El cierre con una valla de parte del apeadero de Feve deja a los usuarios sin posibilidad de utilizar la marquesina de protección de la lluvia y los bancos.
La zona destinada al servicio de Feve es la más dañada por los actos vandálicos y la ausencia de mantenimiento
Vagones con árboles en su interior, andenes cerrados, pintadas y falta de personal. Podría ser la descripción de una escena de película en la que alguien se esconde en una estación de tren abandonada. El único pero es que se trata de una en uso, la de Renfe y Feve de Avilés. A pesar de acoger pasajeros cada día, la decadencia del edificio, compartido con la estación de autobuses, es patente.
Desde hace cinco años la parte ferroviaria del edificio, ubicado en la avenida de Los Telares, carece de servicio de vigilancia y seguridad. Esto ha hecho que los actos vandálicos hayan hecho mella, igual que los recortes en personal. Solo tres líneas efectúan sus paradas en la estación. La de cercanías de Renfe que une la ciudad con San Juan de Nieva y con Oviedo y dos de Feve, la que hace el trayecto Gijón-Cudillero y la regional Ferrol-Oviedo/Gijón. La peor parte la sufren los viajeros de Feve, que carecen de personal que les asista en cualquier incidencia.
Los usuarios que cruzan la pasarela para acceder a los andenes de esta parte de la estación se encuentran un paisaje desolador al ambos lados. Tornos que no siempre funcionan bien, andenes cerrados con vallas, que dejan tras ellas los únicos bancos disponibles para la espera, y vagones estacionados desde hace años, en cuyo interior han crecido árboles y mucha maleza. El último Feve del día pasa por Avilés a las 23.35 horas, desde ahí hasta las 6.52 horas del día siguiente los andenes y la pasarela quedan desiertos, aunque a ellos se puede acceder desde el exterior, atravesando las vías o desde el interior pasando por la estación de Renfe y autobuses.
Sin vigilantes que los detengan los vándalos han causado destrozos en numerosas zonas. Tanto en el exterior como en el interior. Prueba de ello es el estado en el que se encuentran los baños públicos o los graffitis que marcan los pasillos y el mobiliario. Los desconchones y las manchas en el suelo dan buena cuenta de la falta de mantenimiento del edificio en general, cuyas puertas se enmascaran entre las frases de los pasajeros que han pasado por ellas. Otro ejemplo del mal estado en el que se encuentran, en general las instalaciones, es el techo de la pasarela, que en varias zonas está oxidado. La escasez en la seguridad y el personal se traduce también en problemas para los usuarios. Cuando un torno falla no hay nadie para abrirlos, aunque ese es el menor de los problemas ya que son sencillos de saltar. Lo complicado llega cuando los viajeros entran en el ascensor y se queda bloqueado. No es una idea descabellada, pasó hace escasamente un mes.
Encerrados en el ascensor Tres jóvenes hacían uso del elevador para acceder al recinto. Este se paró, dejándolos dentro. «Apretaron el botón de emergencias y les respondieron desde la empresa que se encarga del mantenimiento del ascensor, pero allí no había nadie para ayudarlos», relata el equipo de seguridad privada de la estación de autobuses. Fue a ellos a quienes recurrieron en busca de soporte. No los responsables de Adif, sino los de la empresa del ascensor. «Tuvieron suerte de que fue antes de que se terminaran las dos horas que nosotros prestáramos servicio, si no hubieran tenido que recurrir a los bomberos. Aún así nosotros nos enteramos porque nos llamó esa empresa, hasta ese momento desconocíamos que había gente dentro del ascensor», denuncian los guardas de seguridad, que tuvieron que saltarse sus propias normas para socorrer a los jóvenes ya que a ellos no les está permitido el acceso a la zona ferroviaria.
Cuando la estación solo prestaba servicio a los trenes de Renfe guardaban la estación dos agentes por la noche y otro por el día, llegando a incrementarse incluso a nueve guardas en eventos puntuales como las fiestas de verano. Con la llegada de Feve y autobuses la cantidad se redujo. Renfe dejó de contar con este tipo de personal mientras que las otras dos zonas siguieron bajo la seguridad de un guarda por la noche y otro por el día. A pesar de la reducción la cosa fue a peor hace cuatro años, cuando Feve también dejó de pagar a la empresa externa, que quedó solo a cargo de Alsa, gestora de la estación de autobuses. Actualmente hay un vigilante de seguridad para la zona de autobuses, que trabaja de lunes a viernes de 22.30 a 00.30 horas, y sábados, domingos y festivos de 6.30 a 8.30 horas. Un cambio drástico en la vigilancia, ya que anteriormente el horario a cubrir abarcaba era desde las 15 a 22.30 horas y de 22.30 a 7.30 horas.
Otra de las quejas de los viajeros es la falta de personal que atienda sus dudas. Ante esta carencia acuden a personal de la estación de autobuses o a los propios vigilantes de seguridad. «Muy a nuestro pesar no podemos actuar allí, solo puedes responderles alguna cosa pero no solucionarles el problema que tengan», lamentan los vigilantes. El alumbrado es otro de los aspectos en los que se puede ver la dejadez en la que se ha sumido la estación. No por su escasez o ausencia, sino todo lo contrario. Como carece de personal, por las noches las luces del vestíbulo del edificio se quedan encendidas. Y así día tras día y semana a semana. En cambio sus puertas sí quedan cerradas cuando cae la noche y pasa el último tren destino Gijón. Lo hacen gracias al personal de la cafetería, que tienen las llaves para poder hacerlo.
Además del estado en el que se encuentran las propias instalaciones, se han sufrido varios actos vandálicos como pequeños hurtos a pasajeros, según denuncian estos mismos. Los guardias de seguridad que antes prestaban servicio para Renfe y Feve recuerdan también como se han llegado a asistir intentos de agresión en los baños cuando se prestaba servicio en todas las zonas de la estación.
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