Obsesionado por el reconocimiento internacional de que la organización del Mundial es un éxito, el emirato ha desplegado una cantidad de ingente de medios materiales y humanos para controlar al milímetro el tránsito de los espectadores a los partidos.
Acaba por ser monótono el ejercicio de consultar todas las mañanas la prensa local de Qatar. Bueno, hace ya muchos días que lo es. Junto a los resultados de los partidos que se van disputando en este Mundial, aparece una catarata de noticias que responde a dos categorías: una se podría denominar "lo estamos haciendo fenomenal" y la otra "gente de otros lugares dice que lo estamos haciendo fenomenal". Apliquemos por tanto el silogismo: puesto que la prensa qatarí está obsesionada con ese reconocimiento de que la organización del Mundial es un éxito y puesto que la prensa qatarí no es libre porque está directamente controlada y gobernada por la dictadura que rige el país, podemos concluir que la dictadura que rige el país está obsesionada con el reconocimiento de que la organización del Mundial es un éxito.
No obstante, hay que reconocerle al emirato que, en muchos sentidos, la organización del Mundial está siendo de hecho un éxito. Si nos abstraemos (y no es sencillo ni recomendable hacerlo) de cuestiones relativas a los Derechos Humanos, sociales, políticas, climáticas o medioambientales, puede que el de Qatar esté siendo el Mundial mejor organizado de la historia.
Control total Hay muchos factores que influyen en que (quizá) así sea, pero el principal radica en la descomunal inversión de recursos materiales y humanos que ha realizado el régimen para que nada se le vaya de las manos y todo esté hipercontrolado en todo momento y lugar. Han cerrado al tráfico kilómetros y kilómetros de avenidas junto al Corniche, la bahía de la ciudad, y se han quedado tan anchos. Es un exceso, sí, pero solo uno de tantos.
Esto lo han conseguido con una receta que usan para todo y que a ratos resulta desesperante: hay como un trillón de vallas repartidas por toda la ciudad. Si esto fuera una democracia, habría bofetadas por conseguir la contrata de las vallas, porque quien se la haya llevado es posible que sea ahora mismo la persona más rica del mundo.
Cortes de tráfico Las vallas son un elemento de organización indiscutible, pero también de frustración. Con ellas, cortan carreteras, acotan calles y, sobre todo, crean circuitos laberínticos para acceder o salir de los estadios, las estaciones de metro, las 'fanzones' o los 'hubs' de autobuses. Y eso provoca que, pese a que los servicios de transporte te dejan prácticamente en la puerta de los estadios, centros de prensa y lugares de entrenamiento de las selecciones, el contador de pasos rara vez baje de los ocho kilómetros caminados al día a puro de dar vueltas que carecen de sentido, salvo el de alargar las colas.
Los primeros días costaba asumir cosas como que tengas una parada de metro delante de tus narices y te digan que tienes que entrar por la otra: "¿La que está justo al otro lado de la autopista, sin ningún paso peatonal hasta ella a la vista?", preguntamos (más o menos así) con cierta estupefacción. "Sí, señor". Llegar a ella llevó 15 minutos adicionales de caminata. Y no es ser un quejica, es solo contar lo que pasa.
Todo ese trillón de vallas está complementado con alrededor de un millón (una exageración como otra cualquiera) de policías, empleados de seguridad y voluntarios que velan por el estricto seguimiento de los recorridos trazados por esas vallas. Hay personas aquí que se pasan muchas horas al día agitando un haz de luz o sosteniendo un dedo de gomaespuma mientras dicen en inglés la consigna que les han encargado: "Metro, por la derecha", "prensa, en esa dirección", "estación cerrada"...
Evacuaciones Las evacuaciones de los estadios son la quintaesencia de la organización qatarí. Los espectadores a los partidos se van colocando en rebaños según salen del estadio rumbo al metro, mientras en puntos estratégicos hay voluntarios sosteniendo carteles verdes de "go" (avanzar) que en su reverso son rojos y pone "stop". Y consiguen el efecto deseado de que todo sea eficiente. De hecho, cualquier vagón de metro en Madrid, Barcelona o Bilbao está muchísimo más lleno a la salida de un estadio (o a las ocho de la mañana de un día de labor) de lo que lo están los qataríes.
Así que, sí, es muchas cuestiones la organización de este Mundial está siendo un éxito. Es más fácil con recursos ilimitados, como los que se ha autoasignado Qatar para el evento, pero no esconde una planificación realizada al milímetro y cuyo funcionamiento, en ese sentido, está siendo impecable. Los 'Pravda' qataríes, en fin, tienen su parte de razón.
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