Selección de seis fantasmas «modernos» de la ciudad, al menos en el
tiempo en que se han manifestado, a particulares y vigilantes de
seguridad, en diferentes inmuebles de Sevilla.
Noviembre, con su aire funerario, es el mes proclive para hablar de fantasmas y apariciones, en los que Sevilla, ciudad milenaria, es rica. Nada más y nada menos que 400 tiene en su censo el investigador y experto en el tema José Manuel García Bautista. «No son muchos —dice— en los 3.000 años de historia de Sevilla y en los millones de habitantes que han pasado por ella. Algo así como un 0,01 por ciento de la población». De la mano de este experto, autor de numerosos libros sobrefenómenos paranormales, muchos de ellos con temática sevillana,
El primero se sitúa en el Hogar Virgen de los Reyes, en un caso que data de 2007, y que llegó a los investigadores por trabajadores del mismo. «Uno de ellos, José David Flores, profesor de Baile» —narra García Bautista—, fue testigo de la aparición en el coro de la capilla desacralizada de «una monja, seria, severa, con el hábito celeste y blanco de la Caridad». En otra ocasión, el mismo testigo, tras sentir una súbita bajada de temperatura, alzó la cabeza y a metro y medio vio a un niño famélico, curiosamente, en blanco y negro. En este tiempo también se ha presenciado «una procesión de niños con dos religiosas en un pasillo.
La segunda estampa nos lleva a la Facultad de Relaciones Laborales, justo al lado del Instituto Británico. La historia la contó uno de los vigilantes de seguridad, blanco como la pared, que vió que en el piso de arriba se encendía una luz. Apagó, echó un vistazo y volvió a su sitio, donde escuchó que una voz femenina lo llamaba. Volvió a subir y vió a alguien marchándose, miró hasta en los servicios y no encontró a nadie. «Me fui —contó— y a mitad de escalera me vuelvo y veo a una mujer que seguía bajando, que venía hacia mí». Muerto de miedo, el hombre se dirigió a la conserjería y cogió las llaves de la entrada. «Sentí algo detrás, no me atrevía ni a mirar, pero alguién estaba respirando detrás de mí. Me volví y era una mujer que me miraba. Caí redondo».
En la Casa Fabiola —sede municipal de Servicios de Recaudación y edificio en el que nació el arzobispo de Westminster — también era conocido que pasaban cosas extrañas. En testimonio recolectado por el investigador, una tarde empezaron a temblar las luces «será la instalación eléctrica, se dijo el testigo, que al rato oyó que lo llamaban por su nombre desde el patio. «¿Será una broma», pensó. Ante esto se decidió a subir a la tercera planta, donde dice haber visto a un ser sombrio, oscuro, sin rasgos. Una neblina difusa que se introdujo por una puerta simulada en la pared. Fue detrás hasta una especie de cripta usada como bodega. El frío le asaltó y notó «como si le zarandearan».
El fantasma de la tele El de la RTVA también es un fantasma que encontró un vigilante de seguridad una noche haciendo la ronda, tras el desmontaje de la muestra del imaginero Juan Manuel Miñarro. Habitual descenso de temperatura y al girarse, un niño de unos seis años que sin abrir la boca, «como telepáticamente», le dijo: «no tengas miedo, no te voy a hacer nada». Fue un caso que se contó en Canal Sur la mañana siguiente.
La siguiente visión es la de un lugar desolador: el Sanatorio de los Muertos, antiguo y prácticamente derruido Hospital Militar de San Pablo, donde es habitual jugar al pinball. Dos de estos jugadores se separan y a mitad de partida ven aparecer a un individuo con bata corta de paciente paseando. Dobla una esquina y desaparece donde sólo hay un muro. Varios grupos de personas han visto también, además de a un alto ser sombrío, a una niña que habría falleció allí. Incluso un aficionado a la aeronáutica dice haber a estafantasmagórica niña, pálida y vestida de blanco, que le dijo : «Te he llamado, ¿acaso no me has escuchado?».
El último caso, también nuevo, ha sido bautizado por el investigador como la «Cuna maldita» y es espeluznante. Ocurrió en 2011 en lacalle Muñoz y Pabón, en una casa a la que se había mudado una familia con un niño recién nacido. El marido adquirió en el Jueves una preciosa cuna blanca, que limpiaron y montaron en el tercer piso. Mientras la madre estaba abajo, en la cocina, controlaba por medio de un intercomunicador al bebé, en el tercer piso. Un día cualquiera comenzó a llorar. Subió y el niño estaba tranquilo. Igual sucedió varias veces más. Hasta que lo escuchó llorar con más fuerza, se volvió y la cuna con el niño estaban detrás, en el piso bajo, en el distribuidor que daba a la misma cocina. Se deshicieron de la cuna y no pasó nada más extraño en aquella casa.
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