Un reciente suceso ha sido noticia por la actuación de cuatro vigilantes de seguridad en una estación de Renfe en Cataluña.
Muchos periódicos y cadenas de televisión han difundido imágenes de la incidencia. Pocos los que han contrastado el inicio de esa intervención, porque en el ejercicio de la labor de periodista también ejercen de jueces y parte. Incluso califican a los compañeros de “seguratas” y “racistas”. Y todo porque la persona que genera el altercado es de color. Poco importa si ha saltado el torno para viajar gratis, poco importa que hiciera caso omiso a las indicaciones de su deber como ciudadano y poco importa que su reacción fuese violenta llegando a agredir a estos vigilantes. Todo importa poco si la noticia genera morbo y sensacionalismo, que es lo que venden algunos medios.
Los vigilantes de seguridad también podrían tener calificativos para este tipo de periodismo que ampara las agresiones a todo aquel que quiera cometer un acto incívico. A mi manera de ver, un periodista debe ser como un notario; debe contar la noticia desde el ojo de la imparcialidad y no desde un determinado color político.
Un periodista no tiene por qué darme una opinión sobre unas imágenes que me está mostrando. La opinión debe tenerla cada uno, pero no hacer uso de un medio para imponer su criterio particular. A esos mal llamados periodistas podríamos calificarlos de “juntaletras” o “sectarios informantes”, no queriendo generalizar, ya que hay muy honrosas excepciones. Un periodista es aquel que transmite información con veracidad y diligencia. De otra parte está la empresa de seguridad que se plegará, como siempre, a lo que le imponga la empresa contratante. A día de hoy el cliente pide la retirada de esos efectivos de sus estaciones y la empresa claudicará y pasará por el aro.
Nadie defiende la tarea del vigilante de seguridad. El cliente que contrata precisamente la seguridad para que exista un orden en sus instalaciones escurre el bulto con esa petición. La empresa que no defiende el trabajo de sus vigilantes aún no se ha pronunciado y los usuarios que había en las instalaciones sólo se pusieron a grabar, como siempre. Hoy todo se graba y se divulga en busca de una notoriedad efímera sin contrastar nada.
Han de saber los vigilantes de seguridad que están siempre solos ante las adversidades. Si actúas, malo. Si no actúas, malo también. Para el cliente eres un gasto, para tu empresa una vaca a quien ordeñar y para la sociedad en general eres invisible. Incluso cuando eres el agredido no tienen tus heridas la gravedad e importancia que esos medios necesitan para generar noticia, ni hay cerca un tonto necesario con un dispositivo para grabar. Tirando de ironía se puede comprender por qué se llaman medios, será porque muchos de estos nunca llegan a ser “completos”.
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