La relación entre un vigilante de seguridad y un ladrón se parece muchoal juego del ratón y el gato. Así lo cuenta un empleado de uno de los centros comerciales más importantes de Madrid.
Este supervisor es el jefe de equipo del departamento de seguridad, trabaja jornadas de doce horas y detiene el paso a clientes en la puerta a diario: “A veces, son productos de veinte euros, otras de 200”. “Yo controlo por toda la tienda. Pero tengo la ayuda de mis compañeros que están delante de las cámaras. Me avisan y guían para saber dónde tengo que ir a echar un ojo”, dice el encargado. Un sábado por la tarde pueden llegar a pasar por el centro donde trabaja varios miles de personas. Sin embargo, son apenas diez miembros en el equipo de seguridad. Por eso, confiesa, “tenemos que estar con los cinco sentidos alerta”.
Caras conocidas que roban a menudo Lo que cuenta a la hora de enfilar a un ‘comprador’ es su apariencia y si es conocido. “Hay gente que hurta a menudo y no se suele prohibir su entrada al centro, salvo que reincidan muchísimas veces”, aclara el encargado de seguridad. “Al ladrón se le echa el alto una vez que haya salido del centro, cuando pasa los detectores de alarmas y pitan. Y, aunque no piten, también, si yo sé que han robado se les para”, explica el vigilante. Porque existen multitud de mecanismos para hacer que un producto hurtado pase los controles antirrobo. Los más sencillos que aparecen en las guías de cómo robar son: arrancar la alarma o forrar el bolso con papel de aluminio. “Se para a mucha gente y, en ocasiones, no han robado, así que se le pide disculpas. Si se enfada pues una hoja de reclamaciones, pero a mí nunca me la han pedido”. Esto ocurre porque la seguridad de los grandes almacenes trabaja con un margen de error ínfimo.
Cada ladrón tiene su modus operandi No existe ningún prototipo de ladrón pero, los que roban suele ser para más tarde venderlo en el mercado negro. Es decir, “gente que controla”, aclara el vigilante. Sin embargo, los robos que más éxito tienen, “son los que no están preparados, porque van a la tienda y cogen lo quieren. Por tanto, pasan muy poco tiempo expuestos a la seguridad”. Las zonas más vigiladas son las de electrónica, pequeño electrodoméstico y perfumería.“Los métodos son siempre diferentes, cada uno roba de una manera. Un día paré a un tío que se llevaba una tele debajo del brazo sin pasar por caja. Se le habría olvidado que había que pagar…”, narra el jefe de equipo.
Aunque existe gente muy profesional porque se dedica a ello, también existen los “descuideros”. Se trata de personas que roban productos de menor precio y sin tenerlo planeado. Según el vigilante, “hay señoras de edad muy elevada que se compran una falda y roban una blusa”.
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