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9 de mayo de 2022

Llega la seguridad 'low cost' a España: pronto hasta los okupas acabarán teniendo alarma


España ha instalado un millón de alarmas en la última década.

Desde la pandemia, las instaladoras de alarmas han multiplicado sus clientes. En parte por las campañas publicitarias, pero también por el nuevo 'boom' tecnológico que vive el sector

La primera vez que hablé con John Correa, su empresa todavía se llamaba Alta Guardia. Era una 'startup' fundada en 2019 por este emprendedor colombiano y tres españoles: un gallego, un cántabro y un catalán. Su modelo de negocio se basa en las alarmas autoinstalables, por suscripción y sin permanencia. Pocos minutos después de nuestra conversación, Correa volvió a llamar. Todo seguía siendo igual, pero Alta Guardia ya no se llamaba así: "Ahora somos Bambai".

'A priori', hay que ser bastante osado —por decirlo suavemente— para querer meter la cabeza en un sector como el de la seguridad, dominado en España desde hace años por un par de marcas muy reconocibles. "Es difícil ver empresas que quieran innovar en esta industria", admite el emprendedor, "se siente la presencia de tres o cuatro gigantes que generan un recelo a la hora de entrar a competir con ellos". Sin embargo, la empresa no ha tardado en recibir financiación de un fondo de 'venture capital', lo que sugiere que el número de españoles susceptibles de colocar en algún momento una alarma en casa está aún lejos de tocar techo.

La lógica detrás del cambio de nombre, explica, es buscar una marca que resulte menos intimidante y que los diferencie de los dos grandes del sector, Securitas Direct y Prosegur, cuyos nombres apelan claramente al producto que venden: seguridad para usted y para los suyos. Esta 'startup' no busca robar clientes a estas dos compañías, sino encontrar otros públicos que nunca antes se habían planteado poner una alarma en casa.

El sector tecnológico entra en juego No es un ejemplo aislado, sino una pincelada que indica un movimiento tectónico mayor en un sector durante muchos años estable y dominado por unas pocas empresas. Ahora, la seguridad se está volviendo una 'commodity', una suscripción más que agregar a Spotify, a Filmin o al periódico. Además de las tradicionales y las 'startups', también empresas tecnológicas como Amazon o Google están tomando posiciones para llevarse su trozo de un pastel expansivo. "Se nos ocurrió poco antes de la pandemia", indica Correa, "siguiendo un poco el modelo de las empresas tecnológicas: el cliente se puede ir cuando quiera porque creemos que con un buen servicio no necesita estar amarrado a un contrato".

Si uno quiere instalar una alarma en casa o en la oficina con una empresa tradicional, lo habitual es recibir la llamada o visita de un agente comercial, que negociará la cuota mensual en función de los servicios o las características de la vivienda, pero también de los años de permanencia que se negocien. Además de eso, suelen abonarse cantidades extra por conceptos como la instalación de las alarmas. Todo esto está cambiando, como muestra el acuerdo que Prosegur suscribió hace un par de años con Movistar. "Pensamos que había capacidad de innovación", cuenta un portavoz de la empresa a El Confidencial. Este cambio pasaba por ser más transparentes en cuanto al precio mensual y eliminar las cuotas de instalación o permanencia. En definitiva, acercarse a lo que hacen las plataformas de 'streaming'. Además, su alianza con la operadora les está permitiendo ofrecer la alarma en un 'pack' junto con otros servicios, tanto de contenidos como de seguridad: protección de redes wifi o de dispositivos dentro del hogar.

La estrategia, acompañada de un perceptible aumento de la inversión publicitaria en medios de comunicación, ha llevado a la empresa de tener 200.000 alarmas a principios de 2020 a las más de 350.000 que cuentan actualmente. Un 85% de las nuevas contrataciones, además, nunca antes habían tenido alarma en casa, según indican fuentes del sector. Es decir, la estrategia ha demostrado que existe mucho terreno virgen en España para los instaladores de alarmas.

Menos crimen, más alarmas. ¿O era al revés? Aunque los programas matinales pregonan cada día algún caso de okupas o de asaltos a domicilios, los datos no respaldan que nuestro país sea especialmente inseguro en este sentido. La Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) recoge una serie anual de estadísticas mundiales sobre diferentes actos criminales, entre ellos los delitos contra la propiedad. Dentro de estos está el allanamiento —habitualmente de un domicilio, pero también de una tienda, oficina o fábrica— con la intención de sustraer objetos personales o de valor. En esta categoría de robos entrando a viviendas a la fuerza (la agencia de Naciones Unidas lo define en inglés como 'burglary' para diferenciarlo de otros robos, catalogados como 'theft' o 'robbery' en función del tipo), España tocó techo hacia 2005, pero desde entonces la tasa permanece por debajo de los 350 anuales por cada 100.000 habitantes, por debajo de países europeos como Países Bajos, Francia o Alemania.

Sin embargo, el número de alarmas instaladas no ha dejado de aumentar desde hace una década. Concretamente, entre 2010 y 2020 se han instalado un millón de alarmas en nuestro país, contando solo aquellas que siguen con contratos vigentes, según los datos del Ministerio del Interior. "Esta tendencia no se reduce exclusivamente a los últimos dos años, sino que viene gestándose desde tiempo atrás y ha llevado a España a convertirse en el cuarto país del mundo con más alarmas conectadas", apunta una portavoz de Securitas Direct, la compañía de origen suizo que actualmente cuenta con 1,65 millones de alarmas repartidas por toda España.

Todo esto apunta a que vender alarmas en un país tan razonablemente seguro como España no es como vender cubitos de hielo en la Antártida. Realmente no existe una correlación fuerte entre el número de alarmas instaladas y la tasa de criminalidad —a fin de cuentas, la gran mayoría de los españoles carece de protección privada— pero es que lo que se vende realmente en este sector no es tanto la seguridad como la sensación de seguridad. Como puede comprobarse en cualquiera de sus anuncios en televisión o radio, la palabra clave no es "seguro" sino "tranquilo". Y aquí es donde los nuevos 'players' quieren dar el mordisco. No solo 'startups' como Bambai sino Google o Amazon, gracias a que ya cuentan con dispositivos dentro de las casas de los futuros clientes.

En el verano de 2020, Google dio un golpe sobre la mesa adquiriendo un 6,6% del fabricante de alarmas ADT. La idea tras la compra, que supuso 450 millones de dólares para la empresa californiana, era posicionarse en el creciente mercado de alarmas DYI, 'do-it-yourself'. Actualmente, ambas empresas trabajan conjuntamente en productos como el timbre con vídeo y batería u otras soluciones de integración con Nest, el altavoz inteligente del que Google ha vendido ya más de 52 millones de unidades en todo el mundo. Potencialmente, son 52 millones de alarmas si son capaces de convencer a los clientes ya contratados de añadir una capa más de servicio.

El movimiento fue una respuesta a Amazon, que en 2018 adquirió Ring, una rival de ADT especializada también en videotimbres y seguridad del hogar, por supuesto totalmente integrable con Alexa, la inteligencia artificial de Jeff Bezos. Los precios a los que estas empresas ofrecen sus servicios, por debajo incluso de los cinco euros al mes, son muy difíciles de batir, pero es necesario subrayar que existen muchas diferencias con el servicio que ofrecen las empresas tradicionales.

La irrupción de las 'low cost' "En el caso de las alarmas autogestionadas, son los clientes los que deben instalarlas y cualquier actuación frente a un riesgo o peligro recae sobre él", explica la portavoz de Securitas Direct. La principal diferencia es que, si alguien entra en su domicilio y usted no está, es la propia empresa de seguridad la que advierte a la policía, mientras que con alguna de las nuevas alternativas, el allanador es identificado, pero es el cliente el que debe ocuparse de llamar a las autoridades para denunciarlo.

Correa es consciente de estas limitaciones, obviamente, pero de nuevo, hay una bolsa ingente de clientes en España que, aunque no temen por su seguridad, pondrían una alarma en casa por una módica cantidad, a veces temporalmente. Su empresa trata las alarmas como si fueran 'routers', los mandan gratis, el cliente los pone y cuando la relación se rescinde se devuelven por correo, ellos reacondicionan el aparato y lo envían a otra casa. "De esta manera le damos circularidad a un equipo tecnológico que realmente puede trabajar muy bien muchos años y no hacemos que el cliente lo tenga que comprar", explica Correa. "Entonces, el servicio es cómodo y el precio es bajo, pero no es porque nosotros seamos una 'low cost', sino porque es consecuencia de no tener que pagar instaladores ni otros costes en los que tienen que incurrir los modelos más tradicionales".

Es justo la definición de 'low cost', pero es precisamente por ahí donde puede lograrse el pelotazo. Todo está en auge, pero las empresas de toda la vida hablan de crecimiento "sostenido" mientras los nuevos actores buscan la parte más exponencial. Otro dato. Desde que Prosegur se alió con Movistar para ofrecer un producto renovado, el 85% de las nuevas contrataciones proceden de pisos. Esto es algo inusual en un sector que históricamente se ha asociado a chalés, segundas residencias, naves o edificios de oficinas, pero no para alguien que vive en un 4º C cualquiera. "¿Cuál es el porcentaje de ciudadanos que vive en un chalé?", se pregunta el CEO de Bambai. "Nosotros aquí también vimos una oportunidad".

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