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14 de agosto de 2018

Las lecciones aprendidas de los atentados del 17-A

Varios personas son atendidas en el lugar del atropello masivo en las Ramblas de Barcelona, el 17 de agosto de 2017Las Fuerzas de Seguridad del Estado y los Mossos d’Esquadra, tras examinar lo sucedido hace un año en los atentados de Cataluña, ponen en marcha estrategias que mejoren el sistema de actuación y protección

Los atentados yihadistas en Cataluña han servido para detectar debilidades de nuestro sistema de protección que fueron aprovechados por los terroristas. Las Fuerzas de Seguridad del Estado y los Mossos d’Esquadra han hecho un examen crítico de lo sucedido hace un año para poner en marcha estrategias que sellen esas grietas. Se trata, por otra parte, de algo que sucede cada vez que se produce un acontecimiento de esa entidad y en ningún caso quiere decir que se hayan producido negligencias. Los «agujeros» del 17-A tienen que ver con la no detección de la célula, a pesar de ser tan numerosa como ésta; la constatación de que ya no se cumple siempre que los yihadistas utilizan internet para sus fines; la facilidad de acceso a los precursores de explosivos y la necesidad de preparar a todos los policías y guardias civiles para el momento en que tengan que enfrentarse cara a cara con un terrorista son las principales enseñanzas

Un atentado sólo puede ocurrir porque antes ha habido algún error, o una deficiencia en el sistema de seguridad. Esta es la máxima con la que trabajan los responsables policiales de todos los Cuerpos, que añaden, eso sí, que «es imposible garantizar la seguridad al cien por cien». Por ello, tras un ataque terrorista los expertos dedican muchas horas a detectar nuevas vulnerabilidades que hayan sido aprovechadas por los criminales para mejorar los planes y protocolos de actuación. El 17-A, por supuesto, no ha sido una excepción. Estas son las principales lecciones aprendidas.

La cohesión se la daba sus lazos familiares y de amistad antes que su radicalización Tanto el reclutamiento de los terroristas como su propia organización difieren en algunos aspectos claves con las conocidas hasta ahora. Para la formación de la célula que actuó en Barcelona y Cambrils la clave estuvo en lasrelaciones interpersonales previas a la radicalización. En este caso, se trataba de personas con vínculos familiares y de amistad, lo que garantizaba una fuerte cohesión interna del grupo. Había un «núcleo duro» formado por Youness Abouyaaqoub, Mohamed Hichamy y Said Aalla, y alrededor suyo el resto se fue uniendo a la célula. Esa potente relación previa fue decisiva a la hora de que no hubiesefugas de información primero, y después, para que una vez puesto en marcha el ataque, todos tuvieran la determinación suficente de llegar hasta sus últimas consecuencias pese a que sabían que sin duda iban a morir. «Probablemente pesó más esos lazos anteriores que su ideología yihadista. Al ver que algunos, los cabecillas, daban el paso adelante, el resto no se echó para atrás», aseguran fuentes consultadas por ABC

El único que estaba fuera de ese grupo era el imán, Abdelbaki Es Satty, y la investigación no ha podido aclarar si cuando llegó a Ripoll la célula ya estaba radicalizada o bien fue él quien hizo ese trabajo. Lo que sí se sabe es que le dio una coherencia ideológica y de hecho, como ya informó ayer ABC, es muy llamativo que muchos de los terroristas llevaran un pañuelo rojo al cuello, en alusión a la figura de Abu Dujana. Se trata de un guerrero venerado por el Islam por formar parte de la generación de musulmanes que conoció al profeta Mahoma. En la tradición islámica se le conoce como el «guerrero del pañuelo rojo», y el que lo llevaran los yihadistas demuestra un cierto barniz ideológico, que fue el que les proporcionó el imán.

Pero sin duda el principal fracaso desde el punto de vista de la seguridad es que siendo tan numerosa la célula nadie la detectara, y eso a pesar de que se movía en una comunidad relativamente pequeña como es Ripoll. Eso obligará a las Fuerzas de Seguridad a replantearse sus técnicas para encontrar este tipo de grupos en las que se tendrán que tener en cuenta aspectos que hasta ahora no se consideraban muy relevantes.No tenían actividad en la red porque sabían que eso les hacía más vulnerables La célula no tenía actividad en la red, ni sus miembros hacían búsquedas para conseguir material que les «alimentara» su radicalismo. Sin duda, tomaron esta decisión porque estaban muy al tanto de las numerosas operaciones de las Fuerzas de Seguridad contra individuos que consumen propaganda yihadista que se descargan bien de las redes sociales, bien de la internet oscura.

Eso no quiere decir que los terroristas no tuvieran acceso también de este tipo de material, pero lo hacían de una forma mucho más segura para ellos. Alguno de sus familiares ha relatado a los investigadores que para ver esos vídeos conectaban memorias externas a sus ordenadores. Sin embargo, no hay ni rastro de comentarios suyos en redes sociales ni cualquier otro elemento exterior que los identificase como musulmanes radicalizados y con ambición de perpetrar una matanza. Su única actividad, ya en fechas próximas a los atentados, fue buscar información de losobjetivos a atacar. «Hay que olvidarse de que prácticamente todos los terroristas utilizan internet dentro de su plan criminal; sin duda han aprendido que eso les hace más vulnerables y los más peligrosos prefieren una relación cara a cara, donde de verdad se sienten seguros», añaden las fuentes consultadas por ABC.Hay que controlar la compra de los productos con los que se puede fabricar explosivos Además de todo lo que se refiere a la formación y organización del grupo, los atentados de Cataluña han puesto en evidencia otra realidad incuestionable y peligrosa: la facilidad con la que en España se consiguen los productos para fabricar grandes cantidades de un explosivo de un potencial tan letal como el TATP, conocido como la «madre de Satán», sin que salten las alarmas.

Los datos no dejan lugar a la duda. Entre el 12 y el 27 de julio la célula compró 340 litros de peróxido de hidrógeno diluido al 30 por ciento en Tortosa. El primero de esos días Mohamed Hichamy, acompañado por otra persona, adquirió 100 litros y el resto el siguiente. Al vendedor le llamó la atención la gran cantidad de ese producto que necesitaba ese individuo, que iba acompañado por otro. De hecho hizo comprobaciones como cotejar su documentación, ya que se produjo un problema al introducir el NIE en el ordenador, luego solucionado. Sin embargo, en ningún momento se le ocurrió alertar a los Mossos d’Esquadra. Finalmente se ha comprobado que llevaba papeles falsos, de una persona que supuestamente vivía en Vinaroz. Las compras más importantes de acetona se realizaron algo después, en los primeros días de agosto. En cuatro ocasiones Mohamed Hichamy acudió a establecimientos para adquirir acetona, en tres ocasiones a Tortosa y una a la localidad gerundense de Gurb. La primera vez se hizo con 25 litros; la segunda, con 125; la tercera quiso comprar 300, aunque finalmente se tuvo que conformar con 25, y en la cuarta compró 175, lo que hace un total de 325 litros de ese producto.

También alguno de los dependientes se extrañó de la magnitud de la compra, pero no dio al hecho importancia suficiente y no alertó a las Fuerzas de Seguridad.  «Todo esto demuestra que, primero, hay que tener un mayor control de los precursores, de modo que se pueda hacer de forma rápida la trazabilidad del producto, a dónde ha ido a parar y en qué se está utilizando -explican las fuentes consultadas por ABC. Pero no sólo eso; hay que concienciar a los ciudadanos, especialmente a los trabajadores de los establecimientos donde se adquieren esas sustancias, que deben estar alerta y avisar de inmediato a los Cuerpos policiales si tienen la más mínima sospecha».Hay que formar a todos los policías y guardias civiles por si tienen un cara a cara con terroristas

La última de las lecciones aprendidas de la matanza yihadista de Cataluña se deriva de una realidad incontestable: uno de los principales problemas que tiene la investigación de los atentados es el hecho de que prácticamente todos los miembros de la célula -salvo el que resultó herido en el chalé de Alcanar-, están muertos, de modo que en las conclusiones a las que se ha llegado hay más de inferencias a partir de datos dispersos que de realidades contrastadas plenamente. Los yihadistas, además de en la explosión del chalé de Alcanar, perdieron la vida en enfrentamientos con mossos, cinco en Cambrils y el último, el conductor de la furgoneta de La Rambla, en Subirats, una población del Alto Ampurdán. En todos los casos los agentes estaban destinados en seguridad ciudadana y obviamente reaccionaron ante un ataque. Los expertos de la lucha contra el terrorismo consultados por ABC no critican en modo alguno esa forma de actuar, aunque añaden que «es una pena que no se tratara de especialistas en este tipo de enfrentamientos, ya que quizá hubiera sido posible que alguno de los terroristas fuese neutralizado sin necesidad de que muriera».

Las mismas fuentes consideran que eso habría sido más factible en Subirats, ya que el «encuentro con el terrorista fue a plena luz del día y en una zona de vides en las que no había ciudadanos a los que se pudiera poner en peligro. No se trata en ningún caso de una crítica contra el mosso que actuó en ese momento; hay que ponerse en su lugar y si no se ha recibido antes una formación adecuada lo normal es hacer lo que hizo. La pena es esa; que no tuviera esa preparación previa». En la declaración del policía autonómico se lee lo siguiente: «El declarante ha tenido la percepción de que lo que llevaba esta persona podía ser con seguridad un artefacto (...) Esta persona ha comenzado a correr en dirección a ellos gritado «¡Allahu Akbar! repetidamente. El declarante ha desenfundado el arma y ha apuntado a esta persona y ha chillado ¡alto!, ¡alto!, ¡alto! Viendo que esta persona no se detenía y que cada vez estaba más cerca de ellos ha realizado contra él una cantidad desconocida de disparos hasta que ha visto que se detenía y caía al suelo. El declarante no sabe si alguno de los disparos ha impactado en el cuerpo de esta persona. Una par de segundos después, ésta se ha reincorporado y ha vuelto a dirigirse hacia ellos. Tanto el declarante como su compañero han vuelto a gritar ¡alto! El declarante ha vuelto a disparar contra él, ha agotado las balas de un cargador, ha cambiado de cargador ese instante y ha disparado una o dos balas más del segundo cargador».

Los expertos consultados consideran clave que todos los policías, incluidos los locales, los guardias civiles y los policías autonómicos -«incluso habría que añadir a los vigilantes de seguridad»-, tienen que tener la formación suficientepara actuar en estas crisis: «Son ellos los que están en la calle y suya es la primera reacción, de modo que hay que prepararlos. Los especialistas actúan después».

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