La megatienda se convierte en el principal objeto de deseo de decenas de niños y niñas inimputables que las mafias envían desde la periferia para llevar a cabo hurtos de ropa
La poca seguridad podría favorecer este interés de los ladrones por Primark, aunque las fuentes consultadas prefieren no confirmar este asunto. El Confidencial sí pudo comprobar seis meses después de la apertura de la tienda que esta había reducido considerablemente el número de vigilantes que controlan los accesos al establecimiento. En concreto, según confesó uno de los agentes de seguridad privada que trabajan en el centro comercial, el número de efectivos se redujo del medio centenar que había cuando abrió la instalación apenas a ocho profesionales medio año más tarde.
Cuando van camino de cumplirse dos años desde que abriera sus puertas la tienda de ropa más grande de España, el Primark de la Gran Vía madrileña no destaca únicamente por ser el punto de encuentro de miles de consumidores venidos de toda la geografía nacional. También puede 'presumir' de haberse convertido en el lugar que atrae a decenas de pequeños amigos de lo ajeno. Las mafias que controlan a los niños ladrones han puesto sus ojos en este macrocentro comercial y envían allí a los menores con el fin de que estos se llenen los bolsillos de productos 'low cost'.
La Fiscalía de Menores de Madrid está detectando, de hecho, un elevado número de robos en las instalaciones de la tienda desde que esta fue inaugurada en octubre de 2015, hasta el punto de que las denuncias por este asunto representan ya una parte muy importante de los trámites del ministerio público especializado. La inmensa mayoría de estos atracos no superan los 400 euros, por lo que no son considerados delito, sino únicamente falta, lo que se suma a la imposibilidad de imputar a los autores que han perpetrado los hurtos, al ser menores, llevando en último término a que gran parte de las acciones queden impunes. "Los pequeños ladrones van a lo nuevo y Primark aún atrae por ser muy reciente", explican fuentes jurídicas, que explican que no es esta tienda el único objeto de deseo de los niños cacos. Hay muchos otros establecimientos en el centro de la capital de España que sufren los hurtos de estas extensiones de las mafias (como H&M o Zara), aunque es cierto que la cadena irlandesa concentra gran parte de los robos desde que se puso en marcha.
La poca seguridad podría favorecer este interés de los ladrones por Primark, aunque las fuentes consultadas prefieren no confirmar este asunto. El Confidencial sí pudo comprobar seis meses después de la apertura de la tienda que esta había reducido considerablemente el número de vigilantes que controlan los accesos al establecimiento. En concreto, según confesó uno de los agentes de seguridad privada que trabajan en el centro comercial, el número de efectivos se redujo del medio centenar que había cuando abrió la instalación apenas a ocho profesionales medio año más tarde. La presencia policial en la zona también ha bajado notablemente. Ya el pasado verano las colas se habían reducido y por lo tanto no era necesaria la actuación de miembros de la Policía Nacional, que sí fueron movilizados durante las primeras semanas de vida de la tienda. Los riesgos derivados del masivo agolpamiento de personas que caracterizaron los meses posteriores a la inauguración, por lo tanto, fueron reduciéndose para ir dando paso a los mencionados robos.
Desde Primark, prefieren no entrar a valorar públicamente el problema y se limitan a señalar que la compañía "trabaja de forma estrecha con las autoridades en asuntos de seguridad". Niega asimismo que la Fiscalía de Menores u otro organismo les haya informado institucionalmente sobre el elevado número de robos que se producen diariamente en su tienda en comparación con los que se registran en otros establecimientos del centro de Madrid.
La mayor parte de los robos cometidos por niños 'cazados' en la zona por la Policía Nacional se refieren a productos de valor inferior a 400 euros, por lo que quedan exentos de ser considerados como delito. Algunos, sin embargo, sí superan esa cantidad, por lo que pasan a ser valorados en otra esfera. En este ámbito se encuentran los hurtos que estos menores perpetran ya fuera de tiendas como Primark o dentro de ellas pero contra clientes. En concreto, la Fiscalía de Menores está detectando en este sentido un elevado número de robos de niños que actúan contra turistas. Les sisan el teléfono móvil, la cámara de fotos o de vídeo, dinero o la tableta electrónica, artículos que en la mayoría de ocasiones superan incluso ampliamente los 400 euros que marcan el límite entre lo delictivo y la falta. En estos casos, la Fiscalía de Menores está comenzando a solicitar medidas cautelares a los juzgados con el fin de que los autores sufran algún tipo de restricción en su capacidad de actuación.
Las fuentes consultadas explican asimismo que existe otra modalidad de robo por parte de estos menores ladrones manejados por mafias que se centra en las tiendas de telefonía. Los pequeños cacos entran en los establecimientos del centro de la capital, se dirigen a las vitrinas donde se exponen los móviles, desenchufan los cables y se llevan los terminales, que generalmente tienen un coste superior a los 400 euros, por lo que también incurren en un delito al llevar a cabo este tipo de atracos.
La ley establece que los menores de 14 años son impunes, mientras que los que tienen entre 14 y 16 años están cubiertos por un régimen más basado en la educación que en el castigo, con medidas condicionadas a la opinión de psicólogos y expertos. Debido a que la legislación española, por lo tanto, apenas penaliza la actuaciones de estos niños ladrones, lo que ocurre es que en la práctica campan a sus anchas. La policía apenas tiene capacidad para retenerlos en comisaría un par de horas antes de remitirlos a las dependencias del Grupo de Menores.
Allí, los especialistas los derivan a un centro de acogida o tratan de localizar a sus padres o tutores, tareas ambas de difícil consecución. Del centro se suelen escapar y los progenitores no son fácilmente localizables, ya que en muchos casos viven en chabolas con familiares que no son sus padres o que no se identifican como tales y la policía no puede comprobar lo contrario. Al final, prácticamente el mismo día en que los detienen, los menores son puestos en libertad. A la siguiente jornada, muchos regresan incluso a la misma zona para seguir delinquiendo. Los agentes los conocen personalmente y ellos también saben quiénes son los policías, incluso aunque vistan de paisano para pasar desapercibidos.
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