“Los nichos no se cuidan. La seguridad es lamentable: hay un vigilante por el día y uno por la noche”, dice Antonio Miguel Carmona, concejal del PSOE en el Ayuntamiento de la capital.
Cientos de lápidas de La Almudena, uno de los cementerios más grandes de Europa, están destrozadas, con pedazos de piedra en el suelo y el ataúd o la corona a la vista, según los cálculos de la Asociación de Cementerios. “Los nichos no se cuidan. La seguridad es lamentable: hay solo un vigilante por el día y uno por la noche”, dice Antonio Miguel Carmona, concejal del PSOE en el Ayuntamiento de la capital. El Consistorio encargó en octubre una auditoria del camposanto, sobre cuyo abandono pesan denuncias políticas y ciudadanas.
En las 120 hectáreas de la necrópolis hay desde redes cubriendo que no caigan piedras de los nichos hasta cornisas tiradas por el suelo. En una zona en la que descansan los muertos de la División Azul, una unidad de voluntarios españoles que formó una compañía de infantería en el ejército de la Alemania nazi, una bandera anticonstitucional ondea sobre el panteón desde hace años. “La empresa encargada de la gestión no ha cumplido con el pliego y no mantiene los cementerios en buenas condiciones. El caso más escandaloso es el de La Almudena”, reprocha Carmona.
La funeraria municipal, encargada de la gestión de los camposantos y tanatorios, fue privatizada en diciembre de 1992. El entonces alcalde, José María Álvarez del Manzano (PP), decidió poner en manos de una empresa privada (Funespaña, controlada ahora por Mapfre) el 49% del capital hasta 2016. El Ayuntamiento recibió 60 céntimos por el 49% de las acciones de la funeraria, que acumulaba`una deuda de 84 millones de euros, pero que tres años después ganaba nueve millones anuales y había liquidado todo su pasivo. El gobierno municipal de Ahora Madrid anunció a principios del pasado octubre que convertirá la funeraria en una empresa 100% pública el año que viene.
Luis Flores Sintas, un hombre fallecido en 1964, también descansa sobre una lápida rota. Él es un personaje anónimo, pero sobre la necrópolis yacen personalidades como Pablo Iglesias, Dámaso Alonso, Dolores Ibarruri, Tierno Galván, Alberto Aguilera, Ramón y Cajal o Enrique Urquijo. La joya de la corona del camposanto es obra del escultor Mariano Benlliure: una lápida sobre la que descansa una mujer de piedra a la que le murió el marido. “La Almudena es una reliquia arquitectónica e histórica. Hay que convertirla en una de las principales atracciones turísticas de Madrid”, argumenta Paloma García, trabajadora de la empresa funeraria y miembro de la Asociación de Cementerios, la misma que calcula que cientos de lápidas están rotas y estima que hay más de 200 columbarios vallados por miedo a que se desplomen.
Robos de cristos y cobre La seguridad es escasa y los cristos han desaparecido. Por la noche, además, también entra gente a robar el poco cobre que queda. Una de las sepulturas levantada por el Ayuntamiento, dedicada a las 90 víctimas del incendio que arrasó en 1928 con el Teatro Novedades, ha sido invadida por el musgo y el tiempo: las lápidas están abiertas, con rajas horizontales en la piedra y cascajos por el suelo. “Es la falta de mantenimiento. Es una vergüenza”, insiste Carmona en referencia a Funespaña, que entre 2003 y 2014 logró 63 millones de euros de beneficios.
El PSOE, cuenta Carmona, está trabajando en un plan de rehabilitación, inversiones y dinamización para los camposantos, en especial para el de La Almudena. La Asociación de Cementerios, por su parte, va a pedir a todos los grupos políticos con representación en el Ayuntamiento de la capital que trabajen en el cuidado de la necrópolis y se ponga fin a su abandono. La zona peor conservada es una franja en la que hay niños enterrados que fueron víctimas de la epidemia de cólera que asoló Madrid a finales del siglo XIX. Los caminos entre las lápidas, hechas añicos por el paso del tiempo y la falta de cuidado, son intransitables, llenos de tierra y de barro. En una de las tumbas reza: “Tu madre no te olvida”.
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