Puede ser una vida difícil si uno se deja arrastrar por la queja perpetua. “La inteligencia está en adaptarse a lo que tienes y en seguir intentándolo”, explica un vigilante de seguridad licenciado en Sociología.
Son vidas difíciles. "O no tan difíciles", corrige Darío, que un día de 2011 empezó a trabajar de vigilante de seguridad, que entonces interpretaba como un mal menor. "No era mi vocación y nunca lo será, pero resulta que hoy es mi trabajo. Al principio, lo detestaba. Hoy, ya ni sé exactamente lo que siento. Pero siempre recordaré el día en el que un compañero me recordó que no era inteligente eso de vivir quejándose o de menospreciar lo que uno hace". Hoy, a los 36 años, Darío no se resigna. "Terminé la carrera de Sociología". Pero tampoco se agobia. "Tengo un horario que me deja tiempo para vivir y buscar otras posibilidades. Si está en el destino, llegará y yo seguiré haciendo lo posible. ¿No decía la madre de ‘Forrest Gump que la vida es como una caja de bombones? Pero sino llega prefiero celebrar cada día que tengo trabajo", explica casi como ley de vida. "Yo antes no era así, el tiempo me hizo así".
En realidad, Ernesto no representa un caso tan excepcional. Cada año que pasa es más difícil trabajar en lo que a uno le gusta o sostener una vocación durante toda la vida. Así lo explica Juan, que trabaja en el departamento de informática de 'El Corte Inglés' . "Más que en un informático, tengo la sensación de que me he convertido en un administrativo. Hay días en los que me pregunto en qué se parece esta profesión a la carrera que estudié". Sin embargo, a los 47 años, ya lo relata sin rabia. "Son los tiempos que nos han tocado vivir y hay que aceptarlos. Yo siempre digo que hace mucho, mucho, tiempo que en el trabajo no escucho esa pregunta, '¿en qué te puedo ayudar, Juan?' que a uno siempre le va a relajar. Pero ya no sé si el día que vuelva a escucharla estaré jubilado".
La calle está por encima de las estadísticas. “Al fin y al cabo, las estadísticas pueden cambiar. Las encuestas dependen del momento y del estado de ánimo”, justifica Cristina, técnico de RRHH. “Pero es imposible que a todo el mundo le guste su trabajo, porque entonces no existirían palabras como precariedad, no estaríamos deseando que llegue el viernes y tarde o temprano uno encontraría el trabajo de su vida". Sin embargo, la realidad es más difícil y asiste a casos como el de Javier que, a los 42 años, nunca ha utilizado profesionalmente su título de licenciado en periodismo después de cinco años en la universidad. Trabaja por turnos en una residencia de ancianos de la calle Arturo Soria, "donde tengo otras cosas que valorar. Trabajo cerca de casa y en los últimos diez años no he pisado una oficina del INEM. Acabé fatigado de enviar currículums o de preparar oposiciones, incluso, a funcionario de prisiones. Invertí mucho tiempo. Quizá por eso, al menos, ahora necesito un respiro y resulta que me lo puedo dar porque tengo un sueldo cada mes que me permite organizarme“.
"Nunca será fácil encontrar un trabajo que te guste. Hay que entender que de esos puestos hay pocos y no es fácil llegar. Ni siquiera poner los medios te garantiza que vas a llegar a ellos“, explica José Manuel, un psicólogo que hace ocho años montó su propia consulta y dejó un trabajo estable en una consultora en el que la rutina le amenazaba peligrosamente. "El peaje que he pagado es el riesgo, casi el de convertirme en un empresario o en un gestor de mí mismo. De repente, tenía que estar pendiente de cosas que antes ni imaginaba: las 24 horas del día, incluso. Pudo salir bien o pudo salir mal, pero yo tenía claro que debía luchar por lo que quería. Al fin y al cabo, de hambre no nos vamos a morir. Por eso todo son opciones que están en uno mismo como la de nuestros antepasados de emigrar a Alemania, a Suiza… Mi idea de la vida es que no todo es fichar en un trabajo, esperar la hora de salida o a que suene el despertador a la mañana siguiente. No podemos perder el derecho a intentarlo”.
Hay miles de estadísticas como la macroencuesta realizada hace dos años por la empresa Gallur, que recogió datos de 140 países, en las que se llegó a la conclusión de que sólo al 13% de los trabajadores les gusta el empleo que realiza. “Cuando estudiamos nadie nos garantizaba que fuésemos a encontrar un trabajo que nos gustaría”, explica Cristina desde el departamento de RRHH. “Pero si me formaba siempre iba a tener más posibilidades de encontrarlo que si no lo hacía”. Hoy, es casi una de las premisas de esta mujer acostumbrada a realizar entrevistas de trabajo “en las que hay una palabra que puede con todo: necesidad”. La prueba podría ser Darío que, de vigilante de seguridad, ha encontrado una estabilidad que tal vez sea imposible en otros campos. “Pero hasta en esto me he tenido que mover mucho hasta encontrar un buen sitio. Mientras no haya posibilidades mejores, tengo claro que la inteligencia está en adaptarse”. A veces, esas posibilidades no surgen nunca como empieza a intuir Javier. “Pero eso no quiere decir que deba vivir con frustración. Claro que me gustaría que, al menos, un día Manolo Lama me prestase su micrófono, una hora de radio o de televisión, pero… Hoy, me he convencido de que el trabajo es un medio, no un fin”.
La realidad es que en esto, como en casi todo en la vida, no hay un solo camino. es más, no se sabe siquiera cual es el camino. “Todos estamos acostumbrados a escuchar a los futbolistas, incluso, a los actores de éxito, decir, ‘somos unos privilegiados, hacemos lo que nos gusta’. Pero es que la palabra ‘privilegio’ es por sí misma una excepción como puede ser conducir un Ferrari. No todo el mundo puede”, explica José Manuel desde su consulta de psicología. “Por eso no se trata de dar pena, sino de ser feliz con los medios que uno tiene. Sé que a veces es difícil, que hay vidas injustas y que la suerte no siempre es el elemento más democrático del mundo, pero uno siempre será más feliz si lo sigue intentando que si se limita a quejarse. A la larga, créanme, eso no es vida”.
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