Un vigilante que trabaja en el restaurante La Olla de Pamplona cuenta cómo un niño de 8 años le pidió ayuda
Rubén Anaut, pamplonés de 44 años y vigilante de seguridad desde hace 15, vivió una escena el pasado día 11 a la salida de la corrida de toros de la Monumental que le llena de orgullo contarla. Dice que esa noche de trabajo (hace jornada de 20.00 a 8.00 horas) la vivió de dulce después de ayudar a un niño de Pamplona de 8 años a reencontrarse con su abuela, de la que se había perdido tras saltar al ruedo a celebrar el triunfo de Roca Rey.
El chico acudió primero al punto de encuentro que habían pactado, en la residencia existente entre la calle Amaya y la avenida Roncesvalles, y al ver que transcurrían los minutos sin ver a su abuela, decidió pedir ayuda a Rubén, que trabaja durante Sanfermines como vigilante en el restaurante La Olla, enfrente de donde se hallaba. A Rubén, además, se le ve fácil, mide 1,92 metros y porta el uniforme de su empresa y, por encima, un chaleco fosforito con el logotipo de seguridad. El niño, que estaba en la otra acera a solo 20 metros, le cogió de la mano, le agarró de la mano y más tranquilo que muchos adultos le soltó: "Necesito tu ayuda, me he perdido".
Rubén Anaut rememora ahora la historia en charla con este periódico después de haber escrito un hilo en la red social Twitter que se ha viralizado, con más de 55.000 visualizaciones. En dicho hilo, donde cuenta los detalles de la historia, Rubén quería también aleccionar de la "buena educación" que había recibido el niño. "Lo que me sorprendió es que en ningún momento le vi nervioso pese a ser tan pequeño. Y él tenía muy claro que tenía que acudir al punto de encuentro que había pactado con su abuela o pedir ayuda a un policía o a un vigilante. Y me gusta que me viera como alguien de confianza, porque no somos policías, pero nuestro trabajo es proteger a la gente".
Cuando el chico le dijo lo que había ocurrido, el vigilante le dijo que no se preocupara, que iban a encontrar a su abuela enseguida. Le pidió el número de teléfono si lo recordaba, pero le dijo que le faltaba alguna cifra pero que el de su madre "lo recordaba seguro. En efecto, cogí el móvil, llamé al número que me iba diciendo de su madre, que ya había contactado con la abuela, y le conté dónde estábamos. Le dije que lo mejor era que ella telefoneara a la abuela y viniera a la puerta del restaurante porque nosotros íbamos a estar allí bien visibles". El niño siguió en el lugar sin sentirse incómodo. Iba vestido de pamplonica, le dieron un botellín de agua e incluso le comentó a Rubén que "Roca Rey había toreado muy bien y había abierto la puerta grande". Así se enteró Anaut de quién triunfado esa tarde.
Al poco tiempo, por la terraza, apareció la abuela del niño y se fundió en un abrazo con su nieto. No hubo ni un reproche. A Rubén le abrazaron los dos y le dieron las gracias. Y también la madre le llamó por teléfono para compartir el agradecimiento. Pero él les repitió que las gracias eran suyas por haber educado tan bien al niño y que supiera como actuar en un momento así. "Fue algo muy reconfortante poder echar una mano", sentencia Rubén, alucinado aún de la cantidad de reacciones de su historia.
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