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22 de noviembre de 2014

MURCIA: Fallece un vigilante de seguridad al ser tiroteado por unos desconocidos en un local nocturno de San Ginés

Los agentes acompañan a la salida del pub a Fernando Ruiz, hermano del cliente fallecido en el tiroteo.Los sospechosos, que aparentaban ir «muy pasados» de drogas y alcohol, huyeron en un Mercedes de color blanco y anoche estaban siendo buscados por la Policía

La noche de juerga acabó bañada en sangre. Dos personas fallecieron a última hora de la noche de este viernes, en el polígono San Ginés de Alcantarilla, después de ser tiroteados por desconocidos que se dieron a la fuga.

Los hechos se produjeron pasadas las diez y media de la noche en el club Blue Diamont, conocido antes como Sala Princesa, cuando varios hombres -al parecer, de etnia gitana y que aparentaban encontrarse bajo los efectos del alcohol o las drogas- comenzaron a discutir con clientes del establecimiento y fueron conminados por el vigilante de seguridad a marcharse. Fue en ese momento cuando esgrimieron un arma de fuego, con la que realizaron un buen número de disparos a corta distancia, cinco de los cuales que impactaron en el pecho del vigilante, causándole la muerte prácticamente en el acto.

Seguidamente encañonaron a uno de los clientes del local, contra quien realizaron varios disparos que le alcanzaron al menos en dos ocasiones: un balazo lo recibió en un costado y el otro le entró por el pecho y le destrozó un pulmón. También falleció en pocos minutos. Aunque en los primeros momentos, que fueron de gran tensión y confusión, se especuló con la posibilidad de que hubiera un tercer herido de bala, esta información se fue descartando conforme se iban esclareciendo las circunstancias del tiroteo. Fue hacia las 22.40 horas cuando comenzaron a recibirse llamadas en el Centro de Coordinación de Emergencias 112 alertando del tiroteo ocurrido en el mencionado local, ubicado en la calle Milenio del Polígono de San Ginés, lo que provocó la movilización de un buen número de efectivos policiales y de los servicios de emergencias. El personal de las primeras ambulancias que llegaron al lugar se esforzó en tratar de recuperar las constantes vitales de los dos heridos, pero finalmente tuvieron que desistir al constatar que las lesiones eran mortales de necesidad.

Un conocido clan delictivo Mientras tanto, agentes del Cuerpo Nacional de Policía trataban de formarse rápidamente una idea fiel de lo ocurrido y comenzaban a rastrear la zona en busca de los autores de los dos homicidios. Los primeros testimonios apuntaban a que se trataba de varios hombres de etnia gitana, a quienes una de las camareras del local describió como «unos tíos que iban muy pasados», en clara referencia a un probable consumo de drogas.

Los sospechosos, que podrían pertenecer a un conocido clan delictivo, huyeron en varios vehículos, entre ellos un Mercedes de la clase A, de color blanco, que en la noche del viernes estaba siendo buscado por un buen número de dotaciones de la Policía. Sandra, una camarera del local que anoche no era capaz de contener las lágrimas, explicó que había llegado al local un grupo de unas ocho personas, que iban «muy bebidas» y que comenzaron a montar bronca y a meterse con otros clientes, lo que llevó al portero a echarlos a la calle. Fuera del establecimiento se concentraron los hombres expulsados del establecimiento, que siguieron discutiendo con el vigilante, el dueño y el encargado.

Fue entonces cuando uno de los clientes que habían montado la broca extrajo un arma de fuego de entre sus ropas y comenzó a disparar al portero, llamado Carlos, que recibió cinco disparos en el pecho. Herido de muerte como estaba, consiguió sin embargo entrar en la sala de fiestas, donde se desplomó. Después, el autor de los disparos volvió a percutir el arma, hiriendo mortalmente a otro cliente del local, un hombre que más tarde fue identificado como Pedro Ruiz Saura, de 54 años y propietario de una pequeña empresa. Su hermano, Fernando, explicó en el lugar del crimen que se habían desplazado hasta la sala para tomar unas cervezas. Poco después llegó uno de los hijos de la víctima que, desconsolado, no paraba de gritar: «¡Han matado a mi padre!». La Policía recogió en la calle al menos seis o siete casquillos de bala, lo que apunta a que el arma utilizada fue una pistola. Fuentes de la investigación confiaban en localizar en pocas horas a los autores del doble crimen.

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