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11 de febrero de 2016

La triste realidad de nuestra profesión: vigilante de seguridad pide justicia para su caso desde 2010

Sumergida en la piscina de su casa se siente libre. El agua le calma. Allí puede moverse con soltura, olvidando el sonido de la explosión que la despierta cada noche. Las horas que se pasa tirada en el sofá jugando al Assassins Creed de la Play Station le ayudan a sentir algunas de las emociones que perdió hace seis años, junto a su pie izquierdo. En el videojuego puede correr, saltar y luchar. En la vida real solo le queda lo tercero.


A Sofía Bessayah le estalló una bengala. Fue el 28 de Abril de 2010 en el Camp Nou. El Inter de Milán y el Fútbol Club Barcelona se jugaban un puesto en la final de la Champions. Sofía trabajaba como vigilante en el estadio, controlando la grada donde estaban los tiffosi italianos. El Barça ganó 1-0 con gol de Piqué, pero perdió la eliminatoria. Al acabar el partido, los ultras italianos empezaron a tirar bengalas de fogueo. Una de ellas cayó a los pies de Sofía. "Estalló y caí al suelo. Tenía el pie dormido y me temblaba todo el cuerpo", recuerda.

Otro vigilante de seguridad, Oscar Neira, también resultó herido, con una fractura en un dedo del pie y pérdida auditiva. Pero Sofía fue la que salió peor parada. La llevaron en volandas a la enfermería, y al quitarle la bota que llevaba puesta se empezó a desangrar. Después fueron al Hospital donde la mujer se pasó 69 días ingresada. Tenía el pie totalmente destrozado con heridas en la planta y en el tobillo de 13 centímetros.

Seis años y 11 operaciones después, Sofía sigue sin poder caminar. Le han concedido el grado de "invalidez permanente absoluta", tiene dos dedos del pie muertos y los demás engarrotados, prácticamente sin sensibilidad. La planta se la han reconstruido con piel de la barriga. Los médicos le han dado hasta la opción de amputarle la pierna y ponerle una de fibra de carbono. "Eso siempre será lo último que haga, estoy convencida de que la medicina hará que algún día pueda andar", nos dice la mujer desde su casa en Málaga. Está algo nerviosa, la letra r se le traba en algunas palabras. "Todavía se me nota el acento francés. Yo nací hace 35 años en Toulouse, pero llevo 13 en España".

Se escuchan unos gritos al otro lado del teléfono. Son Samuel (5 años) y Jonathan (8 años), los hijos de Desiré, la pareja de Sofía. Los cuatro viven en un chalet con la pensión de Sofía, de 2.000 euros. Cuando tuvo el accidente, el seguro de su empresa la indemnizó con 30.000 euros, pero la mujer nos cuenta también que denunció al Barça, la UEFA, y a las empresas de seguridad que estaban ese día en el estadio por permitir que los aficionados introdujesen artefactos explosivos. "Desde que se celebró el primer juicio en 2012, se ha aplazado ya cinco veces. Siempre hay alguna de las partes demandadas que no se presenta. Es vergonzoso. En verano no estuvo el representante de la UEFA y el último juicio, en diciembre, fue la empresa de seguridad la que no acudió", protesta Sofía. "Todos se pasan las culpas de unos a otros. El Barça dice que eso lo gestionaba la UEFA y estos a su vez echan la culpa a las empresas de seguridad. Estoy desesperada".

La mujer nos cuenta que hace poco estuvo con el presidente del FC Barcelona,Josep Maria Bartomeu, y le prometió que le iba a ayudar a través del Fondo de Acción Social de Barça. No ha vuelto a saber nada del Club y no contestan a sus correos. Su abogado pide una indemnización de 575.000 euros, que con los intereses por el aplazamiento de cada juicio ascendería al millón de euros. "El dinero siempre viene bien obviamente, pero quiero que se haga justicia y que por una vez estas cosas que ocurren a menudo en el fútbol sean castigadas. Por una negligencia de control de seguridad me han arruinado la vida", sentencia Sofía, que nos envía las denuncias que ha interpuesto y el informe médico. En él leemos que está recibiendo tratamiento psiquiátrico a causa del accidente y que padece un trastorno de inestabilidad emocional grave. "Sabes, a mi siempre me ha encantado el deporte, moverme sin parar y hacer ejercicio. En Francia, trabajaba como Policía Nacional y antes estuve en el Ejército del Aire".

Dejó todo en 2003 para irse a Barcelona con una chica con la que estaba saliendo. En la ciudad condal no le compatibilizaban sus títulos de Policía y se sacó varios diplomas como vigilante de seguridad o de protección contra incendios. Allí estuvo trabajando en eventos deportivos y sobre todo vigilando en los partidos de fútbol en el Camp Nou. Hasta ese partido bronco de Champions. En el césped Víctor Valdés agarraba del cuello a José Mourinho mientras que en la gradería 525 los ultras del Inter de Milán lanzaban una bengala que cambiaría para siempre la vida de una vigilante de seguridad que sólo estaba haciendo su trabajo.

Cada noche recuerda Según el informe médico, la explosión provocó a Sofia varias fracturas dehuesos tarsianos y quemaduras. Ha tenido que pasar 11 veces por el quirófano en un intento de reconstruirla el pie y no perderlo. Pero casi peor que el dolor físico, son las secuelas psicológicas. "Antes de dormir tengo que tomar morfina y opio para poder descansar. Aún así me levanto todas las noches con pesadillas recordando ese día en el Camp Nou. Me pongo a gritar y a delirar y todo eso lo tiene que aguantar mi pareja. Es muy injusto", explica resignada.

La mujer nos enseña fotos de cuando competía en torneos de judo y de kick boxing. Deportes que jamás pordrá volver a practiar. También se saca un diploma que recibió de la Policía y la Guardia Civil después del accidente. Es una "mención honorífica por los méritos alcanzados en el cumplimiento de sus funciones". Para cogerlo ha tenido que levantarse apoyada en la muleta, y andar a la pata coja unos metros mostrando signos de molestias en su cara. No puede apoyar su pie izquierdo en el suelo, aún así intenta andar 500 metros cada día. Intentamos hablar con fuentes del Barça y de las empresas de seguridad denunciadas para conocer su versión. "Desde luego que es una desgracia. Está en proceso judicial y será el juez el que determine de quién es la responsabilidad", aclaran ambos sin querer entrar en más detalles.

Sofía confía en que este año se resuelva por fin a su favor este asunto. Mientras, intentará caminar más de los 500 metros con muletas que suele hacer cuando tiene fuerzas o la morfina que toma le deja. Intentará seguir llevando todas las mañanas a los niños al colegio en su coche automático y después recogerlos a la hora de comer. Intentará no depender de su chica, Desiré, que es la que le cuida y levanta todas las mañanas. E intentará apagar la mecha de esa maldita bengala, salir de la piscina donde es feliz, dejar el videojuego en el que puede moverse sin dolores, y volver a pisar fuerte con su pie izquierdo, ir a la playa de La Malagueta, y recuperar la sensibilidad para sentir de nuevo la arena entre los dedos.


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