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30 de mayo de 2013

Después de la fiesta de la seguridad privada, volvemos a la cruda y sangrante realidad de nuestra profesión...


Según los datos oficiales ofrecidos por la Unidad Central de Seguridad Privada el pasado 21 de Mayo con motivo de la celebración del Día Nacional de la Seguridad Privada, a finales de 2012 había un total de 214.049 vigilantes de seguridad habilitados, de los cuales alrededor de 85.000 están en activo. Ver nota de Prensa AQUÍ. A poco que analicemos con detenimiento estos datos, nos daremos cuenta de una de las lacras más sangrantes que arrastra nuestra profesión, con unos niveles muy por encima de otros sectores: de cada 10 vigilantes de seguridad habilitados, algo menos de 4 están en activo, es decir, nuestro gremio soporta un paro que sobrepasa el 60 % de total de las personas preparadas y para ejercer la profesión.

Además las empresas de seguridad siguen abusando de las bondades de la reforma laboral para aligerar sus plantillas, es decir, que las previsiones apuntan que el paro seguirá subiendo en nuestro sector a medio plazo. Con este nivel de desempleo, llama poderosamente la atención que se sigan sacando nuevas convocatorias para conceder habilitaciones, en concreto durante el año 2012 se han entregado 12388 nuevas TIP. Quizás haya compañeros mal pensados que, además de encontrar un porqué para que se sigan sacando convocatorias en el negocio de las academias y del profesorado que imparte estos cursos, observen un motivo más para que no se pare "la máquina de hacer vigilantes": en la intención de abaratar el coste que le supone a las empresas de seguridad pagar a trabajadores con una cierta antigüedad, a base de despedir por una puerta a trabajadores veteranos y por la otra puerta dar entrada a personal nuevo, con contratos basuras, limpios de quinquenios, subvenciones del gobierno y además, dispuestos a todo por salir del pozo negro del paro.

Después de la fiesta de la seguridad privada, volvemos a la cruda y sangrante realidad de nuestra profesión. Con un anteproyecto de la ley de seguridad privada que, aunque queda por ver como termina de concretarse en el camino por recorrer, introduce algunos cambios positivos, pero da la impresión de que no va a terminar de dar respuesta efectiva a muchos de los problemas crónicos de los profesionales que se ponen a diario un uniforme y que, por el contrario, si que pueden cuajar en el texto mejoras sustanciales en lo referente a las reivindicaciones de las empresas del ramo.

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