Esta zona del Fort Pienc es una de las favoritas de los delincuentes y ha salido a la luz su 'modus operandi'
Los vigilantes de seguridad hacen lo que pueden, pero el nivel de delincuencia es tan grande que no se pueden hacer cargo de todo el mundo", lamenta otra de las trabajadoras.
La estación de autobuses del Nord, desde hace tiempo, se enfrenta a un problema de seguridad: los robos tanto a turistas como a trabajadores. Los años de impunidad y la perfecta organización de los ladrones son el cóctel que provoca consecuencias para los pasajeros, que se convierten en su blanco fácil. Esta zona del Fort Pienc es una de las favoritas de los delincuentes y Metrópoli ha podido saber cómo funciona el grupo. "Han hecho del delito su trabajo y modo de vida", explica una de las trabajadoras, que lleva más de 24 años regentando una tienda del interior del recinto.
Según confirman las fuentes consultadas por este medio, el perfil de ladrones siempre suele ser el mismo: jóvenes de origen marroquí que actúan, sobre todo, durante la tarde y la noche. Sus víctimas favoritas son los asiáticos, ya que son el grupo de turistas que suele llevar más objetos de valor encima. Pero no solo roban a los pasajeros, los mismos trabajadores son víctimas de estos multirreincidentes.
LOS VIGILANTES, DESBORDADOS "Hace poco entraron a robar en una tienda, lo hicieron dos veces en menos de dos horas. A mí también me han intentado robar un par de veces. Los ladrones suelen ser jóvenes de entre 16 y 30 años y tienen total impunidad, nunca les pasa nada. Los vigilantes de seguridad hacen lo que pueden, pero el nivel de delincuencia es tan grande que no se pueden hacer cargo de todo el mundo", lamenta otra de las trabajadoras.
Otra comerciante, que ha querido preservar su anonimato, lleva 24 años en una tienda del recinto de la estación. Conoce a la perfección el funcionamiento de estas bandas urbanas, que han hecho de la delincuencia su 'modus vivendi'. Lo que más frustración les produce a los afectados es la gran presencia policial que hay en el recinto, ya que comparten espacio con una comisaría de la Guardia Urbana, pero aseguran que las detenciones de estos delincuentes no son habituales.
DELINCUENCIA COMO TRABAJO Los trabajadores los tienen completamente identificados. Son un grupo de unos diez jóvenes, perfectamente organizados y que se dedican a la delincuencia de manera profesional. Para no levantar sospechas, van vestidos con ropa elegante y elitista, pero hay dos detalles que los delatan: las bambas para poder correr lo más rápido posible después del hurto y su actitud, en guardia constante, buscando a la presa ideal.
Muchos de ellos van en patinete y bicicleta para poder fugarse a toda velocidad después de quedarse con las pertenencias de los pasajeros. No son lobos solitarios. Actúan en grupo y están perfectamente organizados. De hecho, tal como explica una de las afectadas, suelen utilizar cascos inalámbricos por los que se comunican hablando con los miembros de la banda, que están pendientes a todos los movimientos para actuar sin que los pillen.
TURISTAS Y TRABAJADORES A todo esto hay que sumarle que las conversaciones son en árabe, un idioma completamente desconocido para las víctimas. De esta manera, se pueden coordinar y comentar la jugada sin tener que preocuparse de interferencias externas. Se suelen dividir por la estación y esperan a que llegue el momento ideal para delinquir. Este truco funciona, sobre todo con los turistas, pero los trabajadores ya se conocen todas sus jugadas.
Aun así, no pueden evitar ser víctimas de robos. Tal como explica una de las trabajadoras, en los últimos días han robado el bolso a una anciana y a una compañera suya. También ha podido ver cómo entran en las tiendas, cometen los hurtos y se van corriendo. Lo hacen tan rápido que, en ocasiones, no tienen tiempo de avisar a los vigilantes de seguridad y se ven obligados a enfrentarse ellos mismos a los ladrones.
NEGOCIO GENERACIONAL "En ocasiones es un 'negocio generacional' y son los mismos padres los que incitan a robar a sus hijos menores de edad. Durante el día, se van a las zonas turísticas de Barcelona como la Rambla para hurtar a los turistas. Cuando se empieza a hacer de noche, se desplazan hasta aquí para seguir haciendo lo mismo. Conocemos sus caras a la perfección porque siempre suelen ser los mismos", lamentan las fuentes consultadas. Estos robos se han convertido en el pan de cada día en la estación y los trabajadores tienen que ver a diario cómo aprovechan los momentos de distracción de las víctimas para hacerse con sus objetos personales para, posteriormente, revenderlos en la economía sumergida. "Son siempre las mismas personas. Es una situación frustrante, porque nosotros, como trabajadores, no podemos hacer nada", concluyen las fuentes consultadas.
SIN RESPUESTA Metrópoli ha contactado con el Ayuntamiento y con los Mossos d'Esquadra para saber su versión de los hechos, pero a fecha de publicación no ha obtenido respuesta.
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