El DICCIONARIO de la Real Academia define sindicato como «asociación de trabajadores constituida para la defensa de intereses profesionales». Y eso es lo que han sido las organizaciones sindicales durante muchos años. Pero ahora UGT administra además un entramado de sociedades anónimas que se ajusta a lo que la Real Academia entiende por empresa, que es «una organización dedicada a actividades industriales, mercantiles o de prestación de servicios con fines lucrativos». El sindicato que dirige Cándido Méndez es hoy un holding que controla 81 empresas y dos fundaciones que facturan más de 100 millones de euros cada año, según el informe que publica nuestro suplemento Mercados, titulado UGT sociedad anónima, que es una radiografía de este conglomerado con negocios que van desde la edición de libros a la promoción inmobiliaria pasando por los seguros.
Al frente de estas empresas están dirigentes sindicales que compatibilizan sus funciones en UGT con la gestión de los negocios que tienen encomendados, es decir, que hacen a la vez de sindicalistas y patronos. No siempre ambos papeles son conciliables. ELMUNDOpublica hoy que el Instituto de Formación y Estudios Sociales (Ifes), una fundación de UGT, impulsó el año pasado un expediente de regulación temporal de empleo que desembocó en despidos con 20 días de indemnización para parte de sus trabajadores, el mínimo que la legislación estipula para empresas en crisis. Para poder realizar estos despidos, Ifes presentó una cuentas que arrojaban pérdidas en 2010, 2011 y 2012, pero ocultó los resultados de sus dos filiales que había tenido beneficios. Si Ifes hubiera presentado un balance consolidado, su expediente de regulación no hubiera sido aprobado y no se habrían producido despidos en esas condiciones.
Ello demuestra que UGT funciona como una empresa con pocos escrúpulos morales cuando le conviene y no duda en aplicar a sus empleados aquello que denuncia cuando mira al ojo ajeno. Esta conducta es muy poco ejemplar al igual que las trapacerías contables de UGT Andalucía, de las cuales se desmarcaba ayer Cándido Méndez en una entrevista en la que declaraba que él no podía tener conocimiento de lo que sucedía en esa comunidad. Méndez es el responsable político de todo lo que sucede en su organización y, desde luego, no ignora las actividades de ese entramado empresarial del que se financia UGT, que sigue siendo una organización muy poco transparente ya que ni conocemos cuánto recibe de subvenciones, cuáles son sus cuentas o cuánto cobran sus directivos.
Por tanto, si UGT quiere recuperar la credibilidad que ha perdido tiene que empezar por levantar los velos que cubren la organización y dejar pasar la luz para que todos los ciudadanos vean de dónde viene y cómo gestiona su presupuesto. Y, sobre todo, no puede ser a la vez un sindicato que defiende a los trabajadores y una empresa que los explota.
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