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«El aeropuerto petará, los vigilantes no aguantarán»
A mediodía de ayer, las colas de pasajeros para cruzar el control de seguridad empezaban en las escaleras y ocupaban toda la sala previa a la zona de embarque.
Una riada de centenares de personas que, sin embargo, iban desfilando de manera fluida, con una espera de diez minutos. Y eso que se trataba de una hora punta en el día de mayor tráfico aéreo en lo que se lleva de año: este fin de semana hay programada una media de 17 vuelos y 2.400 pasajeros por hora (165.000 pasajeros en total).
Una riada de centenares de personas que, sin embargo, iban desfilando de manera fluida, con una espera de diez minutos. Y eso que se trataba de una hora punta en el día de mayor tráfico aéreo en lo que se lleva de año: este fin de semana hay programada una media de 17 vuelos y 2.400 pasajeros por hora (165.000 pasajeros en total).
Los manifestantes esgrimen que el control de seguridad no queda colapsado a causa de «los trabajadores que han contratado para la huelga», así como esos «turnos de 12 horas» que lograrían que «ahora haya más gente trabajando que el sábado pasado», cuando también se batió otro récord histórico de usuarios: «La semana pasada sólo había dos filtros abiertos a esta misma hora y hoy hay seis», comenta Miguel Pardo. El representante de Comisiones Obreras asegura de manera firme que «el aeropuerto va a petar», posiblemente hoy, porque «va a haber más tráfico y los vigilantes ya no van a aguantar sin descansar». «Los eventuales se paran aquí [en las mesas de los huelguistas en la entrada de la terminal] y nos cuentan que están agotados, no aguantarán el ritmo de 12 horas en un escáner», insiste Pardo.
Para dar a conocer sus protestas, la quincena de personas concentradas reparte pasquines a los pasajeros que acceden a la terminal. Incluso, en un momento ceden sus sillas a una pareja de turistas nonagenarios que esperan a ser recogidos. Una vez sentada, la mujer parece incomodarse cuando un trabajador la saluda y empieza a resumir sus reivindicaciones: «Yo no quiero saber nada de huelgas», exclama. También empieza a dar golpes de bastón a la espinilla de su marido cuando cuenta que vienen de Colombia.
Pero la mayor parte de turistas recibía amablemente los folletos y explicaciones de los manifestantes. Incluso en la cola al control de acceso, buena parte de los viajeros consultados no mostraba queja alguna. No es el caso de María, una residente con destino a Palma: «Primero la huelga de limpieza y ahora la de seguridad, ¿no pueden esperarse a enero?, criticaba momentos después de hacer retroceder a una pareja italiana que la había avanzado en la cola.
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