Los robos en estaciones de autobús y de metro son una modalidad delictiva que asola el centro de las grandes ciudades
Un violento carterista tuvo que ser reducido por el personal de seguridad de la estación del Norte de Barcelona con la ayuda de un perro especializado en protección. La actitud de hostilidad del sospechoso, que no dudó en enfrentarse al personal uniformado cuando fue descubierto en sus actividades ilícitas, hizo que los vigilantes se emplearan a fondo y se sirvieran de una eficaz herramienta como es un can guardián.
Los hechos se produjeron en la citada estación de autobuses de la capital catalana sobre las 23.00 horas del pasado jueves y ante un numeroso público que en aquel momento, y pese a las limitaciones horarias impuestas para el control de la pandemia, todavía estaba presente en la estación.Lee también El público parecía tener inicialmente opiniones encontradas a la hora de evaluar la acción de los vigilantes de seguridad y hasta lanzaron algunas recriminaciones, especialmente cuando el perro entró en acción para doblegar la resistencia del sospechoso.
El can por dos veces –al menos por lo que puede verse en las imágenes- mordió las piernas del carterista que, si bien inicialmente reclamó la presencia de la policía, después trató de golpear a uno de los empleados de seguridad, para finalmente proferir únicamente quejas por la acción decidida del animal. Sin embargo, con el avance de los hechos, y según se ve en la filmación, una parte del público congregado avisa al resto de la concurrencia de que el hombre al que se intenta reducir “es un ladrón”. Así lo grita un varón, una proclama que parece apaciguar momentáneamente unas voces críticas que se reproducían ante cada aparatosa acción del perro guardián.Lee también
El uso de los perros es muy común en el mundo de la seguridad, tanto para la vigilancia de espacios, detección de diferentes sustancias como droga, explosivos o dinero, o como para el control de masas, aunque en este último caso en España no sea muy frecuente dentro del mundo policial, aunque muchas veces se ha esgrimido como una posible alternativa a otras herramientas como las pelotas de goma o foam, especialmente en Catalunya donde el debate sobre el orden público resulta tan recurrente. El hurto callejero, la acción de los carteristas, los llamados hurteros al descuido, son una plaga delictiva en las grandes ciudades y una condena casi perpetua para Barcelona en tiempos de normalidad fuera de pandemia.
A esto se añade que los rateros parecen estar dispuestos a plantar más cara, especialmente al personal de seguridad que, en muchos casos, es la última línea de defensa de la víctima en el transporte público. Este es un ámbito en el que, según fuentes sindicales, se están reproduciendo a gran velocidad los delitos de esta naturaleza. Autobuses y vagones de metro son espacios predilectos para este tipo de delincuentes que aprovechan la afluencia de usuarios para tratar de disimular sus arteros propósitos.
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