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1 de septiembre de 2013

ASTURIAS: Asociación de Vigilantes de Seguridad AVISPA denuncia que crisis e intrusismo amenazan al colectivo

Son la mano derecha de la Policía en la lucha contra la delincuencia. Aliados naturales en la tarea de prevenir atentados contra la propiedad ajena. Su simple presencia disuade a malhechores o les obliga, al menos, a esforzarse para burlar su guardia. Son los vigilantes de seguridad privados, un colectivo con 473 profesionales habilitados en la comarca, conforme al registro de la Jefatura Superior de Policía de Asturias, pero con apenas un centenar de miembros en activo, según extrapolación realizada por personal del gremio. Un sector del que la crisis ha descubierto, muy a su pesar, su vulnerabilidad. En la carrera de recortes realizada por todo tipo de instituciones, tanto públicas como privadas, la vigilancia, junto con la limpieza, han sido las primeras en caer. Sin ir más lejos, la reciente licitación de la vigilancia de seguridad del campus administrativo de la Universidad de Oviedo reduce de 47 a 20 el personal asignado a esta tarea. Si a esto se le añade el creciente aumento del intrusismo que denuncian asociaciones como AVISPA (Asociación de Vigilantes de Seguridad del Principado de Asturias), el panorama resulta desmoralizador para unos profesionales que reivindican su trabajo y su formación como principal garantía para atajar el delito.

Prosegur y Securitas son las máximas empleadoras en la comarca con 40 y 33 agentes en servicio, respectivamente, según los datos facilitados por las propias compañías. No en vano, las grandes del sector suelen acaparar el 80% del mercado en cualquier punto del panorama nacional. A distancia, Prosetenicsa, con un número indeterminado de vigilantes pero con cuatro clientes en su cartera de Avilés, y de Eulen, con tres vigilantes. A estas cifras hay que sumarle los contratos eventuales, vigilancia para ferias, mercadillos y demás actividades estacionales. En el último mes, del 15 de julio al 15 de agosto, la unidad territorial de Seguridad Privada de la Jefatura Superior de Policía de Asturias, registró 63 contratos de servicio en Avilés. Un balón de oxígeno para un sector maltrecho pero menos inflado de lo que debiera debido a las denominadas empresas de servicios auxiliares, con personal que hace las veces de vigilante de seguridad sin contar con formación específica y a mitad de precio, según alerta AVISPA. De los veinte euros/hora que cuesta contratar a un vigilante, estas compañías solicitan la mitad, entre nueve y diez. La contratación más reciente en Avilés se pudo ver en el mercadillo medieval de Alcabala, instalado entre las calles de la Ferrería, los Alas, la Fruta y la plaza del Carbayo.

Una situación que viene a hundir a un maltrecho sector que lejos de erigirse en fundamental en el marco de un complicado panorama con el aumento de la delictividad como resultado más palpable, ha sido de los primeros en ser rescindidos por las empresas. Prefieren correr el riesgo a pagar por un trabajo preventivo y de alerta. En el punto de mira, además, la administración pública que, según asociaciones y gerentes de empresas de vigilancia, es la que «tira los precios» en las licitaciones públicas. Remitiéndonos, de nuevo, a la publicada por el Boletín Oficial del Principado de Asturias el pasado 26 de agosto para la adjudicación del servicio de vigilancia y seguridad en el Campus administrativo Llamaquique-Buenavista, en su punto 3, 'tramitación y procedimiento', recoge como criterio de adjudicación «en su caso: el precio más bajo».

Es la alerta asociativa y sindical de un colectivo que, pese a la incertidumbre, sigue estando al pie del cañón ante un trabajo «totalmente vocacional», en el caso de Alfredo Montes, concejal de Medio Ambiente por Izquierda Unida en Castrillón. Recién finalizado su paso por el Ejército, entró a trabajar en Prosegur y, tras un periodo en Madrid, fue destinado como escolta al País Vasco. De vuelta a Asturias, se haría cargo de la seguridad en varias estaciones de ferrocarril, la última la de Avilés. En los buenos tiempos llegaron a ser ocho agentes con arma velando por la seguridad de los usuarios y trabajadores de una instalación cuya empresa gestora redujo al mínimo su presencia. Ahora solo se vigila dos horas diarias y sin arma, lo que rebaja el precio contratado.

En este lugar, Montes ha pasado alguno de sus mejores y peores momentos de su vida. Su corpulenta presencia deja paso a un carácter abierto y afable que le ha granjeado muchas amistades en el ir y venir de los usuarios de tren y autobús. Pero todos ellos, aunque por número sumen más, le impiden borrar de su retina un suceso que marcó su vida. La trágica agresión a la joven langreana Cristina Fanjul, en el año 2000, por la que perdió los ojos. Fue Montes el que escuchó sus gritos y auxilió a la joven antes de la llegada de los servicios de emergencia. 

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