En el Día Internacional de los Trabajadores, el Sindicato Independiente de Melilla quiere focalizar sus reivindicaciones ante el sector de la seguridad privada, tan denigrado y denostado tanto por la administración como por la ciudadanía.
Los vigilantes de seguridad son un gremio explotado por unas empresas que ofertan a la baja para recuperar sus beneficios a base de triquiñuelas en los cuadrantes, horas extraordinarias o acumulación de horas a bajo precio, pero si culpables son las grandes empresas que practican este tipo de condiciones laborales, más culpables son las entidades que aceptan tener contratadas a este tipo de empresa, sobre todo, cuando estas utilizan dinero público y cuya fiscalización deja mucho que desear.
Por otro lado, están las condiciones físicas del trabajo de seguridad privada en general, con recintos de descanso fuera de cualquier precepto de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales (LPRL). El vigilante de seguridad no puede abandonar su servicio para hacer sus necesidades, por ejemplo, como ocurre con cualquier coche patrulla de las fuerzas y cuerpos de seguridad, y, sin embargo, hemos visto estas Navidades a vigilantes literalmente “tirados” en la calle sin una simple silla donde descansar durante sus 8 horas (si son 8 y no 12…).
Esta circunstancia cuenta con otro agravante, el de la burocracia, porque mientras se denuncia ante la Inspección de trabajo y llega la sanción han finalizado los servicios a realizar y la única solución llega a través de una sanción —normalmente no muy elevada— a la empresa. El contratante se va de rositas y el vigilante no ha ganado nada, mientras que al empresario le ha salido más barato pagar la sanción que adecuar el lugar conforme a la LPRL. Si ya de por sí el trabajado de vigilante de seguridad es penoso por su salario y el número de horas que debe realizar, los constantes incumplimientos de las empresas y la burocracia convierten al sector en indigno como trabajo del Siglo XXI.
Por todo ello, desde el SIM queremos hacer ver la realidad de un sector que recibe poca empatía por parte de las administraciones, a las que pedimos que se sienten a recapacitar en cuanto a exigencias a unos empresarios que han convertido el sector en una subasta a la baja en la que siempre pierden los mismos: los vigilantes de seguridad.
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