Los gruñidos de los dos animales atrapados se oían por todo el parque tecnológico de Álava, en Miñano. Llevaban horas en la enorme balsa ubicada en uno de los extremos de este semillero de empresas punteras. Habían caído al agua de noche. Sus innumerables intentos por salir siempre acababan igual, se escurrían al alcanzar la protección de plástico del borde. Desde el polígono industrial solicitaron ayuda a la Diputación. Un guarda forestal se encargó del rescate.
Ayudado por un par de vigilantes de seguridad, primero trataron de colocarles una pasarela improvisada con palés. No hubo éxito. Exhaustos, los animales fueron incapaces de alcanzar el césped por si solos. Tocaba entonces dar un paso más en el salvamento. El funcionario foral les lanzó una cuerda con un sencillo nudo. Primero ‘pescó’ a uno de los ejemplares. Con cuidado lo sacó de la alberca. Se trataba de una hembra adulta. De unos sesenta kilogramos de peso. Enseguida, el animal se liberó por si mismo y recuperó la libertad perdida a la carrera. Se perdió por las colinas cercanas al parque tecnológico.
Quedaba el segundo jabalí. La misma maniobra. Cuerda arrojada al agua una y otra vez hasta agarrar al animal salvaje. El guarda, auxiliado por los vigilantes, logró sacarlo a tierra firme. Éste, muy cansado pero sobre todo desorientado, se soltó y... volvió a caerse a la poza. De nuevo hubo que volver a empezar. Primero debieron esperar a que el jabalí -también un ejemplar femenino- se calmara un poco. Al enlazarla, el funcionario foral tiró de ella hasta rescatarla. Pero ésta, en vez de tratar de liberarse trotó con insanas intenciones hacia su salvador, quien se refugió tras su todoterreno. Por unos segundos, el puerco salvaje frenó, se revolvió y pareció que se libraría de la cuerda para huir. No obstante, cambió de improviso su trayectoria. Cargó con furia contra el guarda y uno de sus ayudantes, parapetados ambos en la parte trasera del vehículo.
Un par de recortes El vigilante logró ponerse a salvo en otro automóvil cercano. El guarda, haciendo gala de unos reflejos dignos de un recortador profesional, salvó la primera embestida al huir por el lado contrario del vehículo. El jabalí le persiguió a mordisco limpio. Nueva embestida y otro gambeteo milagroso. Lo suficiente para saltar al todoterreno, cerrar la puerta y, en otro golpe de fortuna, tocar la bocina sin querer. Asustado por los decibelios, el animal salvaje puso patas en polvorosa. De esta manera, el rescate se saldó con algunas magulladuras por parte del guarda forestal y ambos jabalíes sanos y salvos.
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