Ana Gómez tiene grabadas a fuego en la memoria las palabras con las que le recibieron sus compañeros cuando, hace ya 21 años, empezó a trabajar como personal de una empresa de seguridad privada de una gran superficie situada en Marbella: «Te vas a quedar alucinada con lo que vas a ver aquí».
«No se equivocaban, todavía me sigo sorprendiendo», aseguraba ayer Gómez: «En estos años he visto y escuchado de todo. Desde ancianos robando hasta una mujer simulando estar embarazada con un ordenador escondido en la barriga. Recuerdo a una señora a la que pillé abandonando la superficie con 12 jamoncitos de un kilo escondidos en la parte baja del carrito de la compra. Al llamarle la atención, me contó que los productos eran suyos. Que había salido a comprar y que no sabía cuánto tiempo iba a estar en la calle, por lo que se los había llevado con ella por si se iba la luz en su casa y se ponían malos».
Es solo un pequeño resumen de una de las innumerables intervenciones que ha realizado Ana Gómez, que ayer fue distinguida junto a 160 compañeros con motivo de la XIII edición del Día de la Seguridad Privada en Málaga, que se celebró en el Parador de Golf. Fue el lugar en el que se dieron cita los profesionales de este sector, que vieron reconocida su labor diaria, en la que trabajan mano a mano con los agentes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.
Uno de ellos es Alfonso del Río, que lleva 35 años en la profesión y es el jefe de equipo de seguridad de una de las grandes superficies de la capital. Durante la jornada de ayer se distinguió su trayectoria, durante la que el perfil de los delincuentes ha cambiado mucho: «Cuando empecé sabías perfectamente quien entraba en las instalaciones para robar, se les veía en las pintas que llevaban, pero ahora es muy difícil distinguirles». Entonces es cuando entra en juego su astucia y esa intuición que pocas veces le falla. Javier Badas, que presta servicio en una de las estaciones de transporte de la capital, también fue distinguido. En los 22 años que lleva en la profesión insistía en que «se pasa mal muchas veces». Sin embargo, siempre queda la recompensa de poder ayudar a los demás, «ya que muchas veces prestamos servicios humanitarios, que son los más bonitos».
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