Como Vigilante de Seguridad en centros comerciales llevo realizadas numerosas intervenciones, la mayoría han sido sencillas, aunque algunas, las menos afortunadamente, han sido complejas, no en vano estuve destinado durante bastante tiempo en un conocido centro comercial de Carabanchel, famoso en el gremio por las dificultades (por calificarlo de alguna manera) para desarrollar el trabajo de forma adecuada, conveniente y tranquila. En todas las actuaciones, incluso en la más nimia, he experimentado al principio los mismos síntomas: alteración del ritmo cardíaco, sequedad en la boca, sudor frío, excesiva oxigenación…todo ello se debe a que nunca sabes lo que puedes encontrarte y cual va a ser la reacción de la persona interpelada, sobre todo cuando probablemente ha cometido un falta o delito.
Quién me conoce sabe que intento llevar a cabo las intervenciones de la manera más segura, decidida y limpia, incluso algunos de mis compañeros han alabado la frialdad o la sangre fría con la que he afrontado algunas de ellas, sobre todo la más complicadas; pero una vez que pasa todo y tengo el tiempo suficiente para reflexionar sobre los hechos, me doy cuenta que no tienen razón, que de tranquilo nada. Siento inquietud y en ocasiones miedo… si esa terrible palabra… pero no sólo por mí, sino también por ellos; no me perdonaría que en el transcurso de una actuación les pasara algo; en un centro comercial las palabras amistad, solidaridad y compañerismo tienen sentido…y mucho…pues la integridad de cada uno de nosotros depende en muchas ocasiones del concepto que tengan de ellas tus compañeros.
Por eso cuando el pasado miércoles saltó la noticia del atraco perpetrado a punta de pistola por ocho encapuchados en el centro comercial Nassica de Getafe, en el primer “oulet” de telefonía móvil de España, mi primer pensamiento fue hacia los Vigilantes de Seguridad… mis compañeros. Imagino la angustia de la persona que estaba en cámaras, impotente ante la película que estaban proyectando esos criminales ante sus ojos, pero impasible para recoger el máximo de información, vital y necesaria para las investigaciones posteriores. Y el papel de los Vigilantes que estaban fuera… eso no tiene palabras… no sólo aguantaron el tipo ante las amenazas de los atracadores, les apuntaron con armas de fuego cuando ellos, además de estar en minoría, no tienen medios para responder a ese tipo de agresión (detenerlos tampoco hubiera sido adecuado, ya que había clientes dentro del establecimiento en el momento del robo), sino que también tuvieron que soportar las críticas de varias personas por no haber actuado de manera más contundente.
Por cierto cabe destacar las realizadas por el periodista de Telemadrid, Ignacio Calzada, que los calificó de“gilipollas, cabrones, vagos…” cuando estos profesionales de la seguridad le comunicaron la operativa marcada por el Centro para estos casos que no le permitía grabar dentro del mismo. A su vez, les vino a insinuar que donde co…piiiii…estaban cuando les estaban robando. No se igual pretendía este “periodista”que los vigilantes respondieran a los atracadores lanzándoles la defensa o los walkies. Igual en su opinión, “como buen comunicador”, intentaba señalar que para que la historia tuviera más“chicha” ésta tuviera un final más trágico; como el que les ocurrió hace precisamente una semana a dos vigilantes del Hospital 12 de Octubre, que en plena calle fueron reconocidos por un grupo de menores y les propinaron una paliza, provocando la muerte a uno de ellos. Seguro que no, que esa no era su pretensión, al menos eso espero. No obstante, a todas estas personas, autoras de las críticas, les aplaudo por su “valentía”, aunque prefiero, en caso de que mi integridad dependiera de ellos, mis miedos que su “bravura”.
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