Uno de los tres vigilantes relata en el juicio que respondió a los disparos y que vio cómo un asaltante le pedía a otro que matara a su colega
«Respondí a los disparos. Me metí a un lado, cada vez que disparaba, le pegaban un culatazo en la cabeza». Así se expresó ayer uno de los tres vigilantes de seguridad a los que una banda formada por tres argentinos les robó 120.000 euros que iban a reponer en un cajero de un centro comercial de Estepona el 10 de septiembre de 2011. El juicio arrancó en la Audiencia Provincial, y en el banquillo se sientan dos de los miembros de la red, J. J. G. y M. S. A., amén de la novia de este último, a la que se acusa de haber espiado la hora de llegada del furgón los días previos al golpe. En concreto, el fiscal pide para los dos hombres 17 años y 11 meses de prisión, y casi siete para la mujer. Un tercer individuo que supuestamente participó en el golpe y su esposa no han sido detenidos. En el transcurso del atraco, se produjo un tiroteo en el que resultó herida una voluntaria de la Cruz Roja que trabajaba en la zona.
Los tres vigilantes reconstruyeron lo ocurrido el día de autos. Llegaron en un furgón a las 11.12 horas de una calurosa mañana. Iban a recargar el cajero, y llevaban el dinero en dos cajetines. Uno se quedó en el vehículo, otro abría camino y un tercero le seguía. Éste fue el que corrió peor suerte. «Un individuo me cogió y empezó a pegarme culatazos en la cabeza, y me dijo que o le daba el dinero o me pegaba un tiro; y ya sólo escuché un tiro, y un culatazo, un tiro... las piernas me flaquearon». No pudo identificar a nadie, porque le siguieron pegando. Desde entonces sufre fuertes dolores en una de sus vértebras.
«Yo tenía la cara llena de sangre, después del porrazo salió un grifo de sangre, me cayó en la vista y no vi nada», precisó. Su compañero relató que dejó el dinero y vio lo que ocurría: «Oí la voz de un atracador diciéndole a otro: mátalo, mátalo». Según salió del habitáculo del cajero, le dispararon. «Respondí a los disparos, metiéndome a un lado, cada vez que disparaba, le pegaba un culatazo en la cabeza. Yo hice cuatro o cinco disparos, y él cinco o seis», precisó. El conductor del furgón sí reconoció a J. J. G. como supuesto autor del atraco. No se bajó del furgón, pero vio lo sucedido. De hecho, uno de los tres asaltantes le encañonó. «Saqué mi arma, y al ver que no se iba, hice dos disparos intimidatorios», precisó. «Su mirada se me quedó grabada», dijo.
Luego, los atracadores cogieron los dos cajetines y huyeron. Uno de los disparos alcanzó a una voluntaria de Cruz Roja que trabajaba en la zona. En concreto, se alojó en su muslo. Los dos acusados rechazaron haber participado en el atraco, al igual que la mujer. Es más, se enteraron por «el noticiero». Y uno de ellos apuntó a otra pareja de argentinos que se alojó durante meses en su casa. Pese a todo, hay llamadas cruzadas entre el teléfono de su novia, acusada, y el de la esposa del huido, en los días previos al atraco, curiosamente a la hora en la que llegaba el vehículo de seguridad para recargar el cajero. Las defensas, por su parte, se afanaron en llamar la atención sobre presuntas irregularidades en las ruedas de reconocimiento realizadas, y en tratar de determinar qué grado de moreno presentaba la piel de los atracadores, algo vital dado que algunos testigos y los vigilantes hablaron del acento sudamericano y de la tez oscura. Pese a todo, salvo el guarda de seguridad, ninguno de los testigos reconoció a los supuestos autores del atraco, más allá de señalar los rasgos generales.
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