Los vigilantes del museo denuncian falta de control y de seguridad sobre las obras de arte y las salas.
Los martes el Museo Reina Sofía cierra al público y abre a las visitas pagadas por empresas. Es una de las escuetas fuentes de ingresos propios de la institución, que en 2015 supusieron el 23,7% del total del presupuesto del museo (9,5 millones de euros), y una de las actividades que ponen en riesgo el patrimonio artístico debido a la falta de vigilancia con la que se cubren estos grupos, que pasean durante una hora entre las cinco pinturas más icónicas.
Tal y como ha podido saber este periódico, el pasado martes uno de marzo, el restaurante Arzábal, situado en los bajos del museo, organizó una visita de dos grupos, con 25 personas cada una. Aquellos 50 paseantes VIP eran periodistas y blogueros gastronómicos, invitados por el restaurante para conocer su carta y darles una vuelta de lujo a solas por el museo. “No era para difundir la colección, sino para promocionar Arzábal”, cuenta a EL ESPAÑOL una de las personas que formaron parte de la campaña de promoción de la taberna. “No había vigilantes de sala. Íbamos con una guía que explicó muy bien las cinco obras más famosas. Sólo había un vigilante cerrando el grupo. Es más, me adelanté al grupo para ir a ver por mi cuenta el Guernica”, asegura.
“Solicitamos que se tomen las medidas oportunas para que en ningún momento se realicen este tipo de visitas sin estar presentes los responsables de las salas”, se puede leer en el comunicado que el Comité de Empresa envió al subdirector gerente, Michaux Miranda, el pasado 10 de febrero, y al que ha tenido acceso este periódico. En él se señala el riesgo que se está corriendo con estas visitas sin control de vigilancia y los desperfectos que los visitantes han causado: “Dejando la función de los vigilantes claramente desprestigiada en lo que respecta a las revisiones que deben realizar estos trabajadores, tanto al final de la jornada como al inicio de ella, ya que entre una situación y otra han estado presentes en las salas una serie de visitantes que no se asegura que hayan podido cometer cualquier acto sobre las obras de arte o sobre las propias salas, como así nos consta”.
LA PEGATINA De hecho, este periódico ha podido saber por dos vigilantes del museo que hace un año apareció en el lateral del Guernica de Picasso una pegatina. Un aviso de lo que podría ocurrir. Las vigilantes se encargaron de arrancar el adhesivo, similar a los de control de museo para las solapas de las visitas. Al parecer, no comunicaron el suceso a superiores, por miedo a represalias. Desde la dirección del museo se informa a este diario que desconocen tal hecho.
Otro de los vigilantes de sala a los que se ha consultado no confirma la pegatina en el lateral, pero tampoco quiere negarlo. “La gerencia no nos informa en qué número ni con qué criterio se controlan esas visitas, en las que se responsabiliza a una empresa privada de vigilancia (Segur Iber) y al guía. En la sala no hay vigilantes”, explica. De hecho, cada día vigilan el gran lienzo de Picasso dos empleados, para que la acumulación no sature la visita ni ponga en riesgo el cuadro. Los sensores de alarma sólo captan la presencia frontal, no lateral.
“Se está confiando la seguridad del museo a la presencia de la seguridad privada, que no conoce los protocolos de vigilancia de sala”, explica este empleado público del colectivo de seguridad, que prefiere no dar su nombre. “Los grupos se terminan disgregando y si alguien acudiera al baño sin estar controlado, la vigilancia del grupo quedaría cuestionado. No están garantizadas este tipo de cuestiones básicas”, añade. Lamenta que desde el lunes por la noche hasta el miércoles por la mañana no haya control sobre las obras.
"RELATIVAMENTE" VIGILADOS “Por supuesto que no es así. Siempre tienen guardas de seguridad, aunque no están los vigilantes del museo. Pero la seguridad siempre está garantizada. A los comités lo que les interesa y quieren es que haya un vigilante de sala para cobrar esas horas”, explica a este periódico el gerente Michaux Miranda. Asegura que los grupos no van a su libre albedrío y confirma que la seguridad recae en la guía (contratada por el museo) y un agente de seguridad privada. “No hay constancia de daño a las obras ni de las salas. Tampoco tenemos constancia de una pegatina en el Guernica”, cuenta.
El comité expone otro caso parecido a la visita del Arzábal y subraya la reiteración de este tipo de actividades: “Habiendo tenido conocimiento este Comité de Empresa de que el domingo 7 de febrero de 2016 a las 19:15 (a museo cerrado), se produjo una visita privada de un grupo de unas 25 personas sin estar presente ningún vigilante de museos, y teniendo constancia de que esta es una práctica por desgracia habitual, les recordamos que este tipo de visitas deben ser vigiladas por personal del museo, como así ocurre en otros museos de similar importancia como el Museo Nacional del Prado”.
La organización de los trabajadores avisa de que es un tema “recurrente” y considera que “ya es el momento de que este tipo de visitas se regulen y organicen de forma que siempre estén vigiladas por personal de la casa, para alcanzar un nivel adecuado en cuanto a la seguridad de las obras y de las personas”.
ACTIVIDADES SIN COBRAR A pesar de los mínimos ingresos propios del museo, la visita de Arzábal no ha sido cobrada. En los documentos consultados por este periódico, se comprueba que no ha habido ingreso de tal actividad, ni hay un alquiler. Patrocinio convoca y acuerda con el restaurante, pero el área comercial no tiene ingreso ni constancia de esa actividad. No existe ese ingreso, que según las cuentas estimadas debería superar los 2.700 euros (por grupo de 20 personas, las empresas deben abonar 1.100 euros por una hora de visita).
El gerente Michaux Miranda explica por qué Arzábal no ha pagado por esta acción destinada a la promoción de su empresa: “Es una acción del museo. No era una visita de Arzábal, sino de promoción de prensa”. Sin embargo, el acto fue convocado por la agencia de prensa contratada por el restaurante Mateo & Co. “Para la dirección del Museo Reina Sofía, el restaurante Arzábal no es un restaurante, sino una parte más del museo. Es un encaje de la gastronomía y del arte, la experiencia de los visitantes desde todos los sentidos. El restaurante no ha organizado un acto en el museo, sino un acto de relación entre el museo y el restaurante. Forma parte de la experiencia del visitante la oferta gastronómica”, explica Miranda sobre la actividad convocada por el área de Patrocinio del museo. Si no han pagado la visita de dos grupos, ¿el museo se ha hecho cargo de los gastos? “Sí”, reconoce el gerente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario