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17 de agosto de 2019

Así se gestiona el Palacio de Deportes de Madrid

Durante un concierto pueden trabajar 529 personas.

El 26 de junio de este año, 26 tráilers como los de la imagen de la derecha tomaron el WiZink Center horas antes de que Elton John actuara en Madrid. En estos camiones viajaban desde las piezas para montar el escenario hasta el cepillo de dientes de la estrella británica, y todo sin sobrepasar los 2.000 kilos por metro cuadrado de peso permitido en pista.

La gestión de un concierto de esta magnitud es un show en el que actúan el promotor y la sociedad gestora del Palacio de los Deportes, Impulsa Eventos e Instalaciones. La empresa ganó en 2014 un concurso público convocado por el Instituto Madrileño del Deporte y tiene un contrato hasta 2023, prorrogable a cinco años más. Desde noviembre de 2016 WiZink da nombre al recinto.

En 2018 se celebraron en el Palacio 170 eventos, de los que 93 fueron conciertos. "El WiZink Center cerró 2018 como el mejor año desde su inauguración en 1960. Nuestro recinto es el tercero del mundo y el primero de Europa en número de eventos, solo superado por el Madison Square Garden de Nueva York y el The Forum de Los Ángeles. Al llegar optamos por un nuevo modelo de gestión para multiplicar las posibilidades de la polivalencia del espacio y dotarle de más agresividad comercial. Es decir, pasar de ser unos meros alquiladores a prestadores de servicios. Invertiremos más de 10 millones de euros antes de que acabe la concesión", asevera Manuel Saucedo, consejero delegado de Impulsa Eventos e Instalaciones.
Epicentro de conciertos

En el organigrama de Impulsa figuran departamentos como el de Operaciones y Producción, Ticketing, Seguridad, Hostelería o Comercial, básico para la captación de clientes nacionales e internacionales. "Madrid se ha convertido en un punto de referencia en las giras internacionales porque está de moda y porque es una ciudad donde se venden muchas entradas", explica Saucedo. En un concierto pueden trabajar 60 vigilantes de seguridad (más 10 del equipo del departamento de Seguridad), 55 auxiliares, 110 informadores y acomodadores, 14 miembros de personal sanitario, 80 de Hostelería y 200 de Producción.

Una vez que la presencia de un artista en el WiZink está confirmada, el primer paso es decidir el formato que tendrá su concierto. Puede oscilar entre recitales para 3.630 espectadores (The Box), hasta los 5.630 del formato Ring o los 8.706 del Ring Plus, hasta llegar a su aforo máximo de 17.453 espectadores. ¿El coste? Desde 10.000 euros. "La antelación suele ser de seis meses a un año, ya tenemos casi el calendario de 2020 y shows cerrados para 2021", afirma el directivo. El equipo de Operaciones y Producción es el encargado de coordinarse con la promotora del concierto. "El trabajo más activo se produce un mes antes de la fecha prevista para determinar los dispositivos de seguridad y elaborar una escaleta de producción", aseguran Raúl Domínguez y Jesús Tena, miembros de este departamento. Trabajan con ciertas limitaciones como que el techo técnico soporta 60 toneladas o que la fachada aguanta 500 kilos por metro cuadrado.

El montaje siempre se produce el mismo día del concierto y durante la actuación, el equipo está en stand by por si surgen problemas. Domínguez y Tena enumeran algunos posibles: "Los relacionados con la climatización, necesidades específicas de seguridad, que se haya ido la luz en un camerino o que se haya duplicado un sector entero de entradas. Somos los 'directores de orquesta". Comparten la batuta con Juan Carlos Ruiz, director de Seguridad del recinto. "Seis meses antes del concierto empezamos con el análisis del evento. Lo primero, para determinar un aforo, es analizar el perfil del público -si es un target juvenil, la ratio será inferior-. Una vez hecho el plan de seguridad, existen unas reuniones semanales en la Delegación de Gobierno en las que participa el director general de Seguridad Ciudadana, la Policía Nacional, Municipal, Protección civil, Samur y Bomberos, entre otros, para establecer si hay un riesgo medio, bajo o alto".
Antes de cada evento hay una reunión de seguridad.

La climatología -si hace calor, el cambio térmico del exterior al interior es más acusado y hay más riesgos de bajadas de tensión- o la procedencia del artista -si es internacional, hay más falsificaciones de entradas- pueden determinar ese nivel de riesgo. Además de los efectivos sanitarios públicos, el WiZink cuenta con un sistema sanitario privado y, desde el próximo septiembre, tendrá una unidad de bomberos propia. El atentado durante el concierto de Mánchester en 2017 o el de la sala Bataclan en París en 2015 han incrementado los protocolos de seguridad. "Hemos incorporado perros para la detección de explosivos", cuenta Ruiz. Además antes de cada evento se chequean 800 puntos del recinto, que incluyen salidas de emergencia, retenedores, extintores... "Nuestro trabajo es preventivo y proactivo".

El equipo de Seguridad -que está subcontratado, como el de limpieza- también está formado para saber cómo actuar en caso de avalancha o para algo más común, lidiar con los asistentes con una entrada duplicada. Como detalla el jefe de Seguridad, "es necesario un personal cualificado que empatice con el afectado. Nosotros lo único que podemos hacer es expedir un documento de que su entrada ha sido duplicada para que denuncien". Un problema que se acrecienta si tenemos en cuenta que el 30% de los asistentes a un gran concierto son de fuera de Madrid. Los que consigan entrar al recinto disponen de 18 barras que gestiona la propia Impulsa. "El 90% depende de nosotros, mientras que el 10% corresponde a terceros a los que alquilamos el espacio por una media de 30.000 euros al año", detalla Saucedo. Las salas vip y sus palcos también están gestionados por Impulsa.

La importancia creciente de la sostenibilidad para las empresas también afecta a la gestión de un concierto. "Reciclamos y somos sostenibles con las toneladas de residuos que se generan. En una sola noche se pueden almacenar un contenedor de vidrio de 120 litros, dos o tres orgánicos de 800 litros y 20 contenedores de plástico", dice Saucedo. En septiembre ya no habrá pajitas de plástico en el WiZink y están estudiando poner placas fotovoltaicas para ser autosuficientes enérgicamente. "Nuestra factura de la luz es de unos 700.000 euros al año".

Cuando acaba el concierto no termina el trabajo. "A la mañana siguiente la pista tiene que ser una cancha de baloncesto", aseguran Domínguez y Tena. Los camerinos se transforman para sus siguientes moradores, quizá hasta haya que quitar el jacuzzi que ha pedido la última estrella en ocuparlo o la mesa de ping pong que hubo que instalar. Fuera del backstage "lo básico es que la producción musical se desmonte cuanto antes para iniciar nuestras operaciones, que van desde el movimiento de gradas a la adecuación de la pista. En un día importante pueden estar trabajando a la vez 150 personas cuando el público se ha ido. The show must go on".

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