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24 de noviembre de 2014

Negociadores de la Guardia Civil: cuando la palabra es el último recurso

Son una especie de cuerpo de élite de la Benemérita para casos extremos en los que convencer o no a alguien evita tragedias

Hace algo más de un mes, un perturbado se hacía fuerte en su vivienda de Martín de la Jara amenazando con matar a sus padres, con hacer estallar la vivienda, con suicidarse... Estaba provisto de cuchillos y un hacha, y llegó a herir a un bombero lanzándole aceite caliente desde un balcón. Faltaron sólo unos instantes para que actuasen las unidades especiales. Pero este hombre pasó en varias horas de una actitud absolutamente violenta a calmarse y terminar entregando sus armas y marcharse detenido con los agentes de manera pacífica. ¿Qué había ocurrido? Básicamente, una brillante actuación de los negociadores de la Guardia Civil. El último recurso de las fuerzas del orden para evitar una acción violenta.

«No se pretende ir de héroe sino solventar situaciones complicadas»Los cuatro agentes que conforman el equipo de la Comandancia Provincial de Sevilla-que mantienen su anonimato pues, además, ejercen otras funciones en el Instituto Armado y la labor de negociadores es para ellos un «extra» para el que se especializaron- explican a ABC cómo desarrollan una labor discreta pero cargada de un trabajo de información previo de la persona con la que hay que contactar, «a la que hay que llegar ya sabiendo de ella muchísimos aspectos personales, especialmente sus puntos débiles. Quiénes son su familia, sus gustos, su trayectoria, su personalidad, a qué se dedica... No sólo lo está haciendo en ese momento y cuál es la amenaza».

Se trata de un trabajo de auténticos psicólogos en el que «hay que demostrar una fortaleza mental enorme», explica el jefe del grupo, que recuerda la durísima formación que hay que llevar a cabo para acceder a este cometido. Además de formar parte de la Guardia Civil y tener experiencia y estabilidad en el cuerpo, hay que pasar varias cribas. Primero, una prueba de conocimientos culturales en la que los varios miles que se presentan deben quedarse en uno o dos centenares. Después, unas jornadas de formación con psicólogos a modo de concentración en Madrid de las que deben salir diez o quince escogidos para toda España; no más. «Eso indica el nivel de exigencia de esas pruebas, que todos recordamos como un verdadero infierno. Conocen todos tus datos, tus aptitudes, tus sensibilidades y tus puntos débiles. Y actúan en función de ello para llevarte a situaciones de tensión extremas, al límite de tus posibilidades para ver si te derrumbas», explica otro de los negociadores. «Son tres días pero se hacen interminables, ejercen una presión brutal, incluso superior a una situación real».

Actualización constante Además, el trabajo de los negociadores está sujeto a una constante actualización «con estudio de casos reales que se van produciendo en nuestro país y otros, de los que se puede aprender mucho. No se trata de una ciencia exacta y siempre se encuentran aportaciones, novedades, visiones diferentes para solucionar un problema...». Lo que tienen muy claro en la unidad es que en este trabajo «no se pretende ir de héroe sino solventar situaciones complicadas de la manera más discreta posible y aportar luego al análisis del resto de compañeros negociadores para que sumemos». Y es que después de cada caso se realizan informes que forman parte del objeto de estudio del resto de colegas de toda España, incluso exponiendo en persona el asunto.

El componente psicológico es crucial en la labor de estos agentes, como es lógico. Deben convencer con la palabra a alguien que se encuentra al límite y no suele resultar sencillo. Por ello estudian modelos de esquizofrenia, de perturbación, trastornos mentales o paranoicos. «Pero también perfiles de gente deprimida por temas laborales, asuntos personales, parados, desahucios, custodias de hijos...». «Vamos siempre acompañados por una unidad táctica -añaden-, como es lógico, pero la entrada de éstos es siempre el último recurso, que se trata de evitar por todos los medios buscando un resultado positivo sin que tenga que actuar la fuerza».

El componente psicológico es crucial en la labor de estos agentesPara ello, la palabra clave que usan los negociadores es «empatizar». intentar colocarse en el lugar de la persona que se ha atrincherado, encerrado o que está amenazando para llegar a comprender los motivos que le han llevado hasta ahí. El caso de Martín de la Jara del pasado octubre, por ejemplo, fue paradigmático en ese sentido. Se analizó bien a la persona atrincherada en casa, se pidieron referencias a vecinos y familiares y finalmente resultó clave la actitud sosegada con que se le trató y la intervención de un hermano suyo en la conversación. «Se valora la situación globalmente, se analizan detalles por los que acometer el acercamiento y se actúa».

Hace aproximadamente un año, una actuación similar no cosechó los mismos resultados y hubo que utilizar la fuerza para detener a un individuo que se había atrincherado en casa reteniendo a dos prostitutas con un arma de fuego. «Pero normalmente la persona que está al otro lado se tranquiliza mucho si se le habla detenidamente y, sobre todo, se le permite expresarse, se le deja desahogarse. Por la misma época, sin embargo, se pudo convencer para salir pacíficamente a otro hombre que se había encerrado en casa y pensaba quitarse la vida por problemas laborales y económicos.

Detener... y ayudar En algunas ocasiones, este tipo de casos son resueltos directamente por la patrullas de Seguridad Ciudadana, que están también entrenados para negociar de algún modo para que la persona que genera el problema deponga su actitud. Sólo cuando la situación es ya compleja o extrema aparecen los negociadores, que inciden en que «no se trata sólo de detener a alguien. El enfoque que tenemos es también el de ayudarlos, de alguna manera. Ofrecerle una visión en la que se percaten de que existen alternativas, otras soluciones a la que piensan adoptar». Todo un gabinete psicológico a domicilio.

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