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31 de octubre de 2012

Historias de la Inseguridad S.A, Capítulo 12



2012: “Año Horríbilis”

Vamos a cerrar un auténtico “año horríbilis”, de esos que nos van a marcar de por vida. La seguridad privada se cae a pedazos y ni las grandes empresas aguantan el tirón de la crisis. Se han perdido las formas y todo vale para recortar gastos y maquillar las cuentas con el cierre del ejercicio. Después de un año lleno de sacrificios y renuncias por parte de los trabajadores, ahora todo se remata con el comodín de los despidos colectivos y, amparados con reales decretos y leyes a medidas facilitadas por el gobierno, las empresas no tienen escrúpulos ni reparos en sanear sus plantillas a base de despedir trabajadores a precio de saldo. Sin embargo es precisamente en las circunstancias adversas en las que nos encontramos, cuando se debería notar en realidad la categoría de las compañías "Clase A"

Eso sí, a las empresas les cuesta más trabajo volver el foco a sus interiores y ahorrar en “gastos prescindibles” en tiempos de crisis. A los trabajadores les cuesta mucho esfuerzo digerir que, mientras se ajustan cuentas para aligerar las plantillas de acuerdo y compinchados con los sindicatos de siempre, los directivos siguen con un cierto tren de vida: coches de empresas de gama alta, oficinas de altos vuelos, tarjetas, gastos de representación…

Mientras tanto, le regatean burdamente al personal su derecho a ir a los ejercicios de tiro, retrasan el pago de las nóminas, menudean en la uniformidad, el kilometraje etc., políticas empresariales cuestionables, pero que no son aceptables en empresas de cierto nivel. Al final terminará pasando lo peor: que los trabajadores acaben perdiendo la confianza en su empresa y en sus jefes. Con estas actitudes, nadie nos puede exigir que sigamos arrimando el hombro y que seamos comprensibles con la situación actual porque, como es natural, se termina recogiendo lo que se siembra. Y es que, amigos y compañeros de profesión, nuestro gremio se parece en la actualidad a un terreno descuidado y falto de abono. Y así, el dueño de la hacienda no puede pretender que sus jornaleros les saquen una buena cosecha, ni que estén motivados por su faena.

publicado en: Diario de un representante sindical AQUÍ

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