falsa alarma
Todo quedó en una falsa alarma. Sin embargo, el tumulto habitual del intercambiador de Avenida de América se transformó ayer en un zoco de tensión y nervios. Esta instalación conecta las líneas de autobuses interurbanos y de largo recorrido que acceden a Madrid por la A-2, las líneas 4, 6, 7 y 9 de Metro, y varias líneas de autobuses urbanos
La amenaza de una posible bomba se extendió rápido entre todos aquellos viajeros que esperaban realizar su trayecto rutinario: una maleta sospechosa desató la alarma y puso en marcha el protocolo policial para este tipo de situaciones. «Deben evacuar el edificio. Utilicen la salida de emergencias más cercana. No se entretengan bajo ningún concepto», avisaron en reiteradas ocasiones por megafonía.
Entre las afectadas estaba Ana. Cada día coge el 115 para ir a trabajar, tras dejar a su hijo en la guardería. Ayer iba con retraso y la noticia del desalojo le sobresaltó aún más. «Los mensajes, la verdad, me están preocupando mucho. Nunca había escuchado algo parecido y que lo repitan con tanta insistencia me da que pensar. Nos han recomendado salir lo más rápido posible». Para llegar al exterior, la única vía posible era a través de una de las laberínticas salidas de emergencia, uno de sus pasadizos grises y repleto de escaleras. Allí esperaba Yasmina, una vecina del barrio, que reconoció no saber hacia dónde ir. «Tengo a mi hija en el carrito y me estoy poniendo muy nerviosa. Hay bastante revuelo y nadie te dice nada, solo que salgamos lo antes posible. Tengo miedo por ella».
La intervención comenzó pasadas las dos del mediodía. Un dispositivo de agentes de la Policía Nacional acordonó las inmediaciones e impidió el paso a la planta donde se cogen los autobuses interurbanos. Además, se cortó el paso a vehículos en varios carriles y a peatones en las proximidades de la terminal. Los pasajeros, mientras tanto, fueron descargados en las aceras de las inmediaciones. «Voy a Barajas y me he encontrado este alboroto. A los que cogemos habitualmente la línea 200 nos están dirigiendo a otra zona. Al resto los están sacando rápidamente. Por el momento, no sabemos nada más», aseguró Javier, que se dirigía al aeropuerto. Fuera, centenares de personas portando sus equipajes se agolparon en los alrededores mientras los agentes de seguridad intentaban mantener todo bajo control. Viajeros despistados se mezclaron con los residentes. Entre ellos estaba Susana, dueña de uno de los puestos de venta de la estación. «Me acaban de avisar de que recoja todo y salga a la calle ya», dijo mientra se disponía a avisar a los demás comerciantes. «No me han concretado el motivo aún, pero hay bastante jaleo».
El Ayuntamiento, por su parte, se limitó a informar a través del Centro de Gestión de Movilidad de Madrid (CGM) de que «por actuaciones de equipos de seguridad y emergencias» había que evitar «la zona de Avenida de América». Pocos minutos después, los Tedax llegaron a la zona y enseguida se hicieron cargo del bulto sospechoso, explosionándolo y comprobando que se trataba de una falsa alarma. En su interior no había explosivos, sino solo ropa. Poco a poco se fue restableciendo la normalidad, se retiraron los precintos y se permitió a los viandantes entrar en el interior del intercambiador, aunque el caos se mantuvo durante cierto tiempo después. «Hemos vivido momentos de mucha tensión», señaló Jesús, usuario habitual de la línea 5, acompañado de su mujer. «Menos mal que ha quedado en una anécdota, pero podía haber pasado cualquier cosa. Esto nos sirve para no bajar la guardia».
Entre las afectadas estaba Ana. Cada día coge el 115 para ir a trabajar, tras dejar a su hijo en la guardería. Ayer iba con retraso y la noticia del desalojo le sobresaltó aún más. «Los mensajes, la verdad, me están preocupando mucho. Nunca había escuchado algo parecido y que lo repitan con tanta insistencia me da que pensar. Nos han recomendado salir lo más rápido posible». Para llegar al exterior, la única vía posible era a través de una de las laberínticas salidas de emergencia, uno de sus pasadizos grises y repleto de escaleras. Allí esperaba Yasmina, una vecina del barrio, que reconoció no saber hacia dónde ir. «Tengo a mi hija en el carrito y me estoy poniendo muy nerviosa. Hay bastante revuelo y nadie te dice nada, solo que salgamos lo antes posible. Tengo miedo por ella».
La intervención comenzó pasadas las dos del mediodía. Un dispositivo de agentes de la Policía Nacional acordonó las inmediaciones e impidió el paso a la planta donde se cogen los autobuses interurbanos. Además, se cortó el paso a vehículos en varios carriles y a peatones en las proximidades de la terminal. Los pasajeros, mientras tanto, fueron descargados en las aceras de las inmediaciones. «Voy a Barajas y me he encontrado este alboroto. A los que cogemos habitualmente la línea 200 nos están dirigiendo a otra zona. Al resto los están sacando rápidamente. Por el momento, no sabemos nada más», aseguró Javier, que se dirigía al aeropuerto. Fuera, centenares de personas portando sus equipajes se agolparon en los alrededores mientras los agentes de seguridad intentaban mantener todo bajo control. Viajeros despistados se mezclaron con los residentes. Entre ellos estaba Susana, dueña de uno de los puestos de venta de la estación. «Me acaban de avisar de que recoja todo y salga a la calle ya», dijo mientra se disponía a avisar a los demás comerciantes. «No me han concretado el motivo aún, pero hay bastante jaleo».
El Ayuntamiento, por su parte, se limitó a informar a través del Centro de Gestión de Movilidad de Madrid (CGM) de que «por actuaciones de equipos de seguridad y emergencias» había que evitar «la zona de Avenida de América». Pocos minutos después, los Tedax llegaron a la zona y enseguida se hicieron cargo del bulto sospechoso, explosionándolo y comprobando que se trataba de una falsa alarma. En su interior no había explosivos, sino solo ropa. Poco a poco se fue restableciendo la normalidad, se retiraron los precintos y se permitió a los viandantes entrar en el interior del intercambiador, aunque el caos se mantuvo durante cierto tiempo después. «Hemos vivido momentos de mucha tensión», señaló Jesús, usuario habitual de la línea 5, acompañado de su mujer. «Menos mal que ha quedado en una anécdota, pero podía haber pasado cualquier cosa. Esto nos sirve para no bajar la guardia».
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