prosegur no produce ni vende nada. No tiene fábricas ni patentes. Ni siquiera edificios. Solo coches y una central de alarmas. Su función se limita a distribuir uniformes, asignar horarios y abonar nóminas. Y, sin embargo, es la tercera compañía del país con más trabajadores (168.461), más que Mercadona y El Corte Inglés juntos, solo por detrás de ACS (181.527) e Inditex (171.839). El valor de la compañía, es decir, los 3.000 millones que vale en bolsa, es una ecuación con dos factores: 1) los contratos de vigilancia que consigue y 2) los márgenes de explotación que extrae de la gestión de las nóminas que abona.
Pero no he venido hasta aquí para ventear que Prosegur es la principal factoría de precariedad dentro de uno de los sectores más precarios, más alineados y, por tanto, menos movilizados de la economía. Estoy aquí porque a 23 metros sobre mi cabeza se aloja el otro imperio de Helena Revoredo Delvecchio (Rosario, Argentina, 1947) y sus cuatro hijos: Christian, Bárbara, Chantal y Germán Gut Revoredo; viuda e hijos de Herberto Gut, el empresario argentino que fundó Prosegur y que el 31 de mayo de 1997 se mató al volante de un Mercedes 500 a la altura de Buitrago de Lozoya. Un imperio en forma de cinco sociedades —Gubel SL, Agrocinegética San Huberto SL, Prorevosa SL, Hispaninver SL—, y 10.000 hectáreas repartidas en varias fincas en los municipios de Almodóvar del Campo y Puertollano (Ciudad Real) y Zafrilla y Salvacañete (Cuenca), donde la propia Revoredo y su hijo Christian, consejero delegado y heredero a todas luces, dan rienda suelta a su pasión por la caza mayor organizando monterías para los principales del país.
En la zona de Europa con más afición por el rifle de caza, no hay que ser un lince para entender la relación entre las grandes fincas cinegéticas y el factor uno de la ecuación. Un coeficiente dopado, por un lado por la presencia de Helena Revoredo en los consejos de administración de Endesa, Mediaset, el IESE y, hasta hace dos años, el Banco Popular, y, por otro, por la de Pedro de Borbón Dos Sicilias como administrador en todas sus sociedades cinegéticas. Como plebeyos y latinos emigrados, nada como tener a un aristócrata con semejante pedigrí a tu servicio para medir hasta qué punto has triunfado. Miro hacia arriba maravillada. No hace falta viajar a Sierra Morena para imaginar el fabuloso chiringuito de agentes de seguridad y cazadores de los Gut Revoredo. Son, sin duda, la expresión a mayor escala de esa inusitada genética emprendedora argentina con que todas nos hemos cruzado en nuestra vida, incluso sin tener que pisar una inmobiliaria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario