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25 de marzo de 2013

Radiografía al sector de la Seguridad Privada


Este documento elaborado por Marc Cools, profesor de Criminología de la Universidad de Bruselas, dibuja un mercado ferozmente competitivo, que lleva cayendo en picado desde 2009. La estrategia que ha diseñado para evitar que esta deriva continúe, pasa por ocupar nuevos segmentos de mercado que copan puestos de funcionarios públicos. Se menciona la vigilancia de presos en libertad condicional, refuerzo de la seguridad de médicos y farmacéuticos o control de alumnos en centros educativos. Tabernero justifica el avance de su colectivo en este nicho. "España está atravesando una profunda crisis que afecta a la seguridad privada por la situación económica de nuestros clientes. Esto ha contribuido a reducir en poco más de cuatro años nuestra facturación en más de 20 puntos porcentuales. Nos ha obligado a disminuir los márgenes comerciales y a sufrir fuertes retrasos en los pagos", lamenta.

Los trabajadores son los primeros en lamerse las heridas. La media de edad de los vigilantes ronda los 41 años y su nivel medio de formación está fijado en la Enseñanza Obligatoria, según la información facilitada por APROSER. La veteranía no les libra de la precariedad laboral. La mayoría cobra salarios bajos que se sitúan en torno a los 1.275 euros de media al mes en el caso de España; aunque el base ronda los 870. Otra de las características del sector es su elevada tasa de rotación, que conlleva consecuencias nefastas para el personal.  Miguel Arroyo [nombre ficticio], tiene 27 años y lleva adscrito ocho años a una de las cuatro mayores empresas de seguridad que operan en España. Desempeña su labor desde 2010 en las oficinas centrales de una compañía que ha empezado a tener problemas de liquidez. Las subcontratas fueron las primeras en recibir impagos y la empresa de seguridad decidió asumir los costes de las nóminas de sus trabajadores hasta que la situación se hizo insostenible. Después de varios meses, advirtieron a los vigilantes que rompían su relación laboral con su deudor y una pyme pasaba a hacerse cargo de las rondas. Arroyo se teme lo peor: una subrogación.

La normativa contempla que la empresa entrante, está obligada a asumir los contratos adscritos al servicio que se les adjudica, siempre que se acredite una antigüedad mínima en el puesto de siete meses. Esto que podría parecer una garantía para los vigilantes, puede proporcionarles un pase más que probable a la cola del paro. "Nuestra compañía no pudo hacer frente al pufo que le dejó su cliente a pesar de ser fuerte en el sector. Una más pequeña, se irá a la quiebra en poco tiempo y , como consecuencia, todos los subrogados se quedarán en la calle. Es injusto que uno tenga que interrumpir una relación laboral de años porque la normativa lo recoja así. Nos vemos abocados a un futuro negro", censura.

La relación con el cliente no sólo genera dolores de cabeza a la empresa de seguridad. Los propios vigilantes denuncian presiones con asiduidad. "Los supermercados donde trabajo nos exigen un mínimo de intervenciones mensuales. Los jefes de tienda están obsesionados con que justifiquemos nuestro puesto y, algunas veces, me he visto obligado a apuntar cosas que rozan el absurdo para salvar el pellejo", reconoce. Cita situaciones rocambolescas como calificar de mendicidad que un comprador pida dos céntimos en caja a otro cliente para completar el pago de un perfume o considerar comportamiento delictivo que una anciana porte una barra labial gastada sin tique aunque la lleve como muestra para comprar el mismo modelo. Mercadona niega que exista una directriz en la cadena que exija cupos a los vigilantes. "Tenemos contratadas a varias empresas de seguridad en las tiendas, a las que les pedimos que trabajen en la seguridad de jefes y trabajadores”, responde escuetamente una portavoz.

El delegado valenciano del Sindicato Autónomo de Trabajadores de Empresas de Seguridad (ATES) puntualiza que el vigilante se encuentra permanentemente en un delicado equilibrio entre el cliente y la empresa. "Las compañías ajenas al mundo de la seguridad no acaban de entender que no somos un gasto, sino una inversión. Una buena vigilancia impide visitas indeseadas, robos, deterioro de las infraestructuras y transmite tranquilidad", defiende. Algunos clientes se resisten a delegar la dirección de este servicio en la empresa de seguridad e imponen a sus propios criterios a los vigilantes. "Es lógico que se preocupen por su negocio, pero la medida es antiproducente", advierte.

Este delegado sindical de ATES lleva más de 20 años trabajando en el traslado de capital en furgones blindados. Es uno de los pocos que lleva arma reglamentaria y no duda en expresar su preocupación por la situación que atraviesan. "Las compañías de seguridad se dan leches por hacer el servicio más barato que su competidor y muchas veces ajustan tanto el lazo que nos vemos desamparados", apunta este sexagenario que prefiere omitir su nombre. "Los walkie-talkies que usamos son antiquísimos y fallan mucho. No nos podemos permitir estar incomunicados. Llevamos mucha responsabilidad sobre los hombros", denuncia. Su sueldo mileurista no da para muchos lujos, pero al cliente sigue pareciéndole excesivo. "Cada vez hay más compañías que están sustituyendo a los vigilantes por auxiliares de seguridad que no cuentan con nuestra formación. Estos chicos no pueden intervenir, deberían limitarse a hacer la ronda y ser supervisados por un vigilante pero, en la práctica, los suplantan", crítica. El delegado sindical pide a Interior algo más que ser reconocido como figura de autoridad. "Necesitamos que se acabe con el intrusismo y la precariedad, por nosotros y por la seguridad de la gente", reivindica.

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