Los sindicatos mayoritarios de este país, CCOO y UGT, solo consiguieron reunir a 500 personas en su (única) manifestación contra la subida de los precios del pasado miércoles en Madrid. Vox congregó a 3.000 el sábado, en ambos casos según datos de la Delegación del Gobierno. Ninguna de las dos organizaciones sindicales llevaron la voz cantante en las últimas protestas que han paralizado el país, como la huelga de estibadores y la de controladores aéreos. Desde que Pedro Sánchez es presidente, no han convocado ninguna huelga general. Y los datos de afiliación están en mínimos de los últimos 30 años, pese a la precariedad laboral.
¿Está agotándose el modelo de los sindicatos tradicionales? La caída de la afiliación no es un fenómeno exclusivo de España, resaltan los siete expertos consultados para este artículo, sino que la tendencia es la misma en Europa. Tiene que ver con la deslocalización de las grandes compañías, con que los trabajadores cambian más frecuentemente de empresa y con la alta tasa de temporalidad y de empleo a tiempo parcial.
«Los sindicatos son de la época industrial, cuando los intereses de los trabajadores eran más homologables y las condiciones eran más precarias: los trabajadores industriales tenían trabajo indefinido, pasaban toda la vida en la misma empresa, mejoraban su salario con la antigüedad… ahora los centros productivos están más fragmentados, hay mucha pyme que solo consiste en un dueño y dos empleados», explica el sociólogo del Trabajo David Luque, profesor en la Universidad de Oviedo. La deslocalización y el teletrabajo tampoco ayudan, ya que organizarse en muchos casos es más complicado que colgar un cartel de anuncios en el comedor de la fábrica. También influyen características propias de la era actual: «Antes lo central eran los valores del trabajo, la gente se identificaba mucho con su trabajo, pero ya no te centras tanto en tu ocupación y salario como en tu identidad sexual, de género, en el ecologismo, en la crítica al sistema político… y somos más individualistas», señala el profesor.
Y del modelo español: independientemente de que el trabajador esté afiliado o no, lo que negocien los sindicatos le beneficia. Es a lo que se llama «el gorrón». En Reino Unido, en cambio, lo negociado por las organizaciones sindicales solo repercute en los afiliados, lo que incentiva la participación. Aun así, que los sindicatos españoles tengan pocos afiliados no quiere decir que no tengan poder, recalcan todas las fuentes. «No solo hay que fijarse en las tasas de afiliación, sino en las de cobertura por una negociación colectiva, y en esa variable España se encuentra casi al nivel de los países del norte de Europa», remarca César Rodríguez Gutiérrez, Catedrático de Fundamentos del Análisis Económico.
En España el Estatuto de los Trabajadores establece que las relaciones laborales se basan en las elecciones sindicales, en las que se eligen a los delegados sindicales, y en ellas puede participar cualquier trabajador. Eso lleva a que el 55% de los asalariados cuenten con representantes sindicales, aun con la baja tasa afiliación. Pero tampoco hay que despreciar estas cifras: «Los sindicatos son las organizaciones sociales con más afiliados del país, por encima de los partidos políticos y solo superados por los clubes de fútbol en conjunto», apunta el profesor de Sociología del Trabajo de la Universidad de Valencia Pere J. Beneyto.
Sin embargo, al mismo tiempo se ha producido un repunte de la afiliación a sindicatos profesionales. Analizar el fenómeno resulta complejo por la falta de datos oficiales. Muchas de las estadísticas que elaboraba el Ministerio de Trabajo dejaron de publicarse, apunta Miguel Ángel Malo, profesor de economía en la Universidad de Salamanca, por lo que la mayoría de las cifras proceden de encuestas. Sí hay consenso en los datos de afiliación, y en la primacía de CCOO y UGT, que siguen ostentando dos tercios del total de afiliados y también de representantes sindicales. El tercio restante estaría ocupado por los sindicatos nacionalistas, vascos (ELA-STV y LAB) y gallegos (CIG) y por los sindicatos profesionales, corporativos e independientes.
¿Es el momento del resto de sindicatos, pues? Los expertos no han percibido un movimiento especialmente fuerte a favor de las organizaciones que no son CCOO ni UGT, pero sí consta que son más representativos que hace unos años: ahora es del 29,6% mientras que en el 2000 era de un 21%, recalca J. Beneyto. En total, son alrededor de 1.200 los inscritos en el registro oficial del Estatuto.
El éxito de los sindicatos profesionales podría estar detrás de estos datos. Los maquinistas del metro, los médicos, los estibadores, los controladores aéreos… son muchos los sectores donde los sindicatos tradicionales no son predominantes, sobre todo, en las profesiones con alta capacidad de negociación, donde les interesa más ir por su cuenta. En el sector público, destaca el poder del CSIF -con menos representatividad que CCOO-, pero sobre todo llama la atención de J. Beneyto el crecimiento de los sindicatos corporativos o de subsector, como de maestros, enfermeros o pilotos.
«En 2010, la asociación profesional de controladores aéreos, que eran unos 1.000, estos pararon el país y enlaces internacionales provocando unos días de caos y pérdidas millonarios, el Gobierno tuvo que declarar el estado de alarma o alerta. No todo es así, pero las organizaciones que logran situarse en nichos concretos y muy potentes eso les da un peso muy superior, pueden tener menos afiliación pero más poder, y eso les hace atractivos para los trabajadores de ese subsector. Eso explica unas dinámicas de crecimiento de estas opciones más corporativistas», expone el sociólogo.
«Tienen más paciencia con el PSOE, porque la alternativa es muy negra» El secretario general de UGT, Pepe Álvarez, pidió en la manifestación del pasado miércoles al Gobierno que presionase a la UE para controlar los precios de la energía. Pero los sindicatos no han ido a más mientras los transportistas paran, el campo se manifiesta, los precios de la gasolina, el diésel y la electricidad escalan a máximos históricos y la cesta de la compra alcanza su precio más alto en 20 años. La última huelga general a la que UGT y CCOO se sumaron fue la feminista del 8 de marzo de 2018, aunque solo contribuyeron, finalmente, con un llamamiento a la huelga de dos horas por turno, frente al parón de 24 horas que promovieron CGT y CNT. La última de 24 horas que convocaron estos dos sindicatos fue la de 2012 contra las políticas de ajuste del Gobierno.
«CCOO y UGT tienen mucha más paciencia con el PSOE que con el PP, tienen más sintonía y es lógico. Pero es que la alternativa para los sindicatos a este Gobierno es muy negra. Dirán: ‘¿si ayudamos a hundir este Gobierno, qué nos viene?’. Un Gobierno del PP con Vox sería complicado para los sindicatos», reflexiona Luque. Llama la atención también sobre cómo el Gobierno puede estar eclipsando a los sindicatos, al contar con por primera vez un partido más a la izquierda que el PSOE y estar aprobando medidas sociales como el ingreso mínimo vital, los ERTE, el plan ‘me cuida’… Sin embargo, las dos mayores huelgas generales que han tenido lugar en el país se llevaron a cabo con el PSOE en el poder, gobernando Felipe González y Zapatero, señala Juan José Dolado, economista y catedrático de la Universidad Carlos III de Madrid, que también opina que los sindicatos «siempre han sido más duros con gobiernos progresistas». «(En la de 1988) Madrid era como el primer día del confinamiento, no había nadie por la calle», recuerda.
No es posible saber si los sindicatos mayoritarios habrían organizado una huelga general de haberse dado la situación actual con un Gobierno del PP, pero la aparente paciencia de los UGT y CCOO con el Ejecutivo de Sánchez está sirviendo de combustible a la extrema derecha, que critica asimismo la buena relación de la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, con CCOO, ya que su padre Suso fue secretario general del sindicato en Galicia durante 12 años. El diagnóstico de Vox incluye que los sindicatos de clase permanecen callados por el aumento de las subvenciones públicas, y ha pedido suprimirlas. CCOO y UGT recibirán este año 17 millones de euros del Gobierno, un 18% más que el año anterior.
Preguntado al respecto en una entrevista con este medio, el secretario general de CCOO, Unai Sordo, aseguró que la financiación de recursos pública para los sindicatos es ínfima y que su sindicato se financia por recursos propios en torno al 85%. «Es un mito urbano comparable a decir que los niños vienen de París decir que los sindicatos en España se financian por subvenciones cuantiosas», afirmó. Los expertos coinciden en que las subvenciones a las organizaciones sindicales más representativas tienen sentido porque tienen el deber de negociar los convenios colectivos para todos los trabajadores, no solo para sus afiliados.
«En España, lo que negocian los sindicatos y los representantes de las empresas afecta a casi la totalidad de los trabajadores, estamos hablando que el 90% de los trabajadores están cubiertos por algún tipo de convenio según la EPA. Solo hay algunos sectores que no tienen negociación colectiva, más los directivos de las empresas, o quienes cobran el salario mínimo», explica Marta Martínez Matute, profesora del departamento de Análisis Económico de la Universidad Autónoma de Madrid. «La gente dice: ¡no son representativos! Pero se podría hacer la misma comparación con los partidos políticos, son representativos en tanto en cuanto la gente les vota», incide Malo. «La alternativa a no tener sindicatos es mucho más negra para el 99% de los trabajadores», reflexiona, por su parte, Luque. «¿Podríamos tener mejores sindicatos? Posiblemente, pero sin sindicatos nos iría muchísimo peor».
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