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14 de enero de 2017

De gerente a vigilante en paro

Es el nieto del torero de San Roque de Afuera. Así era conocido su abuelo, Rey Portas: «Emigró a Venezuela y cuando volvió contó que allí había sido torero». Y de ahí le viene el apodo ya que en dicho barrio, ahora en reconstrucción, «todos éramos conocidos por los apodos, no por los nombres». Actualmente el torero es su padre, Rey Barreiro, aunque nunca se haya puesto delante de un morlaco con un capote. Esto cuenta Carlos Manuel Rey Barbosa, casi al final de una conversación en la que va relatando cómo ha pasado de ser el gerente de una empresa de consultoría durante tres lustros a obtener, cuando tuvo que cerrar la misma, la habilitación para trabajar como vigilante de seguridad, aunque está en paro. Y todo eso a pesar de que hasta ahora a las pruebas para esta tarea no podían presentarse personas con más de 55 años de edad y Carlos ya había cumplido los 56.


«Estamos arruinados» «El primer paso es muy duro: tienes que decirle a la familia que estamos arruinados», evoca, relatando un proceso que entró en su punto crítico a finales del 2015 cuando cesó la actividad en la empresa de consultoría que tenía desde hacía 15 años. «Si no es por la familia no sé dónde estaría ahora», reconoce, antes de ir desgranando como «empiezas por llamar para decir que este mes no puedo pagar la hipoteca». Una hermana, «que no está aquí, vino para ver como estaban las cosas», después de que las llamadas a los responsables de empresas con las que había venido trabajando en los últimos años no dieran resultado. «Hay personas que me conocían de mi trabajo de gerente y cuando les decía esto les tuve que dejar claro que me servía cualquier trabajo, que no me importaba estar de reponedor», explica una persona que lo mismo gestionaba las normas de calidad ISO a un empresario de Vigo que vendía un buque mercante a un país africano que a los responsables de un parque eólico que necesitaban dicha acreditación. Es una tarea para la que aún lo llaman a veces, «pero es muy esporádico y no son los precios de antes».

Por el camino fue quedando su moto, que puso a la venta, lo mismo que el coche y objetos de valor. Tras iniciar una «búsqueda muy activa de trabajo, me aprendí el término», le apuntaron la posibilidad de prepararse para vigilante de seguridad. «Pedí un crédito de 700 euros para hacer el curso», recuerda. La primera prueba la tuvo que hacer en León -«hasta entonces había en A Coruña»-, fueron varios aspirantes y «nos quedamos los cuatro que íbamos en una habitación». Rey alude a la prueba de 400 metros, «en la que te dejan fuera por dos segundos», y la primera vez no logró acabarla. En otro de los intentos se puso nervioso y volvió a quedar fuera. Para las pruebas en las que aprobó llegó a alquilar el día anterior («el coste no llegaba a dos euros») el pabellón donde se iban a celebrar. Carlos cita a las personas que le han ayudado, desde la fisioterapeuta a la que tuvo que ir por una lesión al monitor del centro social de la Sagrada Familia donde entrena. En la prueba de 400 metros, «el mínimo estaba en 1, 45 y lo hice en 1,23», explica. La nota final, 6,75 sobre diez, le habilita para ser vigilante de seguridad. Solo le falta un trabajo.

Un colectivo de 242.789 profesionales Carlos Rey quiere empezar a trabajar cuanto antes. Tras superar las pruebas que hace la Policía Nacional, la relación de aprobados se publicó en el BOP y podía tramitar la obtención de la placa acreditativa. El plazo oficial son 20 días de espera y el real más de un mes. Eso gestionándolo en la ciudad. «Me dijeron que en Madrid me lo daban al momento», y allá se fue en diciembre, viajando en bus por la noche. Tras caminar tres horas estaba ante el funcionario que le entregó la placa con el número 242.789. «No hubo más pruebas, así que estos son los vigilantes que hay ahora en España», explica este tirador olímpico, que conoció a Jaime González Chas y forma parte de los equipos de la especialidad de As Pontes y Ferrol. Es algo que le ha servido en las pruebas para ser vigilante.

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