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2 de marzo de 2019

Renfe expone su problema en ARCO

La campaña de concienciación de Renfe muestra un vagón de cercanías asaltado por grafiteros. Cuelga una puerta de un vagón pintarrajeado por grafiteros para denunciar que sus acciones le cuestan 15 millones al año.

En Arco, la Feria Internacional de Arte Contemporáneo que se celebra estos días en Madrid, vale todo para llamar la atención. Lo mismo se expone un ninot del Rey que cualquier fruslería. Lo importante no son tanto las bellas artes como que la pieza alcance precios estratosféricos. Como en toda exhibición de esta naturaleza, cotiza al alza la capacidad para sorprender. Si el martes eran Santiago Sierra y Eugenio Merino los que copaban los titulares, en la inauguración del festival Renfe se hizo ayer un hueco entre el marasmo de participantes. La empresa ferroviaria ha concurrido al recinto ferial para exponer una puerta de un tren de cercanías pintarrajeada por los grafiteros. Para incitar a la reflexión, la obra se expone bajo el provocador lema de 'La obra más cara'. No en balde, cuesta al erario público 15 millones de euros. Esta cifra astronómica incluye no solo la limpieza de los vagones, sino todos los costes asociados que comporta el vandalismo. Un desembolso millonario que es todo «un lujo que no nos podemos permitir», según reza la campaña.

Un grafiti en un tren sale por un pico. Exige retirar el convoy de la circulación, inmovilizarlo en el taller para adecentarlo, ocasiona retrasos y demanda un refuerzo del personal. Solo en la seguridad y vigilancia, la compañía tiene que gastar 10 millones adicionales, lo que eleva el coste total a 25 millones. «Queremos transmitir un mensaje y un ejercicio de concienciación social y ciudadana de lo que representan los grafitis en los trenes; todo arte tiene su espacio, pero el transporte público no es un sitio adecuado para plasmarlo», aseguró ayer el presidente de Renfe, Isaías Táboas.

Incremento de la violencia De acuerdo con los datos de la empresa, los grafiti «casi se han duplicado» desde 2008. Por añadidura, es un fenómeno que sufren en carne propia los propios viajeros. Los grafiteros «cada vez emplean más violencia y en muchos casos actúan como «grupos organizados», señala la corporación. El mero hecho de accionar el aparato de alarma, lo que obliga al tren a detenerse, pone en riesgo la integridad de los usuarios, alega la empresa. La 'performance' de Renfe tiene su continuación en las redes sociales. Por cada tuit que se difunde con la etiqueta #LaObraMásCara, el precio de la obra se rebaja en 2.000 euros. El objetivo es que al final el marcador de los 15 millones de euros vaya menguando de forma que la factura se reduzca a cero.

Para los grafiteros, que en su jerga particular se hacen llamar 'escritores', lo importante no es tanto el resultado estético de sus obras como la emoción, el riesgo y la aventura. Para realizar sus dibujos no se detienen ante nada. Los que operan en el metro se cuelan en los conductos de ventilación, destrozan sensores, desplazan la orientación de las cámaras de seguridad y se enfrentan a vigilantes, policías, viajeros y maquinistas. Renfe calcula que sufre una media de once ataques diarios de grafiteros. En el metro de Barcelona la cifra se reduce a un promedio de cinco. El problema viene de antiguo. Desde hace 20 años, los vagones, especialmente los del suburbano, sufren los asaltos de estos fanáticos del espray. Millones de euros se gasta Renfe al año en reparar los desperfectos causados por los grafiteros y en prevenir sus ataques. El montante incluye, además del precio de las pinturas, disolventes, talleres o personal, el coste de mantener inmovilizado el material rodante y los diez millones que debe pagar por reforzar la vigilancia y la seguridad.

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